13/08/2010

¿Es lo mismo santidad de Cristo que justicia de Cristo?

Es conocida la frase que resume el mensaje dado en Minneapolis: "Cristo, nuestra justicia".

Al estudiar los libros y artículos de los mensajeros de 1888, se aprecia claramente que un tema destacado fue la comprensión de lo que implica el término "justicia" referido a Cristo. Implica la santidad, vivida en carne de pecado: en nuestra carne. Es la clave para que hoy pueda habitar por la fe, mediante su Espíritu, en nuestra carne de pecado (Éx. 25:8, 1 Cor. 3:16, Col. 1:27, etc). El ser santo no era, según la Biblia, condición suficiente para ser nuestro sacrificio, expiación y sumo sacerdote. Esa santidad tenía que descender a este mundo, tomar la condición de hombre, y sujetarse al estado de la naturaleza humana de la forma en la que ésta estaba cuando Él vino. Y así lo hizo: el Verbo se hizo carne, sarx en griego, que en la Biblia se utiliza para significar la carne pecaminosa que nos es común (Gál. 5:16, 24, etc). Tenía que vencer allí: tenía que ser JUSTO.

Nunca se discutió que Cristo fuese perfectamente santo. Sin embargo, no es especialmente su santidad lo que nos salva, sino su justicia. En el universo hay muchísimos seres santos que no pueden salvarnos. Sólo nuestro Redentor es, además, el Justo.

Cristo era santo desde la eternidad. En Belén sería "lo santo que nacerá" (Luc. 1:35). Pero cuando abandonó (físicamente) esta tierra, no era solamente santo: Además era justo. Su santidad venció al pecado en el terreno en donde éste se había hecho fuerte, en la carne de pecado. Para salvarnos, "debía ser en todo semejante a los hermanos" (Heb. 2:17), "de la simiente de David según la carne" (Rom. 1:3).

No imaginamos a Adán y Eva en su estado previo a la entrada del pecado como "justos", sino como "santos". Así los presenta el Espíritu de Profecía. Igualmente, no hablamos de ángeles "justos", sino de ángeles "santos".

El significado de "justo", en contraste (pero no en oposición) con el de santo, en el contexto del mensaje de 1888, significa que Cristo, cuando ascendió al cielo, era tan santo como siempre lo había sido, pero además, tenía aquello que según el autor del libro de Hebreos lo calificaba para ser el verdadero sumo sacerdote (especialmente capítulo 2), que es el haber conservado su inmaculada santidad en una carne como la nuestra, en una naturaleza "pecaminosa" (MM 181), "caída" (PE 150, 152, etc, etc), como la de aquellos a quienes vino a redimir.

Se trata del misterio de la zarza que ardía y no se consumía (Éx. 3:2) "El símbolo escogido para representar a la Deidad no fue un cedro del Líbano, sino una humilde zarza desprovista de atractivo exterior... Pensad en la humillación de Cristo. Tomó sobre sí mismo la naturaleza humana sufriente, degradada y contaminada por el pecado... Resistió todas las tentaciones que asedian al hombre..." (Y.I. 20 diciembre 1900). [Original: "The symbol chosen for the representation of the Deity was not a cedar of Lebanon, but a lowly bush, that seemingly had no attractions... Think of Christ's humiliation. He took upon himself, suffering human nature degraded and defiled by sin... He endured all the temtations wherewith man is beset..."]. Se trata del misterio de la serpiente que el Señor mandó hacer a Moisés (Núm. 21:6-9): "Qué extraño símbolo de Cristo fue esa semblanza de serpiente que les mordió. Ese símbolo fue elevado sobre un mástil, y tenían que mirar a él y ser salvos. Así Jesús fue hecho en semejanza de carne de pecado" (Letter 55, 1895). [Original: "What a strange symbol of Christ was that likeness of the serpent that stung them. This symbol was lifted on a pole, and they were to look at it and be healed. So Jesus was made in the likeness of sinful flesh"].

El único que, habiendo tomado la naturaleza humana caída, ha vencido en todo punto, es Cristo. En ese sentido, es el único justo. El único que puede salvar. Él es EL JUSTO, y el que justifica al que es de la fe de Jesús (Rom. 3:26).

En el libro 'Cristo y su justicia' (Waggoner), o en 'El Camino consagrado' (Jones), por ejemplo, se aprecia cómo ese aspecto del evangelio resulta fundamental. Es lo opuesto a la doctrina papal de que Cristo tomó la naturaleza santa que heredó de su madre María, al nacimiento de la cual se aplica la supuesta inmaculada concepción. La clarificación del evangelio que el Señor nos dio en 1888, por el contrario, tenía por objeto destacado presentar al Salvador, no como alguien alejado, sino "cercano, a la mano". El 'Deseado de todas las gentes', que E. White escribió poco después de esa época, destaca ese aspecto repetidas veces (ver páginas 15-16, 32, 87, 91, 92, 628, etc).

Si alguien quisiese tener un resumen en pocas palabras del mensaje de 1888, ninguno como este: "Lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al Espíritu".

"¿Qué es la justicia de Dios? Es la santidad de Dios en relación con el pecado" (VII CBA, p. 963)

"Habrá un solo interés prevaleciente, un solo propósito que absorberá todos los demás: Cristo, justicia nuestra" (HHD 261).

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