31/10/2010

ORACION: ESPÍRITU SANTO

Bendito Espíritu, ayúdame a buscar a Dios. Que sea el centro de mi vida, orientada hacia Él para que reine en mi alma el amor y armonía.
Bendito Espíritu de Entendimiento, ilumina mi mente, para que yo conozca y ame las verdades de fe y las haga verdadera vida de mi vida.
Bendito Espíritu, ilumíname y guíame en todos mis caminos, para que yo pueda siempre conocer y hacer tu santa voluntad. Hazme prudente y audaz.
Bendito Espíritu, vigoriza mi alma en tiempo de prueba y adversidad. Dame lealtad y confianza.
Bendito Espíritu, ayúdame a distinguir entre el bien y el mal. Enséñame a proceder con rectitud en la presencia de Dios. Dame clara visión y decisión firme.
Bendito Espíritu, toma posesión de mi corazón; inclínalo a creer con sinceridad en Ti, a amarte santamente, Dios mío, para que con toda mi alma pueda yo buscarte a ti, que eres mi Padre, el mejor y más verdadero gozo.
Bendito Espíritu de Santo, penetra lo mas intimo de mi corazón para que yo pueda siempre recordar tu presencia. Hazme huir del pecado y concédeme profundo respeto para con Dios y ante los demás, creados a imagen de Dios.


Ven, Espíritu Santo
Oh, Espíritu Santo, ven,
Danos el ansiado bien
De Tu lumbre celestial;
Padre del pobre clemente,
De eternos dones la fuente,
Luz para todo mortal.

Supremo consolador,
Huésped del alma, dulzor,
Refrigerio en los rigores,
Dulce tregua en la fatiga,
Templanza que ardor mitiga,
Consuelo en nuestros dolores.

Luz sacrosanta del mundo,
Abraza lo mas profundo
Del corazón de tus fieles;
Sin tu bella claridad,
Sólo existiría maldad,
Y serían los hombres crueles.

Limpia toda sordidez,
Fructifica la aridez,
Sana lo que se halla herido,
Doblega la vanidad,
Enardece la frialdad,
Torna recto lo torcido.

Bríndales la concesión
De tu septiforme don
A la grey que en Ti confía,
Úngelos con la virtud,
Dales éxito y salud,
Y perdurable alegría.

27/10/2010

I. LA DOCTRINA DE DIOS

1. Las Sagradas Escrituras.
Las Sagradas Escrituras, que abarcan el Antiguo y el Nuevo Testamento, constituyen la Palabra escrita de Dios, transmitida por inspiración divina mediante santos hombres de Dios que hablaron y escribieron siendo impulsados por el Espíritu Santo. Por medio de esta palabra, Dios ha comunicado a los seres humanos el conocimiento necesario para alcanzar la salvación. Las Sagradas Escrituras son la infalible revelación de la voluntad divina. Son la norma del carácter, el criterio para evaluar la experiencia, la revelación autorizada de las doctrinas, y un registro fidedigno de los actos de Dios realizados en el curso de la historia (2 Pedro 1:20-21; 2 Timoteo 3:16-17; Salmos 119:105; Proverbios 30:5-6; Isaías 8:20; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12)
2. La Trinidad.
Hay un solo Dios, que es una unidad de tres personas coeternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Dios uno y trino es inmortal, todopoderoso, omnisapiente, superior a todos y omnipresente. Es infinito y escapa a la comprensión humana, no obstante lo cual se le puede conocer mediante la propia revelación que ha efectuado de sí mismo. Es eternamente digno de reverencia, adoración y servicio por parte de toda la creación
(Deuteronomio 6:4; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Efesios 4:4-6; 1 Pedro 1:2; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 14:7)
3. EI Padre.
Dios el Padre Eterno, es el Creador, Origen, Sustentador y Soberano de toda la creación. Es justo, santo, misericordioso y clemente, tardo para la ira y abundante en amor y fidelidad. Las cualidades y las facultades del Padre se manifiestan también en el Hijo y el Espíritu Santo. (Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1 Corintios 15:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:8; 1 Timoteo 1:17; Éxodo 34:6-7; Juan 14:9)
4. El Hijo.
Dios el Hijo Eterno es uno con el Padre. Por medio de él fueron creadas todas las cosas; EI revela el carácter de Dios, lleva a cabo la salvación de la humanidad y juzga al mundo. Aunque es verdaderamente Dios, sempiterno, también llegó a ser verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la virgen María. Vivió y experimentó tentaciones como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios. Mediante sus milagros manifestó el poder de Dios y éstos dieron testimonio de que era el prometido Mesías de Dios. Sufrió y murió voluntariamente en la cruz por nuestros pecados y en nuestro lugar, resucitó de entre las muertos y ascendió al Padre para ministrar en el santuario celestial en nuestro favor. Volverá otra vez con poder y gloria para liberar definitivamente a su pueblo y restaurar todas las cosas
(Juan 1:1-3, 14; Colosenses 1:15-19; Juan 10:30; 14:9; Romanos 6:23; 2 Corintios 5:17-19; Juan 5:22; Lucas 1:35; Filipenses. 2:5-11; 1 Corintios 15:3-4; Hebreos 2:9-18; 8:1-2; Juan 14:1-3)
5. El Espíritu Santo.
Dios el Espíritu Eterno estuvo activo con el Padre y el Hijo en la creación, la encarnación y la redención. Inspiró a los autores de las Escrituras. Infundió poder a la vida de Cristo. Atrae y convence a los seres humanos; y a los que responden, renueva y transforma a la imagen de Dios. Enviado por el Padre y el Hijo está siempre con sus hijos, distribuye dones espirituales a la iglesia, la capacita para dar testimonio en favor de Cristo, y en armonía con las Escrituras la conduce a toda verdad. (Génesis 1:1-2; Lucas 1:35; 4:18; Hechos 10:38; 2 Pedro 1:21; 2 Corintios 3:18; Efesios 4:11-12; Hechos 1:8; Juan 14:16-18, 26; 15:26-27; 16:7-13)

II. LA DOCTRINA DEL HOMBRE

6. La creación.
Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado por medio de las Escrituras un registro auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días "los cielos y la tierra" y todo ser viviente que la habita, y reposó el séptimo día de la primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo de la finalización de su obra creadora. El primer hombre y la primera mujer fueron hechos a imagen de Dios como una corona de la creación; se les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado era "bueno en gran manera", porque declaraba la gloria de Dios
(Génesis 1:2; Éxodo 20:8-11; Salmos 19:1-6; 33:6, 9; 104; Hebreos 11:3)
7. La naturaleza del hombre.
El hombre y la mujer fueron hechos a imagen de Dios, con individualidad propia y con la facultad y la libertad de pensar y obrar por su cuenta. Aunque fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu que depende de Dios para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de él y cayeron de la elevada posición que ocupaban bajo el gobierno de Dios. La imagen de Dios se desfiguró en ellos y quedaron sujetos a la muerte. Sus descendientes participan de esta naturaleza degradada y de sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias hacia el mal. Pero Dios, en Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo, y por medio de su Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados para gloria de Dios, se los invita a amar al Señor y a amarse mutuamente, y a cuidar el ambiente que los rodea. (Génesis 1:26-28; 2:7; Salmos 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmos 51:5; Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19-20; Salmos 51:10; 1 Juan 4:7-8, 11, 20; Génesis 2:15)

III. LA DOCTRINA DE LA SALVACION

8. El gran conflicto.
La humanidad entera se encuentra envuelta en un conflicto de proporciones extraordinarias entre Cristo y Satanás en torno al carácter de Dios, su ley y su soberanía sobre el universo. Este conflicto se originó en el cielo cuando un ser creado, dotado de libre albedrío, se exaltó a sí mismo y se convirtió en Satanás, el adversario de Dios, e instigó a rebelarse a una porción de los Ángeles. Él introdujo el espíritu de rebelión en este mundo cuando indujo a pecar a Adán y a Eva. El pecado produjo como resultado la distorsión de la imagen de Dios en la humanidad, el trastorno del mundo creado y posteriormente su completa devastación en ocasión del diluvio universal. Observado por toda la creación, este mundo se convirtió en el campo de batalla del conflicto universal, a cuyo término el Dios de amor quedará finalmente vindicado. Para ayudar a su pueblo en este conflicto, Cristo envía al Espíritu Santo y a los ángeles leales para que lo guíen, lo protejan y lo sustenten en el camino de la salvación
(Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Génesis 3; Romanos 1:19-32; 5:12-21; 8:19-22; Génesis 6-8; 2 Pedro 3:6; 1 Corintios 4:9; Hebreos 1:14.
9. La vida, muerte y resurrección de Cristo.
Mediante la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, sus sufrimientos, su muerte y su resurrección, Dios proveyó el único medio válido para expiar el pecado de la humanidad, de manera que los que por fe acepten esta expiación puedan tener acceso a la vida eterna, y toda la creación pueda comprender mejor el infinito y santo amor del Creador. Esta expiación perfecta vindica la justicia de la ley de Dios y la benignidad de su carácter, porque condena nuestro pecado y al mismo tiempo hace provisión para nuestro perdón. La muerte de Cristo es vicaria y expiatoria, reconciliadora y transformadora. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y a los que aceptan la expiación les asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte. Declara el señorío de Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla en el cielo y en la tierra. (Juan 3:16; Isaías 53; 1 Pedro 2:21-22; 1 Corintios 15:3-4, 20-22; 2 Corintios 5:14-15, 19-21; Romanos 1:4; 3:25; 4:25; 8:3-4; 1 Juan 2:2; 4:10; Gálatas 2:15; Filipenses 2:6-11)
10. La experiencia de la salvación.
Con amor y misericordia infinitos Dios hizo que Cristo, que no conoció pecado, fuera hecho pecado por nosotros, para que nosotros pudiésemos ser hechos justicia de Dios en él. Guiados por el Espíritu Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de nuestras transgresiones, y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como Sustituto y Ejemplo. Esta fe que recibe salvación nos llega por medio del poder divino de la Palabra y es un don de la gracia de Dios. Mediante Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios y librados del señorío del pecado. Por medio del Espíritu nacemos de nuevo y somos santificados; el Espíritu renueva nuestras mentes, graba la ley de amor de Dios en nuestros corazones y nos da poder para vivir una vida santa. Al permanecer en él somos participantes de la naturaleza divina y tenemos la seguridad de la salvación ahora y en ocasión del juicio. (2 Coríntios 5:17-21; Juan 3:16; Gálatas 1:4; 4:4-7; Tito 3:3-7; Juan 16:8; Gálatas 3:13-14; 1 Pedro 2:21-22; Romanos 10:17; Lucas 17:5; Marcos 9:23-24; Efésios 2:5-10; Romanos 3:21-26: Colosenses 1:13-14; Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26; Juan 3:3-8; 1 Pedro 1:23; Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2 Pedro 1:3-4; Romanos 8:1-4; 5:6-10)

IV. LA DOCTRINA DE LA IGLESIA

11. Crecimiento en Cristo.
Nueva creencia fundamental aprobada en 04 de julio de 2005, en la 58ª Asamblea de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Por su muerte en la cruz Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. El subyugó los espíritus de demonios durante Su ministerio terrestre y quebró su poder y tornó cierto su destino final. La victoria de Jesús nos da victoria sobre las fuerzas del mal que continúan procurando controlarnos, mientras caminamos con El en paz, alegría, y con la certeza de Su amor. Ahora el Espíritu Santo vive con nosotros y nos da poder. Continuamente comprometidos con Jesús como nuestro Salvador y Señor, somos libres del fardo de nuestros hechos pasados. No más viviremos en la oscuridad, con miedo de los poderes del mal, ignorancia, y la falta de sentido de nuestro antiguo modo de vida. En esa nueva libertad en Jesús, somos llamados a creces en semejanza a Su carácter, comulgando con El diariamente en oración, alimentándonos de Su Palabra, meditando en eso y en Su providencia, cantando sus alabanzas, reuniéndonos juntos en adoración, y participando en la misión de la Iglesia. A medida que nos entreguemos al servicio de amor a aquellos a nuestro alrededor y al testimonio de Su salvación, Su constante presencia con nosotros a través del Espíritu transforma cada momento y toda tarea en una experiencia espiritual.
› Razones bíblicas: Salmos 1:1, 2; 23:4; 77:11, 12; Colosenses 1:13, 14; 2:6, 14, 15; San Lucas 10:17-20; Efesios 5:19, 20; 6:12-18; I Tesalonicenses 5:23; II San Pedro 2:9; 3:18; II Corintios 3:17, 18; Filipenses. 3:7-14; I Tesalonicenses 5:16-18; San Mateo 20:25-28; San Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38, 39; I San Juan 4:4; Hebreos 10:25.
12. La iglesia.
La iglesia es la comunidad de creyentes que confiesa que Jesucristo es Señor y Salvador. Como continuadores del pueblo de Dios del Antiguo Testamento, se nos invita a salir del mundo; y nos reunimos para adorar y estar en comunión unos con otros, para recibir instrucción el la Palabra, celebrar la Cena del Señor, para servir a toda la humanidad y proclamar el evangelio en todo el mundo. La iglesia deriva su autoridad de Cristo, que es el Verbo encarnado, y de las Escrituras que son la Palabra escrita. La iglesia es la familia de Dios: somos adoptados por él como hijos y vivimos sobre la base del nuevo pacto. La iglesia es el cuerpo de Cristo, una comunidad de fe de la cual Cristo mismo es la cabeza. La iglesia es la esposa por la cual Cristo murió para poder santificarla y purificarla. Cuando regrese en triunfo, se la presentará como una iglesia gloriosa, es a saber, los fieles de todas las edades, adquiridos por su sangre, sin mancha ni arruga, santos e inmaculados
(Génesis 12:3; Hechos 7:38; Efesios 4:11-15; 3:8-11; Mateo 28:19-20; 16:13-20; 18:18; Efesios 2:19-22; 1:22-23; 5:23-27; Colosenses 1:17-18)
13. El remanente y su misión.
La iglesia universal está compuesta por todos los que creen verdaderamente en Cristo, pero en los últimos días, una época de apostasía generalizada, se ha llamado a un remanente para que guarde los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Este remanente anuncia la hora del juicio, proclama la salvación por medio de Cristo y anuncia la proximidad de su segunda venida. Esta proclamación está simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14; coincide con la hora del juicio en el cielo y da como resultado una obra de arrepentimiento y reforma en la tierra. Todo creyente recibe la invitación a participar personalmente en este testimonio mundial. (Apocalipsis 12:17; 14:6-12; 18:1-4; 2 Corintios 5:10; Judas 3, 14; 1 Pedro 1:16-19; 2 Pedro 3:10-14; Apocalipsis 21:1-14)
14. La unidad del cuerpo de Cristo.
La iglesia es un cuerpo constituido por muchos miembros que proceden de toda nación, raza, lengua y pueblo. En Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, hombres y mujeres, no debemos causar divisiones entre nosotros. Todas somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos ha unido en comunión con él y los unos con los otros. Debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas. Por medio de la revelación de Jesucristo en las Escrituras participamos de la misma fe y la misma esperanza, y salimos para dar a todos el mismo testimonio. Esta unidad tiene sus orígenes en la unicidad del Dios trino, que nos ha adoptado como sus hijos
(Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Mateo 28:19-20; Salmos 133:1: 2 Corintios 5:16-17; Hechos 17:26-27; Gálatas 3:27, 29; Colosenses 3:10-15; Efesios 4:14-16; 4:1-6; Juan 17:20-23)
15. El bautismo.
Por medio del bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, y damos testimonio de nuestra muerte al pecado y de nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, llegamos a ser su pueblo y somos recibidos como miembros de su iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo, del perdón de nuestros pecados y de nuestra recepción del Espíritu Santo. Se realiza por inmersión en agua, y está íntimamente vinculado con una afirmación de fe en Jesús y con evidencias de arrepentimiento del pecado. Sigue a la instrucción en las Sagradas Escrituras y a la aceptación de sus enseñanzas. (Romanos 6:1-6; Colosenses 2:12-13; Hechos 16:30-33; 22:16; 2:38; Mateo 28:19-20)
16. La Cena del Señor.
La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como expresión de fe en él, nuestro Señor y Salvador. En esta experiencia de comunión Cristo está presente para encontrarse con su pueblo y fortalecerlo. Al participar en ella, proclamamos gozosamente la muerte del Señor hasta que venga. La preparación para la Cena incluye un examen de conciencia, arrepentimiento y confesión. El Maestro ordenó el servicio de lavamiento de los pies para manifestar una renovada purificación, expresar disposición a servirnos mutuamente y con humildad cristiana, y unir nuestros corazones en amor. Todos los creyentes cristianos pueden participar del servicio de comunión. (1 Corintios 10:16-17; 11:23-30; Mateo 26:17-30; Apocalipsis 3:20; Juan 6:48-63; 13:1-17)
17. Los dones y ministerios espirituales.
Dios concede a todos los miembros de su iglesia en todas las edades dones espirituales para que cada uno las emplee en amante ministerio por el bien común de la iglesia y la humanidad. Concedidos mediante la operación del Espíritu Santo, quien los distribuye entre cada miembro según su voluntad, los dones proveen todos los ministerios y habilidades necesarios para que la iglesia cumpla su función divinamente ordenada. De acuerdo con las Escrituras estos dones incluyen ministerios tales como fe, sanidad, profecía, predicación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión y servicio abnegado y caridad para ayudar y animar a nuestros semejantes. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para cumplir funciones reconocidas por la iglesia en los ministerios pastoral, de evangelización, apostólico y de enseñanza, particularmente necesarios a fin de equipar a los miembros para el servicio, edificar a la iglesia de modo que alcance madurez espiritual, y promover la unidad de la fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean estos dones espirituales como fieles mayordomos de las numerosas gracias de Dios, la iglesia es protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece gracias a un desarrollo que procede de Dios, y es edificada en la fe y el amor. (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:9-11, 27-28; Efesios 4:8, 11-16; Hechos 6:1-7; 1 Timoteo 3:1-13; 1 Pedro 4:10-11)
18. El don de profecía.
Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una de las características distintivas de la iglesia remanente y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una permanente y autorizada fuente de verdad, y proveen consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia. También establecen con claridad que la Biblia es la norma por la cual deben ser evaluadas toda enseñanza y toda experiencia. (Joel 2:28-29; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; 19:10)

V. LA DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA

19. La ley de Dios.
Los grandes principios de la ley de Dios están incorporados en los Diez Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor, la voluntad y el propósito de Dios con respecto a la conducta y las relaciones humanas, y están en vigencia para todos los seres humanos de todas las épocas. Esos preceptos constituyen la base del pacto de Dios con su pueblo y la norma del juicio divino. Por medio de la obra del Espíritu Santo señalan el pecado y avivan la necesidad de un Salvador. La salvación es sólo por gracia y no por obras, pero su fruto es la obediencia a los mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter cristiano y da como resultado una sensación de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor al Señor y preocupación por nuestros semejantes. La obediencia por fe demuestra el poder de Cristo para transformar vidas y por lo tanto fortalece el testimonio cristiano. (Éxodo 20:1-17; Salmos 40:7-8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio 28:1-14; Mateo 5:17-20; Hebreos 8:8-10; Juan 15:7-10; Efesios 2:8-10; 1 Juan 5:3; Romanos 8:3-4; Salmos 19:7-14)
20. El sábado.
El benéfico Creador descansó el séptimo día después de los seis días de la creación, e instituyó el sábado para todos los hombres como un monumento de su obra creadora. El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del séptimo día como día de reposo, adoración y ministerio, en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado. El sábado es un día de agradable comunión con Dios y con nuestros hermanos. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de santificación, una demostración de nuestra lealtad y una anticipación de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua de Dios del pacto eterno entre él y su pueblo. La gozosa observancia de este tiempo sagrado de tarde a tarde, de puesta de sol a puesta de sol, es una celebración de la obra creadora y redentora de Dios
(Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaías 56:5-6; 58:13-14; Mateo 12:1-12; Éxodo 31:13-17; Ezequiel 20:12, 20; Hebreos 4:1-11; Deuteronomio 5:12-15; Levíticos 23:32; Marcos 1:32)
21. La mayordomía.
Somos mayordomos de Dios, a quienes él ha confiado tiempo y oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus recursos. Somos responsables ante él por su empleo adecuado. Reconocemos que Dios es dueño de todo mediante nuestro fiel servicio a él y a nuestros semejantes, y mediante la devolución de los diezmos y las ofrendas para la proclamación de su evangelio y para el sostén y desarrollo de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que Dios nos ha concedido para que crezcamos en amor y para que logremos la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo fiel se regocija por las bendiciones que reciben los demás como fruto de su fidelidad. (Génesis 1:26-28; 2:15; 1 Crónicas 29:14; Hageo 1:3-11; Malaquías 3:8-12; 1 Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; 2 Corintios 8:1-15; Romanos 15:26-27)
22. Conducta cristiana.
Se nos invita a ser gente piadosa que piense, sienta y actúe en armonía con los principios del cielo. Para que el Espíritu vuelva a crear en nosotros el carácter de nuestro Señor, participamos solamente de lo que produce pureza, salud y gozo cristiano en nuestra vida. Esto significa que nuestras recreaciones y entretenimientos estarán en armonía con las más elevadas normas de gusto y belleza cristianos. Si bien reconocemos las diferencias culturales, nuestra vestimenta debiera ser sencilla, modesta y pulcra como corresponde a aquellos cuya verdadera belleza no consiste en el adorno exterior, sino en el inmarcesible ornamento de un espíritu apacible y tranquilo. Significa también que puesto que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, debemos cuidarlos inteligentemente. Junto con la práctica adecuada del ejercicio y el descanso, debemos adoptar un régimen alimentario lo más saludable posible, y abstenernos de alimentos impuros identificados como tales en las Escrituras. Puesto que las bebidas alcohólicas, el tabaco, y el empleo irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestros cuerpos, también nos abstendremos de ellos. En cambio, nos dedicaremos a todo lo que ponga nuestros pensamientos y cuerpos en armonía con la disciplina de Cristo, quien quiere que gocemos de salud, de alegría y de todo lo bueno. (Romanos 12:1-2; 1 Juan 2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2 Corintios 10:5; 6:14 - 7:1; 1 Pedro 3:1-4; 1 Corintios 6:19-20; 10:31; Levíticos 11:1-47; 3 Juan 2)

VI. LA DOCTRINA DE LOS ACONTECIMIENTOS FINALES

23. El matrimonio y la familia.
El matrimonio fue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús, para que fuera una unión por toda la vida entre un hombre y una mujer en amante compañerismo. Para el cristiano el matrimonio es un compromiso a la vez con Dios y con su cónyuge, y este paso debieran darlo sólo personas que participan de la misma fe. El amor mutuo, el honor, el respeto y la responsabilidad, son la trama y la urdimbre de esta relación, que debiera reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la perdurabilidad de la relación que existen entre Cristo y su iglesia. Con respecto al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia, a menos que sea por causa de fornicación y se casa con otra, comete adulterio. Aunque algunas relaciones familiares estén lejos de ser ideales, los socios en la relación matrimonial que se consagran plenamente el uno al otro en Cristo pueden lograr una amorosa unidad gracias a la dirección del Espíritu y al amante cuidado de la Iglesia. Dios bendice la familia y es su propósito que sus miembros se ayuden mutuamente hasta alcanzar la plena madurez. Los padres deben criar a sus hijos para que amen y obedezcan al Señor. Mediante el precepto y el ejemplo debieran enseñarles que Cristo disciplina amorosamente, que siempre es tierno y que se preocupa por sus criaturas, y que quiere que lleguen a ser miembros de su cuerpo, la familia de Dios. Una creciente intimidad familiar es uno de los rasgos característicos del último mensaje evangélico. (Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; Juan 2:1-11; 2 Corintios 6:14; Efesios 5:21-33; Mateo 5:31-32; Marcos 10:11-12; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:10-11; Éxodo 20:12; Efesios 6:1-4; Deuteronomio 6:5-9; Proverbios 22:6; Malaquías 4:5, 6)
24. El ministerio de Cristo en el santuario celestial.
Hay un santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre. En él Cristo ministra en nuestro favor, para poner a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844, al concluir el período profético de los 2.300 días, entró en la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Esta obra es un juicio investigador que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, tipificada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el día de la expiación. En el servicio simbólico el santuario se purificaba mediante la sangre de los sacrificios de animales, pero las cosas celestiales se purificaban mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador pone de manifiesto frente a las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo y por lo tanto se los considerará dignos, en él, de participar de la primera resurrección. También aclara quiénes entre los vivientes están morando en Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y en éI, por lo tanto estarán listos para ser trasladados a su reino eterno. Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que los que permanecieron leales a Dios recibirán el reino. La conclusión de este ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de prueba otorgado a los seres humanos antes de su segunda venida
(Hebreos 8:1-5; 4:1416; 9:11-28; 10:19-22; 1:3; 2:16, 17; Daniel 7:9-27; 8:13-14; 9:24-27; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Levíticos 16; Apocalipsis 14:6-7; 20:12: 14:12; 22:12)
25. La segunda venida de Cristo.
La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran culminación del evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y de alcance mundial. Cuando regrese, los justos muertos resucitarán y junto con los justos vivos serán glorificados y llevados al cielo, pero los impíos morirán. El hecho de que la mayor parte de las profecías esté alcanzando su pleno cumplimiento, unido a las actuales condiciones del mundo, nos indica que la venida de Cristo es inminente. El momento cuando ocurrirá este acontecimiento no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en todo tiempo
(Tito 2:13; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; Mateo 24:14; Apocalipsis 1:7; Mateo 24:43-44; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:51-54; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8; Apocalipsis 14:14-20; 19:11-21; Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6)
26. La muerte y la resurrección.
La paga del pecado es muerte. Pero Dios, el único que es inmortal, otorgará vida eterna a sus redimidos. Hasta ese día, la muerte constituye un estado de inconsciencia para todos los que hayan fallecido. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados y todos juntos serán arrebatados para salir al encuentro de su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los impíos, ocurrirá mil años después. (Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:5-6; Salmos 146:3-4; Juan 11:11-14; Colosenses 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:1-10)
27. El milenio y el fin del pecado.
El milenio es el reino de mil años de Cristo con sus santos en el cielo que se extiende entre la primera y la segunda resurrección. Durante ese tiempo serán juzgados los impíos; la tierra estará completamente desolada, sin habitantes humanos, pero sí ocupada por Satanás y sus ángeles. Al terminar ese período Cristo y sus santos, junto con la Santa Ciudad, descenderán del cielo a la tierra. Los impíos muertos resucitarán entonces, y junto con Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la tierra. De ese modo el universo será librado del pecado y de los pecadores para siempre (Apocalipsis 20; 1 Corintios 6:2-3; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-5; Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18-19)
28. La tierra nueva.
En la tierra nueva, donde morarán los justos, Dios proporcionará un hogar eterno para los redimidos y un ambiente perfecto para la vida, el amor y el gozo sin fin, y para aprender junto a su presencia. Porque allí Dios mismo morará con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte terminarán para siempre. El gran conflicto habrá terminado y el pecado no existirá más. Todas las cosas, animadas e inanimadas, declararán que Dios es amor, y él reinará para siempre jamás. Amén (2 Pedro 3:13; Isaías 35; 65:17-25; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7; 22:1-5; 11:15

EL MINISTERIO DE CRISTO - SANTUARIO CELESTIAL

LA LEY DE DIOS

24/10/2010

"EL DIA DEL SEÑOR" ¿QUAL EL SIGNIFICADO?

La frase “el día del Señor” usualmente identifica a eventos que tendrán lugar al final de la historia (Isaías 7:18-25) y con frecuencia es juntamente asociada con la frase “en aquel día.” Una clave para entender estas frases es notar que ellas siempre identifican un período de tiempo durante el cual Dios interviene personalmente en la historia, directa o indirectamente, para llevar a cabo algún aspecto específico de Su plan.

La mayoría de la gente asocia “el día del Señor” con un período de tiempo o un día especial que ocurrirá al final de los tiempos, cuando la voluntad de Dios y los propósitos para Su mundo y para la humanidad serán consumados. Algunos eruditos creen que “el día del Señor” será un mayor período de tiempo, más que un solo día – un período de tiempo cuando Cristo reinará sobre todo el mundo antes que Él limpie el cielo y la tierra como preparación para el estado eterno de toda la humanidad. Sin embargo otros eruditos creen que el día del Señor será un evento instantáneo, cuando Cristo regrese a la tierra a redimir a Sus fieles creyentes y a enviar a los incrédulos a la eterna condenación.

La frase “el día del Señor” es usada diecinueve veces en el Antiguo Testamento (Isaías 2:12; 13:6, 9: Ezequiel 13:5, 30:3; Joel 1:15, 2:1, 11, 31, 3:14; Amos 5:18, 20; Sofonías 1:7, 14; Zacarías 14:1; Malaquías 4:5) y cuatro veces en el Nuevo Testamento (Hechos 2:20; 2 Tesalonicenses 2:2; 2 Pedro 3:10). También es aludido en otros pasajes (Apocalipsis 6:17; 16:14).

Los pasajes del Antiguo Testamento que tratan sobre el día del Señor, con frecuencia transmiten un sentido de inminencia, cercanía y expectación: “Aullad, porque cerca está el día de Jehová..” (Isaías 13:6); “Porque cerca está el día, cerca está el día de Jehová;…” (Ezequiel 30:3); ¡Ay del día! Porque cercano está el día de Jehová..” (Joel 1:15); “…tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano.” (Joel 2:1); Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión.” (Joel 3:14); “Calla en la presencia de Jehová el Señor, porque el día de Jehová está cercano;…” (Sofonías 1:7) “Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo;…” (Sofonías 1:14). Esto es porque los pasajes del Antiguo Testamento sobre “el día del Señor” con frecuencia hablan tanto del cercano, como del lejano cumplimiento, de la misma forma que lo hace mucha de la profecía del Antiguo Testamento. Hay veces en que en el Antiguo Testamento, “el día del Señor” es usado para describir juicios históricos que ya habían sido ejecutados en al menos algún sentido (Isaías 13:6-22; Ezequiel 30:2.19; Joel 1:15; 3:14; Amos 5:18-20; Sofonías 1:14-18), mientras que otras veces se refiere a juicios divinos que tendrán lugar hacia el final de los tiempos (Joel 2:30-32; Zacarías 14:1; Malaquías 4:1,5).

El Nuevo testamento lo llama un día de “ira,” un día de “visitación,” y “el gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14) y se refiere al aún futuro cumplimiento cuando la ira de Dios sea derramada sobre el Israel incrédulo (Isaías 22; Jeremías 30:1-17; Joel 1-2; Amos 5; Sofonías 1), y sobre el mundo incrédulo (Ezequiel 38-39; Zacarías 14). Las Escrituras indican que “el día del Señor” vendrá de repente, como ladrón en la noche. (Sofonías 1:14-15; 2 Tesalonicenses 5:2); y por tanto, nosotros como cristianos debemos estar alertas y preparados para la venida de Cristo en cualquier momento.

Además de ser un tiempo de juicio, también será un tiempo de salvación, porque Dios librará al remanente de Israel, cumpliendo Su promesa de que “todo Israel será salvo.” (Romanos 11:26), perdonando sus pecados y reintegrado a Su pueblo elegido en la tierra que Él prometió a Abraham (Isaías 10:27; Jeremías 30:19-31, 40; Miqueas 4; Zacarías 13). El resultado final del día del Señor será que “La altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será exaltado en aquel día.” (Isaías 2:17). El último o final cumplimiento de las profecías concernientes al “día del Señor” vendrá al final de la historia, cuando con maravilloso poder, Dios castigará el mal y cumplirá todas Sus promesas.

20/10/2010

LA JUSTICIA DIVINA.

Introducción.
Reflexionar sobre las virtudes equivale a reflexionar sobre la imagen de hombre y de mujer que emerge del Evangelio, en consonancia con la recta razón. Por consiguiente, es un modo de entrar en los problemas de la ética a partir no de cada caso singular de la vida, sino de la determinación de los comportamientos fundamentales que hacen que la existencia humana sea moral.

La justicia humana.
Según San Ambrosio, “la justicia se refiere a la sociedad y a la comunidad del género humano”, es algo que regula las relaciones entre las personas. Todos nosotros nos damos cuenta de la importancia de esta virtud, por la cual se puede incluso morir: basta pensar en los magistrados como Falcone y Borsellino, para recibir todo el dramatismo del tema de la justicia.
Si el término “prudencia” – como lo hemos visto – ocurre raras veces en la Biblia, el término “justicia” es uno de los más usados en el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Entre los posibles pasajes bíblicos cito algunos: “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19, 15).
“¡Dichoso el hombre que teme al Señor, que en sus mandamientos mucho se complace! Fuerte será en la tierra su estirpe, vendita la raza de los hombres rectos. Hacienda y riquezas en su casa, su justicia por siempre permanece. En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, tierno, clemente y justo. Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos. No, será conmovido jamás, en memoria eterna permanece el justo; no tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en el Señor confiado. Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor. Lo ve el impío y se enfurece, rechinando sus dientes, se consume. El afán del impío se pierde” (Sal 112).
En el Antiguo Testamento la justicia es el fundamento de la vida comunitaria, es la virtud que promueve el orden positivo, constructivo, benéfico, de las relaciones de los hombres entre si y con Dios: decir “justo” equivale a decir “bueno”, “santo”, “perfecto”.
El Nuevo Testamento hereda ese vocabulario: “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un amo en el cielo”(Col 4,1).
También recordamos el versículo de Lucas, en el cual los padres de Juan el Bautista son señalados como “justos ante Dios” (1,6): era la alabanza más grande que se podía hacer. El evangelista Mateo subraya que José era un “hombre justo” (Mt 1, 19) porque era perfecto en todas su relaciones, con Dios y con los otros.
Entonces, impulsados por la lectura de los pasajes bíblicos, nos preguntamos: como virtud humana, moral, ¿qué es la justicia y en qué se basa?
Conocemos bien la definición clásica transmitida por la antigüedad griega y latina: justicia es dar a cada uno lo que le pertenece. Entonces ese valor social por el cual se reconocen los derechos de cada persona, así como se quiere que sean reconocidos y respetados los propios. En cierta manera, la justicia tiene que ver con los derechos de cada uno.
Entonces, se trata de comprender – y éste es el punto más importante de toda la reflexión – por qué alguno tiene un derecho. Hablamos de los derechos personales, inalienables, que nunca pueden ser pisoteados, por ningún motivo, por ninguna ganancia, por ningún interés.
Todo hombre y toda mujer tienen, desde el primer instante de su existencia, unos derechos nativos incalculables, porque cada uno – de cualquier raza, color cultura, educación, clase social, edad – ha sido creado por Dios. Y Dios nos creó a su imagen y semejanza, por consiguiente, con una dignidad y unos derechos propios, que se basan en la misma fuerza de la creación.
El fundamento de la justicia humana es la creación divina. Y desde el momento que Dios nos ha amado, nos ha creado como sujetos de un derecho inalienable, y quien ofende ese derecho ofende al mismo Dios.
Por consiguiente, la justicia tiene una dimensión divina y por eso es tomada en consideración incluso por aquellos que no saben dar razón de su fuente última. En los siglos pasados se ha intentado definir la justicia prescindiendo de Dios, basándola en un contrato humano: yo no realizo esta acción con respecto a ti para que tú no la realices con respecto a mí. Sin embargo, si no se acude al fundamento divino, no se logra definir claramente la inalienabilidad de los derechos.

La Justicia Divina.
Ahora queremos preguntarnos qué le agrega la Biblia al concepto humano (podríamos decir filosófico ) de justicia. Ya hemos subrayado que la Escritura habla de ella en el sentido humano común; sin embargo, ella la considera en un sentido mucho más amplio.
Añade al significado del término “justo”, “justicia”, algo más positivo, más creativo, que está incluido en el concepto de “justicia de Dios”, cualidad por la cual Dios es fiel a la alianza. Dios no sólo respeta nuestros derechos, sino que nos salva a nosotros, sus aliados, cuando somos oprimidos injustamente, cuando su pueblo queda empobrecido, reducido a la esclavitud. El Señor es justo porque restablece los derechos de los que son sus aliados. Aún más – y aquí es donde la justicia de Dios muestra su trascendencia con respecto a toda justicia humana – El perdona y rehabilita por amor, reconstruye en la plenitud de la dignidad incluso a quien hubiere ofendido los derechos divinos.
Entonces, mientras la justicia humana enseña a respetar los derechos ajenos, a restituir los derechos lesionados, la divina, que viene de Dios y que El infunde en nuestro corazón es más amplia, es salvífica, misericordiosa, perdona al pecador, lo levanta de nuevo, lo justifica (como escribe San Pablo), lo hace volver nuevamente justo. El amor divino hace justicia más allá de lo debido y lo hace con misericordia.
El Nuevo Testamento insiste mucho en esta justicia más grande: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”, como he citado anteriormente (Mt 5, 20).
Es una justicia que se expresa en el amor: “El que ama el prójimo, ha cumplido la ley” (Rm. 13, 8).
Es una justicia que se expresa en el amor: “Amad a vuestros enemigos, y rogad por los que os persiguen” ( Mt 5, 44).
Esta es la admirable construcción humano-divina de la justicia, que encontramos en las palabras de Jesús.

Comunicar la Palabra.
Me parece útil detenerme un poco ampliamente en reflexiones que nacen de lo que hemos evocado a propósito de la justicia y que expreso en forma de preguntas.

1. En el Evangelio según Lucas, Jesús afirma:”Lo que es del César, devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios” (20, 25).

¿Qué significa dar a Dios lo que le es debido? ¿Cómo y cuándo se lo damos? La justicia hacia Dios se llama “virtud de la religión”, precisamente para indicar que hay una justicia que se ha de ejercer con Dios. Pero no en el sentido de que podamos dar realmente a Dios en proporción de nuestra deuda, en efecto, como somos criatura, todo es suyo todo lo debemos a El. La religión es un acto de justicia que sabe que rendirle a Dios – más allá de la propia obediencia – adoración, alabanza, amor, confianza, culto. La religión es un acto de justicia que, al no poder igualar su deuda, se expresa en actitudes profundas, verdaderas, como son la alabanza, el silencio del corazón, la escucha, la acción de gracias.

Hagamos la prueba de preguntarnos: en las oraciones cotidianas, ¿tengo conciencia de lo que le debo a Dios? ¿ tengo conciencia de lo injusto que soy con Dios cuando me olvido de El?. Porque cada pecado, cada olvido de Dios es de alguna manera una injusticia. ¿En mis oraciones, lo adoro, lo alabo, lo bendigo, le profeso humildad y amor?. ¿Le dedico tiempo a Dios en mis jornadas?.

Y también:¿dedico tiempo a Dios en mi semana?.¿Participo en la Misa Dominical como un acto de justicia para con Dios?. No debemos creer que nuestra participación en la Misa o nuestra oración sean un gusto o una gentileza que le proporcionamos a Dios. Nosotros somos deudores de todo con El y, con algunos actos de culto, reconocemos nuestra condición de criaturas , nuestros sentimientos de gratitud.

A este propósito las Comunidades Religiosas deberían recordar que todo esto se expresa para ellas en la oración cotidiana, en la meditación asidua, en el silencio, en el ejercicio de la lectio divina, en el modo como se asiste y se vive la liturgia cotidiana: rindiendo alabanza, honor y gloria a Dios incluso por aquellos que no lo hacen.

2. Retomemos la primera parte del versículo lucano para preguntarnos: ¿qué significa dar al prójimo lo que le es debido?. ¿Cuáles son los obstáculos, los medios, el estilo?. Tenemos delante un campo inmenso, porque la justicia entre los hombres llega hasta cubrir todas nuestras relaciones sociales. ¿Quién es el prójimo de quien estoy obligado a respetar los derechos?. ¿A quién le debo justicia?.

Evidencio cuatro círculos concéntricos comenzando por el más restringido.
a) El prójimo son los papás a quienes debo honor, reverencia, respeto, obediencia; son los familiares a los cuales debo fraternidad, afecto, amor; son aquellos con quienes tengo relaciones de encuentro, de conversación, de amistad. Para este círculo, en realidad, no se puede hablar de justicia en sentido estricto, por cuanto no es justicia de intercambio, sino de respuesta amorosa, fraterna. Sin embargo, es fundamental para la existencia.
b) En la vida social, el prójimo son todos aquellos con quienes tengo relaciones de intercambio: de contrato, de trabajo, de comercio, de asociación, de compraventa, de prestaciones recíprocas.
¿Cómo practico la justicia en este tipo de relaciones?
c) Un círculo aún más amplio es aquel de la justicia en la vida política. Esa justicia concierne a cuantos tiene una responsabilidad administrativa, social, política; administradores, funcionarios de entidades privadas o públicas, responsables de alguna realidad social, todos los políticos. Por las desviaciones dramáticas a las cuales a veces asistimos, nos damos cuenta de cuán importante es este campo de la justicia y cómo las desviaciones rompen el tejido de la sociedad, ese tejido básico sobre el cual se instaura la capacidad de vivir juntos.
d) Existe un cuarto círculo, donde el prójimo son aquellos hacia los cuales le tengo una responsabilidad más remota, porque están lejos; pero se trata de una responsabilidad real: los países del Tercer Mundo, por ejemplo, con respecto a los cuales los países del Norte deben practicar la justicia. Y luego, cada uno de nosotros, cada grupo social, tiene una responsabilidad con respecto al ambiente, porque el problema toca a las generaciones presentes, pero también las futuras, de las cuales somos responsables.

Entonces, el campo de nuestras responsabilidades es amplio: va desde los lugares donde la justicia es más fácilmente determinable con criterios minuciosos, hasta los lugares donde la justicia nos responsabiliza por los otros, por la humanidad entera, por el futuro de la humanidad (cf. Estoy a la puerta, nn. 25-28.39-40).

Conclusión.
Recordemos siempre que la raíz de la justicia está en la creación querida por Dios. Es El en definitiva quien garantiza toda justicia; es El quien ante todo hace justicia a quienes nos desviamos, somos pobres, pecadores; es El quien nos perdona, nos rehabilita, nos ama; y por justicia salvífica, podemos también nosotros expresar justicia, bondad, amor, perdón hacia todos los otros, podemos vivir algo de esa justicia del Reino que pedimos cada día en el Padrenuestro: “¡Venga Tu Reino!”.

10/10/2010

¿CÓMO PUEDO SABER SI SOY SALVO?

Ya que la evidencia de una genuina salvación es la presencia del Espíritu Santo en el individuo, ¿cómo se puede verificar esto? ¿Cómo podemos estar razonablemente seguros de nosotros, así como de otros, sin ser culpables de juzgar? Para contestar esto, tomemos primero nuestro propio caso; hay varias "pruebas" que podemos tomar para determinar Su presencia dentro de nosotros: (todas las citas son tomadas de La Biblia Reina-Valera, revisión de 1960).

1. Romanos 8:16 nos dice: “El Espíritu mismo [entonces] da testimonio a nuestro espíritu, [asegurándonos] de que somos hijos de Dios’’. ¡Primero que todo, tenemos el testimonio inconmovible dentro de nosotros! El Espíritu de Dios que mora en nosotros constantemente nos asegura que pertenecemos a Jesucristo. “Sabemos’’ por intuición que esto es un hecho.

2. Todo el libro de Primera de Juan fue escrito como una “prueba’’ para determinar la realidad de la salvación. El versículo tres del capítulo uno nos dice: “Lo que hemos visto y [nosotros] oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión [que es la marca que distingue a los cristianos] verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo’’, el Mesías. La comunión que disfrutan los cristianos genuinos es prueba positiva de la salvación. Aquellos que dicen creer en Cristo, pero sin embargo raramente asisten a la iglesia para adorar a Dios y asociarse con otros creyentes, ¡posiblemente se están engañando a sí mismos! ¡Un cristiano que ha dado marcha atrás puede mantenerse fuera de la iglesia y lejos de otros creyentes, pero les garantizo por experiencia de primera mano que nunca habrá un momento en que se sienta cómodo con ello! En la otra cara de la moneda tenemos que el versículo 8 enseña que si negamos la existencia del pecado dentro de nosotros, la Verdad no está en nosotros. El versículo 3 del capítulo dos nos enseña que somos genuinos y “crecemos en gracia y conocimiento de Cristo’’, si guardamos sus mandamientos. El versículo 10 nos enseña que somos de Cristo si amamos a los hermanos. Una vez más, aquellos que se ausentan habitualmente de la casa de Dios y no evidencian que aman el estar cerca de los hijos de Dios, tienen mucha posibilidad de ser cizaña y no trigo. El versículo 15 nos enseña que si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. "Cristianos mundanos'' es casi una contradicción de términos y aquellos que dicen creer en Cristo, pero todavía se aferran al sistema de valores de este mundo, son sospechosos.

3. 1 Juan 5:13 nos informa de que el libro entero de 1 Juan fue escrito de modo que podamos saber que tenemos vida eterna en Cristo.

4. La Palabra de Dios nos enseña que la Biblia es incomprensible para el “hombre natural’’; Ella es un libro espiritual y la persona que no es salva no sólo esta ciega espiritualmente, sino que 1 Corintios 2:14 nos dice que “es incapaz’’ de saber aquello que se discierne espiritualmente. ¿Entiende usted la Biblia? ¿Tiene sentido para usted y le habla a su corazón? ¿Lo declara culpable de su pecado y le enseña el camino correcto?

5. La Biblia es bien clara al afirmar que un individuo no regenerado no busca a Dios (Rom. 3:11). ¿Está usted consciente de su naturaleza pecaminosa y le ha pedido a Dios desde lo profundo de su corazón que perdone sus pecados? Si es así, esta es una de las señales de haber nacido de nuevo.

¿Se disgusta su alma y su conciencia cuando ve el pecado en la cultura que le rodea?
Cuando usted ve un horrendo pecado en público o en la televisión, centro de diversión o en cualquier otro sitio en que se encuentre, ¿siente usted un gran disgusto en su espíritu? La Biblia habla de Lot, quien fue lo suficientemente necio como para vivir y hacer negocios en Sodoma: “y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos).” [2 Pedro 2:7-8]

Si su corazón se “disgusta” por el terrible pecado de nuestra cultura, esa es una excelente muestra de que usted es salvo; si su corazón no se disgusta por este pecado, esa es una excelente muestra de que no lo es.

6.-La Biblia dice que un individuo no regenerado es un esclavo de Satanás y es incapaz de hacer algo para resolverlo (Efesios 2:2). ¿Ha sido usted capaz de darle la espalda a este mundo y a sus pecados? ¿Son todos tus amigos más cercanos Cristianos? ¡Si usted ha nacido de nuevo, sus amigos no creyentes van a tratar de atraerlo a sus malos hábitos! (Solo como una ilustración, eche un poco de lubricante “WD-40” en una superficie mojada con agua y mire cuan rápido el agua se retira! Una genuina dosis de salvación es como el WD-40 con lo que respecta a amigos reprobados.)

7.-¿Ama usted- realmente ama- a los Cristianos y prefiere estar con ellos más que con cualquier otro grupo? ¿Puede usted conocer a un extraño, y al descubrir que es un creyente tener una amistad instantánea con él? ¿Hay “algo” en su corazón que lo atrae hacia ellos y le hace establecer una cercanía que no puede ser explicada de otra forma? [En el Punto No. 2 hacemos alusión a esto]

8.- ¿Disfruta usted dar para la obra de Dios? ¿Da usted generosamente su tiempo, talento, y riquezas?

9.- ¿Peca menos ahora que antes de recibir a Cristo?

10.- ¿Han visto otras personas el “fruto del Espíritu” obrando en su vida? Es decir, ¿pueden ver ellos el amor, el gozo, la paz, paciencia, etc., (Gálatas 5:22), trabajando dentro y en usted por medio del Espíritu Santo de Dios? ¿Pueden ellos sentir que usted es una persona diferente de lo que antes era?

11.- ¿Ha experimentado persecución por causa de su fe en Cristo? (Sus amigos que le han dado la espalda por su testimonio de Cristo, es una forma sutil de persecución).

12.- ¿Espera usted ansiosamente el inminente retorno de Jesucristo por su Iglesia?

¡Si realmente usted puede contestar que “sí’’ a estas preguntas, usted es un hijo de Dios y el Espíritu Santo mora en usted! ¡Si usted no puede contestar a sinceridad que “sí’’ a estas preguntas, entonces usted probablemente no es salvo y necesita ir al final de esta página al mensaje de Salvación y repasar los pasos con honestidad y sinceridad de corazón de modo que usted pueda ser salvo!

“Usted tiene que nacer de nuevo’’

La Biblia es bien clara en cuanto a la necesidad de que la persona tiene que “Nacer de Nuevo’’ si quiere recibir la vida eterna. Jesús usó este término, en Juan 3:3-7, cuando le dijo a Nicodemo: “Tienes que nacer de nuevo’’ para entrar en el Reino de Dios. Ya que esta necesidad es tan crítica, Satanás ha atacado con todo su poder por dos mil años, haciendo que la mayoría de las iglesias “cristianas’’ dejen de enseñar esta doctrina, aunque nadie puede ser salvo sin experimentar esta maravillosa conversión espiritual. Sin embargo, el arma más efectiva de Satanás contra los Nacidos de Nuevo ha sido, y es , la confusión.

Afortunadamente, en forma amorosa Jesús hizo este proceso de transformación muy simple, tan simple que incluso aquellos que son retardados o poco educados pueden comprenderlo. Hay varios pasos para Nacer de Nuevo, los cuales son:

1. Entienda que TODOS los hombres que han nacido son pecadores. Romanos 3:23, dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios’’. Este mensaje de que todos los hombres son pecadores es ampliamente repetido a través de la Escritura. Esto significa que usted es un pecador a los ojos de un Dios airado, que debe castigar todo pecado. ¿Cree usted que es un pecador?

2. Ya que el hombre es un pecador imperfecto, y Dios es un Dios perfecto, ningún hombre puede salvarse a sí mismo. Jesús estableció claramente esta realidad en Mateo 5:48, cuando dijo: “Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’’.

Si todos tenemos que ser perfeccionados a los ojos de Dios, ¿cómo puede llegar alguien al cielo, especialmente ya que la Biblia declara, repetidamente, que TODAS las personas son pecadoras? Obviamente, nadie va a llegar al cielo de esta forma, tratando de ser “lo suficientemente bueno’’ como para merecer el cielo. Ya que la Biblia dice que habrá incontables millones de millones en el cielo, debe haber alguna otra forma de llegar allá, otra que no sea el de tratar de ser “lo suficientemente bueno’’.

Usted también debe sentir mucho dolor por sus pecados, y debe querer que les sean perdonados. A esto se le conoce como Arrepentimiento. La palabra Arrepentirse significa sentir mucho dolor por causa de nuestros pecados, y un deseo de no querer pecar más. Arrepentimiento significa el deseo de dar un giro de 180 grados a su vida. Esto no significa que usted no volverá a pecar otra vez, sino que significa que el pecado se convertirá en la excepción en su vida, no en la regla.

3. Cuando el Hijo sin pecado de Dios, Jesucristo, derramó su preciosa sangre en la cruz del Calvario, murió por los pecados del mundo, es decir murió en lugar nuestro, como un sustituto expiatorio. Y al hacer eso, sufrió la ira de Dios el Padre por nuestros pecados. El pagó el castigo por ese pecado en Su propio cuerpo y compró su eterna redención. ¡Esto lo capacita para dar como un don gratuito Su propia santidad y justicia a aquellos que creen en El y confían en El para su salvación, haciéndolos absolutamente perfectos a los ojos de Dios! Romanos 6:23 dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro’’. Ninguno de nosotros merece ser salvo; en su amor y misericordia Dios extiende su gracia a aquellos que han de creer. Gracia se define como “favor inmerecido’’.

4. En Efesios 2:8-9, el apóstol Pablo reitera su enseñanza de que la vida eterna con Dios es un don gratuito. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe’’. Ningún hombre puede estar de pie ante Dios por la eternidad, y gloriarse de que “ganó’’ su entrada al cielo. Todas las personas en el cielo estarán allí sólo por el don GRATUITO de Jesús, que El obtuvo de Dios debido a su sacrificio sustitutivo en la cruz. En lugar de castigar los pecados individuales de cada persona, Dios echó todos esos pecados sobre Jesús en la cruz (Isaías 53:2-12).

Ahora, usted probablemente está pensando, “¿Cómo puedo obtener este regalo gratuito de la vida eterna?’’. Nuevamente, la Biblia no se queda callada. En Hechos 16:25-33, el carcelero le preguntó ansiosamente a Pablo: “¿Qué tengo que hacer para ser salvo?’’. Pablo le respondió: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo...’’, versículo 31. Usted debe CREER en Jesucristo como su Señor y Salvador. Para creer de verdad, usted debe poner toda su fe y confianza en Cristo y depender de El como su única esperanza de salvación y vida eterna. Esto es un asunto del corazón y usted no puede esperar que engañará a Dios fingiendo, porque El lo sabe todo sobre usted. Muchas personas creen erróneamente que por el solo hecho de creer en los acontecimientos concernientes a la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, recibirán automáticamente el regalo de la vida eterna. Pero ese no es el caso. Los predicadores le llaman a eso “conocer con la cabeza y no conocer con el corazón’’. La salvación se otorga gratis, pero sólo para aquellos que son creyentes genuinos.

5. En Juan 1:1,14, vemos que Jesucristo es Dios, igual a Dios, presente con Dios desde antes del inicio del tiempo, y el verdadero Creador del Universo. El es 100% Dios y 100% humano al mismo tiempo, lo cual es la razón por la que El usó ambos títulos durante su ministerio, Hijo de Dios e hijo del hombre. Para ser Nacido de Nuevo, usted debe creer en esta doctrina sobre Jesucristo.

El versículo 14 es el más importante, la enseñanza de que Jesús se hizo hombre. Esta enseñanza se convierte en un punto de separación entre los seguidores de Cristo y del Anticristo. En 1 Juan 4:1-3, vemos que cualquiera que niega que Jesús ha venido en carne es el espíritu del anticristo. Esto es justo lo que los gnósticos de ese día estaban diciendo, que Jesús el humano no era el Dios Mesías encarnado; en su lugar, la “Conciencia del Cristo’’, la “Conciencia del Mesías’’, le llegó a Jesús en su bautismo y lo abandonó en la cruz; ellos creen que Jesús no era Dios y Hombre. El movimiento de la nueva era y la masonería han resucitado esta blasfemia y le han añadido.

6. Isaías 53:6 predice exactamente lo que Jesucristo hizo por nosotros en la cruz: “Jehová [Dios el Padre] cargó en él el pecado de todos nosotros’’. ¡Alabado sea Dios! ¡Sólo la sabiduría, la gracia, y el poder del Dios Todopoderoso podría concebir un plan de salvación tan benévolo! La naturaleza de Dios es tal que el pecado debe ser castigado. ¡Punto! Pero Dios estableció un plan por el cual un sustituto inocente sería castigado en lugar de la persona culpable. En el Viejo Testamento, Dios permitió que el cordero fuera el sacrificio sustitutivo por el pecado; Jesús entonces se convirtió en el sacrificio sustitutivo final, por todos los pecados del mundo. El suyo fue el sacrificio perfecto, que nunca necesita ser repetido, y que salva a todas las personas para siempre jamás.

Usted debe creer, y entender, este principio del Castigo Sustitutivo, antes de que usted pueda Nacer de Nuevo. Y usted debe creer que Jesucristo se convirtió en el Castigo Sustituto Perfecto por USTED, antes de que pueda Nacer de Nuevo.

Ahora que usted entiende estas Verdades, y cree que son para su vida, necesita entender cómo puede obtener este regalo GRATIS de la vida eterna a través de Jesucristo. Después de todo, si yo fuera a tratar de darle a usted un regalo GRATIS, ese regalo no se convertiría en suyo si usted se rehusara a extender su brazo y tomar ese regalo de mi mano. Así que está aquí. Usted debe extender su brazo y tomar este regalo GRATIS de la Vida Eterna de la mano de Jesucristo. ¿Cómo se hace esto?

Mediante la Fe Salvadora.

Note que dije Fe Salvadora. Hay tipos de fe que no harán que usted se salve. Usted podría tener una fe de “conocimiento mental’’ que simplemente afirma intelectualmente los hechos de la persona de Jesucristo, pero eso no es la Fe Salvadora. Usted podría estar en una “iglesia’’ o en una secta que enseña muchas verdades sobre Jesucristo, pero que enseña que usted debe hacer muchas cosas para ganarse la entrada al cielo. Esto no es la Fe Salvadora.

La Fe Salvadora es creer en Jesucristo, y sólo en El, para su Salvación.

Si usted piensa que necesita hacer cualquier cosa para ser salvo en vez de creer en la obra de Jesús en la cruz, usted es culpable de violar Efesios 2:8-9 e Isaías 53:6b. La mayoría de las sectas y de las falsas religiones cristianas yerran en este punto; añaden cosas que son “necesarias’’ para la salvación, u ofrecen una forma falsa de llegar al cielo, como la salvación por el bautismo.

¿Desea usted este Regalo de la Vida Eterna por el cual Jesús dejó el cielo y murió en la cruz para dárselo? Si su respuesta es “Sí’’, inmediatamente usted puede tener Vida Eterna.

Déjeme aclarar exactamente lo que esto implica. Primero, usted va a transferir su confianza, su esperanza de vida eterna de lo que usted ha estado haciendo a lo que Jesucristo ha hecho por usted en la cruz. Jesús tomará su pecado y le transferirá A USTED Su posición Justa que El tiene delante de Dios el Padre, lo que llamamos Su justicia. Esto significa que aunque hemos dejado repetidamente de seguir los mandamientos de Dios, Cristo obedeció en forma perfecta todas las leyes de Dios. El vivió la vida perfecta, de modo que El pudiera ser el perfecto sacrificio inocente y sustitutivo que Dios pudiera aceptar por sus [los de usted] pecados, y los pecados del mundo entero, para todos los que crean en El.

¿Está usted dispuesto a arrepentirse ahora mismo de sus pecados, y convertirse en un miembro responsable de la familia eterna de Dios, siguiéndole y sirviéndole como miembro de Su familia eterna, siguiéndole y sirviéndole como miembro de Su cuerpo, la Iglesia? Si su respuesta de corazón es “Sí’’, entonces podemos ir a El en oración, y podemos decirle que usted quiere dejar de confiar en cualquier otra cosa para su Salvación Eterna, especialmente en cuanto a lo que usted pueda hacer por sí mismo. Usted puede poner su confianza en El y sólo en El para su salvación. Antes de que digamos esta simple oración, necesito señalar que el Señor Jesucristo está mirando más su corazón que escuchando lo que dicen sus labios. Como El prometió, “Y me buscaréis, y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón'' (Jeremías 29:13).

Si esto es lo que usted le está pidiendo, entonces el Señor escuchará su oración y le dará la vida eterna, ahora mismo, en la privacidad de su hogar, déjeme orar.

“Padre, te pido que le otorgues el regalo GRATUITO de la vida eterna. Que tu Espíritu Santo lo atraiga a él o la atraiga a ella a Ti Mismo. Dale fe para creer Tus maravillosas promesas. Dale arrepentimiento para abandonar sus pecados. Revélale hoy a Jesucristo crucificado como el perfecto sacrificio sustitutivo’’.

Ahora mismo Jesucristo está con usted. Usted ahora no está hablando con nadie, sino con El. Si realmente usted quiere Nacer de Nuevo, dentro de la Familia Eterna de Dios por medio de Jesucristo, diga esta oración, pero de corazón.

“Señor Jesús, quiero que vengas y tomes mi vida ahora. Soy un pecador. He estado confiando en mí mismo y en mis buenas obras, y en otras cosas. Pero ahora pongo en ti mi confianza. Quiero que Tú seas mi salvador personal. Creo que Tú moriste por mí. Te recibo como mi Señor y el Amo de mi vida. Ayúdame a abandonar mis pecados y a seguirte. Te doy gracias por Tu oferta del regalo GRATUITO de la vida eterna. No lo merezco, pero gracias por él. Amén’’.

Ahora, permítame orar. “Padre, has escuchado la oración que se ha dicho. Te pido en este momento de paz, que Tu Espíritu Santo le dé absoluta seguridad de la vida eterna; le otorgue la certidumbre de que sus pecados han sido perdonados. Concédele que pueda escuchar, en lo profundo de su alma, Tu voz diciendo: “Tus pecados te son perdonados. Ve en paz’’. Concédele, oh Jesús, que pueda escuchar tu voz diciendo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, así he alejado tus pecados de ti, para nunca más recordarlos en tu contra. [La persona] que crea en Mí nunca vendrá a condenación. El que cree en mí ha pasado de muerte a vida. El que cree en mí no morirá, sino que tiene vida eterna [parafraseado el Salmo 103:12; Juan 3:18; 5:24; 3:16]. En el nombre de Jesús oro. Amén’’.

Usted acaba de repetir la oración más importante que haya dicho en su vida. Si fue sincero en esta oración, quiero que vea lo que dice Jesús sobre lo que usted acaba de hacer. En Juan 6:47, Jesús dice: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna’’. En su oración usted no oyó coros de ángeles ni vio visiones; sin embargo, por un simple acto de fe, usted ha puesto su confianza para su salvación eterna en Jesucristo.

La Fe que Salva es confiar SOLO en Jesucristo para recibir la salvación. Si usted sintió en su corazón lo que dijo con sus labios, usted tiene la promesa de Jesucristo de que El ha perdonado sus pecados, y lo ha adoptado en su reino, y le ha dado vida eterna en el cielo con El.

Si esto suena tan simple que usted tiene problemas para creer que pueda ser cierto, la Biblia le asegura que es definitivamente ciertísimo. A través de los siglos, el hombre ha complicado en forma deliberada este sencillo Plan de Salvación, ¡por lo que la mayoría de las personas no saben la forma tan simple y sencilla en que Dios ha planeado que sea la salvación a través de Jesucristo! Es por esto por lo que Jesús dijo que nadie puede arrebatar a ninguno de los Suyos, que son Nacidos de Nuevo, de la mano del Padre.

¿Cómo usted puede saber con seguridad que ha nacido de nuevo? Por favor, no espere una experiencia que haga que “la tierra tiemble’’, porque en la mayoría de los casos sucede en una forma bastante pacífica, una sensación de alivio y de que se ha levantado una carga. No habrá fuegos artificiales ni ninguna banda tocará, sólo una profunda calma que está muy adentro. Pero con el correr del tiempo, he encontrado que uno de los mejores indicadores del Nuevo Nacimiento es un genuino entendimiento de la Palabra de Dios. Antes de Nacer de Nuevo, el “hombre natural’’, como lo llama la Biblia (una persona perdida), no puede entender la Biblia porque se discierne espiritualmente (1 Corintios 2:14). ¡Sin duda, para él es una tontería!

Así que cuando la Palabra comienza a tener sentido, a hablarle a su corazón, y declararlo culpable de pecado en su vida, es un buen indicador de que usted tiene el Espíritu de Dios residiendo en usted. Vea, el cristiano obtiene una nueva naturaleza espiritual mediante el Nuevo Nacimiento, pero no se deshace de la vieja naturaleza con que nació. Es por eso que es tan vitalmente importante que “crezcamos en gracia y en el conocimiento de Jesucristo’’ (2 Pedro 3:18). Debemos cooperar con el Espíritu Santo mientras caminamos a través de este mundo pecaminoso y profano que nos rodea. El Espíritu Santo literalmente establece residencia en nosotros cuando Nacemos de Nuevo y nunca nos dejará ni nos desamparará.

Otra maravillosa evidencia de la salvación genuina se encuentra en el “fruto del Espíritu’’ (Gálatas 5:22) que se manifiesta en nuestra vida diaria a medida que el Espíritu Santo obra dentro de nosotros. ¡Su presencia se manifestará al mundo exterior mediante el amor, gozo, paz, paciencia, fe, etc., que ellos ven en nosotros! Entonces, la Biblia nos dice en Romanos 8:16 que: “El espíritu mismo (literalmente El mismo) da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios’’. En otras palabras, el Espíritu Santo que vive en lo profundo de nosotros nos dice que le pertenecemos a Dios.

¡Pero El ha hecho mucho más! En Apocalipsis 3:20, Jesús prometió: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo [y El ha estado llamando a la puerta de su corazón, y usted acaba de abrir la puerta para dejarlo entrar]; si alguno oyere mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo’’. ¡Jesucristo acaba de entrar EN SU CORAZÓN a través de la obra del Espíritu Santo, para vivir en su corazón por el resto de su vida! Qué gran noticia, porque ahora tenemos dentro de nosotros el mismo poder del Espíritu Santo que levantó a Jesús de entre los muertos [Romanos 8:11]. De hecho, lea Romanos 8 para ver todas las ventajas que tenemos debido a que el Espíritu Santo habita en nosotros diariamente.

¡La salvación mediante la sangre derramada por Jesucristo en el Calvario le da a usted una profunda y permanente Relación Personal con su Santo Espíritu mientras usted viva en esta tierra! ¡Mientras vaya leyendo la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, entenderá la maravillosa profundidad que puede alcanzar en la relación entre usted y su Creador! ¡La salvación produce una relación que enriquecerá profundamente su vida diaria! ¡Usted nunca hubiera creído, antes de Nacer de Nuevo, qué clase de vida se ha estado perdiendo por tanto tiempo!

08/10/2010

JESUS DE NAZARET, SEÑOR Y CRISTO


1. En nuestro tiempo, dos mil años después, la pregunta sigue viva: ¿quién es Jesús de Nazaret? ¿Un mito? ¿Un profeta? ¿Un revolucionario? ¿Un hermano para cada hombre? ¿Alguien que actúa en nuestra vida? ¿Aquel sin el cual nada tendría sentido? Nos acercamos a su personalidad, avanzando poco a poco, por aproximaciones sucesivas: desde los datos más externos (incluso contrarios) hasta los aspectos más profundos, que sólo pueden conocerse en una experiencia viva de fe.

2. Comenzamos por los datos más externos. Jesús de Nazaret aparece entre nosotros humildemente, como un hombre cualquiera (Flp 2,7). Nace en Belén (Mt 2,1;Lc 2,4) a comienzos de nuestra era, bajo el mandato del emperador Augusto (del 27 a.C. al 14 d.C.) y del rey Herodes (del 27 al 4 a.C.), pero es en Nazaret, donde se ha criado (Lc 4,16). Bautizado por Juan en el año quince del emperador Tiberio (Lc 3,1.21; hacia el 28 d.C.), comienza su misión, cuando tiene unos treinta años (Lc 3,23). Condenado bajo Poncio Pilato (26-36 d.C.), muere crucificado hacia el año 30.

3. Las fuentes no cristianas hablan de Jesús, cuando los cristianos ya son muchos. El historiador romano Tácito (a principios del siglo II) lo hace al tratar de la primera persecución de los cristianos en tiempo de Nerón (el año 64 d.C.): "Este nombre viene de Cristo, que el procurador Poncio Pilato había condenado a muerte, bajo el reinado de Tiberio. Esta odiosa superstición, reprimida durante algún tiempo, se extendió de nuevo, no sólo en Judea, donde el mal había nacido, sino también en Roma adonde confluye todo lo detestable y deshonroso que el mundo produce y donde ella ha encontrado numerosos adeptos" (Anales 15,44).

4. Otras fuentes no cristianas: Una carta del gobernador de Asia Menor, Plinio el Joven, al emperador Trajano (año 110 d.C.), dice, entre otras cosas, que los cristianos se reúnen con fecha fija en una comida ordinaria y que, aparte de negarse a dar culto al emperador, "cantan un himno en honor de Cristo, como si fuera Dios" (Cartas 10,96; ver también Suetonio, Vida de Claudio 25,4). Hacia el año 90, el historiador judío Flavio Josefo habla de la lapidación, el año 62, de Santiago, el "hermano de Jesús, llamado el Cristo" (Antigüedades judías XX,9,1; ver Hch 12,2.17). En el Talmud judío se puede leer: "Jesús de Nazaret fue colgado de una cruz, porque practicaba la magia y sacaba del buen camino al pueblo".

5. Los adversarios acusan a Jesús de hablar como profeta, pero sin vivir como profeta. Comparan su manera de vivir con la de Juan: Juan y sus discípulos ayunan, Jesús come y bebe (Mt 11,16-19). Además, le consideran peligroso: trastorna el orden establecido, rompe las reglas del juego religioso y social. Le acusan de quebrantar el sábado, de hacerse a sí mismo igual a Dios (Jn 5,18), de estar endemoniado (8,48;Lc 11,15). Por supuesto, Jesús no enseña la vieja teología saducea. Los saduceos son partidarios del pacto con el imperio, piensan que Dios abandona al mundo a su destino, dicen que la resurrección es una novedad sin fundamento.

6. La gente que le sigue percibe en Jesús un profeta (Mt 16,14). Es por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec (Sal 110,4; Hb 5,6), pero no es sacerdote levítico. En el contexto social y religioso de su tiempo Jesús aparece cual profeta laico, vestido normal (ver Jn 19,23). Sospechoso para la clase sacerdotal, inicia un movimiento cuyos seguidores son gentes sencillas. Enseña la Palabra y forma comunidad (Mc 2,3; Lc 8,21). Su modo de enseñar es profano, popular, directo. Anuncia al pueblo la acción de Dios en la historia (Mt 3,2), proclama las señales que liberan (Mt 11,5).

7. Jesús es un hombre libre. Se debe a su propia misión por encima del pan (Lc 4,4), por encima del tener (9,58), por encima del poder (13,31-33), por encima de la familia (8,19), incluso renunciando a una vida conyugal (Mt 19,12). Esta libertad es insólita. Los discípulos que le siguen presienten en él una personalidad excepcional. Perciben, más o menos conscientemente, que esa personalidad no tiene fundamento en sí misma, sino en otra parte. Así, por ejemplo, se pregunta la samaritana: ¿No será el Cristo? (Jn 4,29).

8. El título hebreo de Mesías (en griego, Cristo, que significa Ungido) alude al rey tanto tiempo esperado, que reemplazaría el dominio extranjero por la soberanía de Dios. Era un título peligroso, pues estaba asociado con expectativas políticas nacionalistas. Aunque al menos uno de sus discípulos, Simón el Zelota (Lc 6,16), lo hubiera sido, en ningún lugar aparece Jesús como partidario de la revolución violenta. En el proceso que se le hace, Jesús precisa su posición: Mi reino no es de este mundo (Jn 18,36). A pesar de todo, se le condena por subversivo, como dice el letrero de la cruz: rey de los judíos (19,19).

9. En el fondo, la causa de Jesús es de tipo religioso, pero tiene sus consecuencias sociales y políticas. Jesús se enfrenta al sistema religioso, político y social, simbolizado en el templo (Mc 11,17; Jn 2,13-22). Todo está dominado por las mismas personas: una jerarquía sacerdotal, que recibe su ministerio por herencia, que no goza de la simpatía popular y que -en dependencia del poder romano de ocupación- ejerce su poder junto con otros grupos influyentes: los fariseos, los saduceos, los ricos. Las imprecaciones que lanzó contra ellos manifiestan una gran indignación (Lc 11,39-54; 6,24). Jesús condena su actitud presuntuosa (Lc 18,9-14) y su papel social y religioso (Mt 23). Y opta por los pequeños y los pobres (Lc 4,18), por la muchedumbre sometida por los poderosos (Mt 9,36).

10. Jesús se define a sí mismo con un título misterioso: el hijo del hombre. En los evangelios aparece siempre en boca de Jesús (Mc 10,33; Jn 9,35). Procede de la profecía de Daniel. A un pueblo creyente, perseguido a muerte por poderes bestiales, se le anuncia una esperanza: como un hijo de hombre que viene sobre las nubes del cielo, a quien se le da un reino que no será destruido jamás (Dn 7,13-14). En el sueño de Daniel, realidades humanas (políticas) aparecen como bestias salvajes y realidades divinas aparecen como personas humanas (Dios, el Hijo del hombre). Jesús es el Hijo del hombre, crucificado por poderes bestiales y constituido Señor de la historia, lo mismo que Dios. En impresionante desafío, le dijo Jesús a Caifás: A partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y venir sobre las nubes del cielo (Mt 26,64).

11. Además, Jesús se define a sí mismo como el hijo de Dios. En la Biblia, este título se usa frecuentemente para expresar una relación especial del hombre con Dios: así el justo es hijo de Dios (Sb 2,18); también lo son los que reciben la Palabra (Jn 1,12-13) y los que resucitan (Lc 20,36). Sin embargo en Jesús ese título recibe una significación única: es el hijo (Mc 13,32;Mt 11,27;21,37), igual al padre: Yo y el padre somos uno (Jn 10,30;ver 5,16-18). El término de Hijo expresa que la relación de Jesús con Dios es la máxima posible. Enseñando en el templo, Jesús plantea la cuestión de su propia identidad, identidad que rompe los esquemas mentales del judaísmo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es el hijo de David? David mismo dijo, movido por el espíritu santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha...El mismo David le llama Señor: ¿cómo entonces puede ser hijo suyo? (Mc 12,35-37;ver Sal 110).

12. La Iglesia naciente considera como lo esencial de su fe la confesión de Cristo. Lo proclama Pedro el día de Pentecostés: Dios le ha constituido Señor y Cristo (Hch 2,36). Y también: Bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre en el que podamos salvarnos. Lo canta Pablo: Dios lo levantó sobre todo y le dio el nombre-sobre-todo-nombre (Flp 2,9). El es imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, todo tiene en él su consistencia, es el primogénito de entre los muertos (Col 1,15-20;ver Lc 20,36).

13. Jesús es el Señor, lo mismo que Dios, y tiene con el Padre una relación de origen: es el hijo de Dios. Por inspiración divina, lo anticipó Pedro en la confesión de Cesarea (Mt 16,16;ver Mc 1,11). Lo es desde siempre. Todo el Evangelio se ordena a esto: que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios (Jn 20,31). El es la Palabra que acampa entre nosotros (1,14). La confesión de fe se expresa en fórmulas breves: Jesús es el Señor (1 Co 12,3), Jesús es el Cristo (1 Jn 2,22), Jesús es el hijo de Dios (Hch 8,37; 1 Jn 4,15; Hb 4,14). El símbolo del pez es también una breve confesión de fe: la palabra griega ICHTHYS (pez) corresponde a las iniciales de esta confesión de fe: Iesoûs, Christòs, Theoû Yiòs, Sotér (Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador). Pero, no lo olvidemos, nadie conoce bien al hijo sino el padre (Mt 11,27). Necesitamos que nos lo diga el mismo Dios, una experiencia viva de fe.

04/10/2010

CRISTO ES EL SEÑOR

Un momento trascendental en el proceso de renovación espiritual es la aceptación de Jesucristo como Señor de nuestra vida, que nos asegura y hace posible la presencia del Espíritu Santo. Tener a Cristo como Señor, significa aceptarlo como guía, maestro, dueño, director y aun mas, como "nuestro Todo". Implica abandonarnos totalmente a la vida que El nos ofrece, "vivir en El".
Un momento trascendental en el proceso de renovación espiritual es la aceptación de Jesucristo como Señor de nuestra vida, que nos asegura y hace posible la presencia del Espíritu Santo. Tener a Cristo como Señor, significa aceptarlo como guía, maestro, dueño, director y aun mas, como "nuestro Todo". Implica abandonarnos totalmente a la vida que El nos ofrece, "vivir en El". Al proclamar a Jesús como Señor, ratificamos nuestro compromiso bautismal y de paso ahuyentamos al demonio que no puede hacer nada y huye horrorizado ante el Señorío de Cristo.
En fin de esta lección, es tomar conciencia clara, a la luz de la palabra, lo que significa hacer esta opción por Cristo, que nos llevara a este clima de confianza total en su poder de Resucitado.
Tener a Cristo como Señor significa: "vivir en El" (Rom. 6,4-6)
"Así, pues, por el bautismo fuimos enterrados junto con Cristo y para compartir su muerte, para que, igual que Cristo que fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, asimismo nosotros vivamos una vida nueva. Porque si de verdad nos unimos con Cristo, por la semejanza en su muerte, así también nos uniremos a el en su resurrección".
La vida nueva que todo cristiano desea, viene de nuestro "ser en Cristo". Este nuevo "ser del cristiano" (es decir, estar "hechos de nuevo") nos viene por la participación en el misterio de la vida de Cristo. San Pablo al utilizar la expresión "enterrados en Cristo" quiere decir que nosotros, como ramas muertas, ahora estamos metidos en Cristo, y tenemos vida en El, porque El llega a nosotros, como la savia que circula, penetra, alcanza y vivifica a todas las ramas de la planta.
Esta vida nueva es una gracia que nos une y comunica con Cristo de manera tan intima, que abandonamos nuestra voluntad personal, para no querer y desear otra cosa que la voluntad divina. Podemos decir, que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos; nuestra vida es de Otro. El texto de Ga 2,20-21: "Y ahora no soy yo el que vive, sino que es Cristo el que vive en mi", es la señal de lo que Cristo se convierte para cada cristiano: en "nuestro todo"; El es la razón de nuestra vida y la fuente de nuestras fuerzas.
Por lo que se desprende del texto Ga 2,20-21, podríamos pensar que nuestra personalidad o nuestra participación personal y consciente se ve anulada; pero nada de eso. En realidad, la experiencia cristiana autentica nos hace tomar conciencia de la situación que se deriva, por el hecho de vivir en Cristo y no es de ningún modo una experiencia enajenante, el cristiano es un llamado y un elegido por Dios, es un hombre libre del poder del pecado y del mundo; es una nueva creación. Ya lo dice el cincelazo no. 880 "Jesús es la fuerza liberadora de las personas y de los pueblos".
Tener a Cristo como Señor significa: "Ser amados por El" (Rom. 8,35-39).
¿Quién nos separara del amor de Cristo? ¿Las pruebas o la angustia, la persecución o el hambre, la falta de ropa, los peligros? Como ya lo dice la Escritura: por tu causa nos arrastran continuamente a la muerte; nos tratan como ovejas destinadas a la matanza.
No, en todo esto triunfaremos por la fuerza del que nos amo. Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean los cielos, sean de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesús nuestro Señor".
El cristiano es aquel que se prende de Cristo no solo por su mensaje y testimonio, sino aquel que experimenta su presencia viva, continua e inquietante. A tal punto se siente adherido a El, que lo considera como el principio y fundamento de su vida y se empeña en hacer por El, cualquier sacrificio en correspondencia a este amor irresistible. La palabra de Dios hace evidente, en numerosos textos, que nuestra relación con Cristo se fundamenta en el amor que El nos tiene (Jn 15,9.12; 17,26; etc.)
Este amor a Cristo no se reduce a seguir su ejemplo, también forma la esfera de relación y de lenguaje que nos hace conocer a Cristo para amarlo mas. El amor viene de Dios (Rom. 5,5; 1 Jn 4,7) y siempre tiene como respuesta mas amor. Si Cristo nos ha amado de tal manera, nosotros también sentimos un gran amor por El, que nos empuja a manifestarlo en las obras. "En esto hemos conocido el amor, en que El dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos (1Jn 3,16).
¿Puede encontrarse una fuerza superior a este amor capaz de hacer cambiar el rumbo de nuestra vida? La respuesta, nos la da San Pablo: No. No puede encontrarse otra fuerza mas grande que el amor de Cristo y en todo triunfaremos por la fuerza del que nos amo. Si un joven movido por el amor de una mujer, es capaz de trabajar, bañarse y hasta hacerse responsable ¿Qué no hará el hombre que experimenta vivamente el amor de Cristo? Sin duda lo empujara a una conversión definitiva y lo llevara a hacerse un hombre de servicio.
Tener a Cristo como Señor significa: "Adoptar su mismo estilo de vida" (Flp 2,6-11)
"El que era de condición divina no se aferro celoso a su igualdad con Dios, sino que se rebajo a si mismo hasta ya no ser nada, tomando la condición de esclavo, y llego a ser semejante a los hombres.
Habiéndose comportado como hombre, se humillo, y se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en una cruz.
Por eso Dios lo engrandeció y le concedió un Nombre que esta sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús todos se arrodillen en los cielos, en la tierra y entre los muertos. Y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para la gloria de Dios Padre".
Explícitamente, el texto señala que Jesucristo es el Señor, y todo Señor tiene sus dominios y propiedades. El Reino de Dios es el dominio de Cristo y en El reina su presencia; todo tiene la marca de su dueño. Así, desde el bautismo, nuestra vida pertenece para siempre a Cristo y esta sellada con su signo. Lo propio del cristiano será considerar a Jesús como el dueño de su vida. El rige nuestra vida. Justamente, esto es lo que expresa el apelativo "Jesucristo": Jesús Salvador y Cristo; Ungido: Señor y Rey.
Por lo tanto, es preciso para el hombre de hoy, seguir la senda de los primeros cristianos que reconocían a Jesús, como su Señor, es decir su dueño, y como su Salvador, es decir, aquel que los había librado de la muerte. Esto requiere, por supuesto una reestructuración de nuestra persona para que esta tenga en su punto central a Jesucristo y nos identifiquemos con su persona en todos los renglones de la vida.
Tener a Cristo como Señor significa: "Proclamarlo como Señor y Salvador" (Rm 10,9.13)
"Porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucito de entre los muertos, serás salvo. En efecto, el que invoque el nombre del Señor se salvara".
Proclamar a Jesús como Señor con nuestra boca y nuestro corazón significa afirmarse en El. Hemos dicho que el cristianismo no es una ética que exhorta a la honradez y a las virtudes, ni es una causa de amor a los pobres o a la humanidad. La esencia del cristianismo es el seguimiento de una persona concreta, en quien profesamos nuestra confianza como Señor y Salvador.
Jesús es una persona viva, en quien puedo confiar y amar con todo mí ser. Tiene un rostro y un cuerpo, vive y actúa hoy y me sale todos los días al encuentro, y si yo tengo suficiente fe se establece una experiencia única de amistad que me llevara a la santidad. Su persona será mi Todo y mi respuesta de amor será el escuchar y cumplir su Palabra.
Proclamar a Jesús como Señor y Salvador es una confesión que anima nuestra vida, en medio del miedo y la incertidumbre. Esta confesión nos comunica la paz y la seguridad que necesitamos para ir adelante en la vida. Dice el evangelio: "El que escucha mis palabras es como un hombre prudente que construye su casa sobre roca" (Mt 7,24), pues bien, esa Roca es Cristo que garantiza la firmeza necesaria parta levantar una sólida construcción que resista a los terremotos e inclemencias del tiempo.
"Rechazar el Señorío de Jesús en nuestra vida equivale a envilecerse, amargarse y perderse" (Czo.902).

Tener a Cristo como Señor significa: "Ordenar todas las cosas en El" (Col 1,15-16)

"El es la imagen del Dios que no se puede ver, el Primogénito de toda la creación, ya que en El fueron hechas todas las cosas; las del cielo y las de la tierra; lo visible y también lo invisible.
Gobiernos, autoridades, poderes y fuerzas sobrenaturales.
Todo fue hecho por medio de El y para El".
Ante las constantes dudas y tentaciones de la vida, es fácil, desconfiar de Cristo y buscar "otros caminos" de felicidad. En este texto, San Pablo nos presenta, con mucha fuerza y claridad, quien es Cristo. En otras palabras, Cristo es verdaderamente el único Salvador, pues El mismo es el mediador de la creación. Por El Dios creo todo y por El Dios lo salva todo. Todo esta ordenado en El y todo pertenece a El, incluso los ángeles y las fuerzas invisibles.
Por ello, nunca puede considerarse a Cristo a la altura de otros fundadores de religiones por más santos que estos sean, por ejemplo, Buda, Mahoma, Confucio. Ni menos aun con personajes lideres como Gandhi o el Ché Guevara. Cristo el primero en todo, entre todas las criaturas, pues solo Él nos salva de la muerte.
Ordenar nuestra vida en Cristo significa aceptarlo como Señor y hacer la opción por su Evangelio que me anima a descubrir en concreto ¿cuál es el plan de Dios para mí? ¿Cómo respondo al amor de Jesucristo? ¿Cuál es mi misión? Y una vez que la voy descubriendo, ponerme en marcha con disponibilidad y mucha generosidad.

COMO SER UN BUEN CRISTIANO

¿Cómo llegar a ser un Cristiano?
Lo primero y más importante que hay que entender y recordar siempre es que Dios te ama! "Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." Romanos 5:8
La Biblia nos dice que todos somos pecadores y todos hemos pecado "... No hay justo, ni aún uno." Romanos 3:10 y en Romanos 3:23 "Por cuanto todos pecaron y están destituídos de la gloria de Dios."
¿Porqué debemos sentirnos preocupandos al ser pecadores? Cuando pecamos rompemos las leyes de Dios. Cuando rompemos las leyes, hay que pagar multas (o penalidades). La Biblia claramente nos dice cual es la paga del pecado. "La paga del pecado es muerte, mas la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús." Romanos 6:23
Podemos ver la solución de Dios a nuestra naturaleza pecadora en el texto anterior de Romanos 6:23 "... más la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús."
Hasta este punto, Dios ha hecho todo. El nos ha amado. Nos ha mostrado nuestros pecados. Nos ha dicho cuál es la paga de esos pecados. En Romanos, capítulo 10, versículos 9, 10 y 13, podemos ver cómo deshacernos del pecado... "Todo aquel que confesare con su boca que Jesús es el Señor y creyere con su corazón que Dios lo resucitó de los muertos, será salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia; y con la boca se confiesa para salvación." 13 "Pero todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo."
Cuando nosotros creemos en Dios y en nuestro salvador Jesucristo y confesamos que El es nuestra única esperanza de salvación, vamos a cosechar (o recoger) las recompensas de la gracia de Dios. Romanos capítulo 8, versículos 16 y 17 dice, "El Espíritu dá' testimonio a nuestro propio espíntu de que somos hijos de Dios: 17 Y si hijos, herederos, herederos de Dios, y co-herederos con Cristo; así que lo que hemos sufrido con El, entonces lo compartiremos en su gloria."
Uno de los más conocidos versos de la Biblia resume todo. En el libro de Juan, capítulo 3, versículos 15 al 18 dice "Para todo aquel que cree en El (Jesús) no se pierda, sino tenga vida eterna 16 De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado su único Hijo, para todo aquel que en el cree, no se pierda mas tenga vida eterna 17 Porque Dios no mandó a su hijo para condenar al mundo, sino para salvarlo 18 Todo aquel que cree en Jesucristo no es condenado; pero todo aquel que no cree ya ha sido condenado pues no ha creído en el nombre del único hijo de Dios"
Lo único que necesitamos hacer es creer y pedirle a El que nos salve y El lo hará.
Si tú crees tú quisieras que Jesús te salvara, TU puedes orar directamente a El y pedirle que te salve. Si no sabes como decirlo, haz la siguiente oración:

Querido Dios,Sé que soy pecador y confieso que he pecado en tu contra. Sé que merezco pagar por mis pecados. Pero creo que Jesús murió para pagar por la deuda de mis pecados y pido el regalo que Tú has ofrecido. Ven a mi vida y sálvame, de manera que ahora tenga vida eterna en el Reino de Dios. Ahora dependo solamente en Jesucristo para mi salvación. Ayúdame a vivir para tí y ayúdame a ser un buen Cristiano. Lléname con tu Espíritu santo. Gracias por el regalo de la vida eterna, tu hijo, Jesucristo, y gracias por enseñarme el camino. Amén