21/12/2010

FELIPE Y EL ETÍOPE

Hechos 8:36-37 “Y YENDO POR EL CAMINO, LLEGARON Á CIERTA AGUA; Y DIJO EL EUNUCO: HE AQUÍ AGUA; ¿QUÉ IMPIDE QUE YO SEA BAUTIZADO? Y FELIPE DIJO: SI CREES DE TODO CORAZÓN, BIEN PUEDES. Y RESPONDIENDO, DIJO: CREO QUE JESUCRISTO ES EL HIJO DE DIOS.”

Esta es una historia muy peculiar. ¿Porqué escribió esto Lucas? ¿Y a quién? Habían pasado aproximadamente 60 años desde la muerte de Jesucristo. Lucas inspirado por el espíritu Santo, escribe particularmente a Teófilo, (representando a la iglesia gentil); El libro de los hechos es un recuento de los orígenes del cristianismo, con ello deseaba fortalecer la fe de los gentiles.

Recuerden que la iglesia se encontraba en medio de la persecución y las pruebas más angustiosas. La intensidad de los mártires por la Fe llegó a una intensidad nunca antes alcanzada. Por lo tanto era importante informarles del poder del evangelio y que nadie podría acallar a la iglesia. La iglesia debía enfrentar las pruebas con fe y valor. Y que cada cristiano era responsable de que la Fe en Jesucristo sea esparcida a toda criatura y en todo lugar.

1. Felipe un hombre de testimonio fiel y lleno del Espíritu Santo

Felipe, era uno de los 7 diáconos varones que habían sido escogidos por los apóstoles para atender las mesas (ayudar a las viudas y los ancianos).

¿Cual era su carácter? Hechos 6:3 nos dice la característica para elegir a un Diácono. “BUSCAD PUES, HERMANOS, SIETE VARONES DE VOSOTROS DE BUEN TESTIMONIO, LLENOS DE ESPÍRITU SANTO Y DE SABIDURÍA, LOS CUALES PONGAMOS EN ESTA OBRA.”

Felipe fue un siervo fiel, obediente de la iglesia pronto se convirtió en un Evangelista, predicador incansable de la Palabra de Dios.

Dios puede hablarnos en cualquier lugar para enviarnos a cualquier parte. vs. 8:26. No importa donde nos encontremos, el Señor nos indicará hacia donde debemos ir, aunque en ocasiones no encontremos lógica humana en ello. Felipe da testimonio de esto, fue enviado a un camino poco utilizado, hacia el sur, bajando de Jerusalén hacia Gaza, un camino desértico, donde aparentemente no había nada ni nadie. Muchas veces nuestros ojos no pueden ver lo que nuestro Señor ve. Dios pide que hablemos el Evangelio a toda criatura, pues El no hace acepción de personas

El evangelista Lucas en los capítulos anteriores había tratado sobre como Pablo perseguía a la iglesia. De alguna manera Pablo estaba siendo utilizado como instrumento de crecimiento, pues expulsada la Iglesia de sus lugares de origen a muchos lugares, muchos debían escapar por la persecución, pero dondequiera que ellos viajaban predicaban la Palabra de Dios y gracias a ello muchos llegaron a conocer el evangelio. Felipe mismo predica en Samaria, he imparte la Palabra con Fe a toda persona, entre muchos a Simón el mago. Ahora tenia que predicar a un etíope.

2. Dios habla por medio de las Escrituras al Etíope

El etíope, un hombre gentil Hechos 8:27b , “… ENTONCES ÉL SE LEVANTÓ, Y FUÉ: Y HE AQUÍ UN ETIOPE, EUNUCO, GOBERNADOR DE CANDACE, REINA DE LOS ETIOPES, EL CUAL ERA PUESTO SOBRE TODOS SUS TESOROS, Y HABÍA VENIDO Á ADORAR Á JERUSALEM,” no era judío claro esta, era quizás, un hombre de raza negra (africano) ;aparentemente había venido a Jerusalén para adorar, lo que significa que simpatizaba, o estaba persuadido del Dios de los judíos. Era un esclavo, pero funcionario de la Reina Candace, este era el que cuidaba de todos los tesoros de la reina, algo así como el recaudador de Impuestos en la actualidad. Aunque eunuco (castrado por servir en casa de la reina) gozaba de cierto nivel social y posición económica. Había venido desde Egipto para adorar, y además se presentó la oportunidad de poder conseguir parte de la Escritura. Específicamente el Libro de Isaías, estaba deseoso de saber más.

Dios habla a al etíope por medio de su Palabra.

El etíope era un hombre con privilegios desde el punto de vista de los de Etiopía, aun desde el de su pueblo, Pero a fin de cuentas esclavo, y eunuco.

Era hombre necesitado en su interior, en busca de la verdad, y de algo que llenara el vacío de su vida. Y ahora estaba a punto de encontrar esta verdad. Dios en su soberana voluntad por medio de su Palabra despierta la inquietud.

Felipe fue escogido como diácono por los apóstoles, después Dios llamo a Felipe personalmente para que predicase la Palabra de Dios. ¿Cuando imagino Felipe que sería un enviado del Señor? El era solo un humilde servidor en el templo, pero para Dios no existe acepción de personas, el desea gente dispuesta y obediente.

Gracias a Felipe, tiempo atrás los apóstoles pudieron dedicarse a la oración y la predicación de la Palabra, ahora los gentiles y el etíope tenían la oportunidad de conocer el Evangelio. Aquí tenemos a Felipe como el Evangelista.

3. Dios habla al Etíope y a Felipe

Cuando Dios habla, su Palabra es como espada de dos filos, penetra, y además corta hacia dos lados. El Espíritu de Dios le habló a Felipe para que se acercara al carro del Etíope, y Felipe no solo obedeció, sino se esforzó, seguramente tuvo que alcanzar al carro del etíope. La predicación del Evangelio involucra esfuerzo.

Felipe captó la necesidad del funcionario v. 31,y tomo como referencia el pasaje que leía el etíope, (Isaías). Presentó el plan de Salvación. Y algo precioso sucedió el etíope, aceptó a Jesucristo como Salvador personal. Esta es la obra de Dios. El etíope tuvo la certeza de su salvación, pero fue mas allá este hombre quería ser bautizado inmediatamente. Reconocía la autoridad de Felipe , sabía también que esta era una oportunidad propicia. Por ello el no dudó en pedírselo a Felipe: “…HE AQUÍ AGUA; ¿QUÉ IMPIDE QUE YO SEA BAUTIZADO?”. No fue cosa fácil dar respuesta a esta pregunta. Ya que Felipe necesitaba estar seguro que la profesión de Fe del nuevo integrante. Entonces respondió: “SI CREES DE TODO CORAZÓN, BIEN PUEDES” Y la respuesta fue contundentemente clara: “CREO QUE JESUCRISTO ES EL HIJO DE DIOS.” Y el Eunuco fue bautizado.

Conclusión
Hermano y hermana en la Fe, debemos estar atentos a la voz de Dios, no importa el lugar, las circunstancias, el peligro ni las personas. En los dos personajes principales de este pasaje, podemos ver grandes valores que debieran permanecer dentro de la vida de los cristianos. Lucas nos presenta a un Dios que ofrece los medios de gracia para que la gran comisión se cumpla (leer Mateo 28:19-20), un Ángel hablando a Felipe, un Felipe transformado y maduro.

El Espíritu Santo en acción, y la Escritura en manos del funcionario, para que todos tengan la oportunidad de recibir a Cristo como Salvador personal. A ti y a mi nos corresponde dar respuesta como lo hizo Felipe y el etíope. Podemos ser medios de gracia en las manos de Dios; podemos predicar en lugares donde menos lo esperamos. Como hijos de Dios necesitamos reconocer humildemente nuestra dependencia de Dios y su soberana voluntad. Necesitamos ser ver en acción a discípulos, dispuestos a realizar cualquier tarea que Dios nos llame (servir la mesa), o ir como Evangelista a predicar en el (al desierto), o en ocasiones continuar aprendiendo mas de las Sagradas Escrituras. Nunca sabremos donde estará la última persona que está siendo tocada por el Espíritu Santo; por ello debemos incansablemente seguir en la tarea de llevar el Evangelio. Dios obrará por medio de su espíritu y las almas vendrán al conocimiento de la Verdad.

19/12/2010

LA NECESSIDAD DE AMOR EN LA IGLESIA

Estamos ciertamente viviendo en medio de los peligros de los últimos días, y aunque podamos aceptar intelectualmente la teoría de la verdad, puede no sernos de valor salvífico a menos que nos apropiemos de la oración que Cristo hizo en nuestro favor, "Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad". El significado de esa oración es, ‘Hazlos santos mediante el conocimiento de la Palabra’. "Y la luz (Cristo) en las tinieblas (el mundo) resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron". En lugar de dar la bienvenida a aquello que disipa las tinieblas, muchos no lo comprendieron ni lo recibieron.

Son enviados pastores, lo mismo que fue enviado Juan, para dar testimonio de esa Luz. La asignación del mensajero enviado por Dios no es dirigir las simpatías del pueblo hacia él mismo, sino apartar de sí mismo los afectos y simpatías, para centrarlas en Cristo. El peso de su mensaje debería ser, "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". "En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él"; pero el mundo se había hundido en tan terrible y profunda incredulidad que cuando su propio Creador vino a él, "no le conoció". "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios". Esa gracia no se hereda.

Quisiera que todos vieran que el mismo espíritu que se negó a aceptar a Cristo –la Luz que habría disipado las tinieblas morales–, está lejos de haberse extinguido hoy en nuestro mundo. En nuestros días están aquellos que no están más dispuestos a saludar y reconocer la luz de lo que lo estuvo el pueblo cuando los profetas y apóstoles vinieron con mensajes de Dios, y muchos rechazaron el mensaje y despreciaron al mensajero. Velemos para que no se halle en ninguno de nosotros un espíritu tal.

[Se cita Apoc. 2:1-5] El que Juan vio, andando en medio de los siete candeleros de oro, en aquella visión, representa a Cristo mismo andando entre ellos, yendo de iglesia en iglesia, de congregación en congregación y de alma en alma. Se trata de una vigilancia infatigable. Mientras que los subpastores pueden estar dormidos, o absorbidos con asuntos de importancia menor, Aquel que guardó a Israel no cabecea ni se duerme. Es el verdadero Centinela. La presencia y la gracia sostenedora de Cristo son el secreto de toda luz y vida. Somos guardados por el poder de Dios, mediante la fe, y eso no de nosotros; es el don de Dios.

El Señor Jesús dio el mensaje a Juan para que lo escribiese, a fin de que llegase a través de las edades, hasta el fin del mundo. A la iglesia de Éfeso se le dirigen palabras de reconocimiento. Se pronuncia el "Bien… [sobre el] buen siervo y fiel". Pero el mensaje no acaba ahí. El Salvador dice, "pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor". Esto ha sido presentado ante mí una y otra vez en contornos definidos, y lo he presentado al pueblo con pluma y voz.

¿Es que ese sorprendente mensaje no significa nada para nosotros? ¿Acaso no nos es aplicable? ¿Por qué no se presta atención a amonestaciones de tamaña solemnidad? ¿Por qué es que todos, con diligencia, en humildad y confesión, no manifiestan el arrepentimiento del que no hay que arrepentirse? ¿Por qué pasan tantos sin prestarle la debida atención? ¿Mora el amor en la iglesia? ¿Acaso no está casi extinguido? Para muchos, el primer amor por Jesús se ha enfriado. Los hermanos no aman a los hermanos. El amor de muchos se ha enfriado. El Testigo fiel y verdadero caracteriza a todos quienes perdieron su primer amor como caídos. ¿No conocía el peligro de éstos? "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido".

¿Continuarán las iglesias tratando con indiferencia estas verdades apremiantes? La pérdida del primer amor ha abierto la puerta al egoísmo, a las conjeturas impías, maledicencia, envidia, celos y dureza de corazón. Tal es el fruto producido al enfriarse el fervor del primer amor. La lengua no ha sido refrenada como se debía, a causa de la negligencia en la oración. Se ha fomentado la justicia farisaica; muere la espiritualidad, y el resultado es la falta de discernimiento espiritual.
La única esperanza para nuestras iglesias hoy, es arrepentirse y hacer su primera obra. El nombre de Jesús no inflama el corazón con amor. Una ortodoxia mecánica y formalista ha reemplazado a la caridad profunda y ferviente, y al afecto de unos por otros. ¿Prestará alguien oído a la solemne admonición, "Volveos, volveos: y por qué moriréis"? Caed sobre la roca y sed quebrantados; entonces permitid que el Señor Jesús os prepare, os talle y os moldee, como vasos para honra. Bien puede el pueblo temer y temblar ante las palabras: "vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Qué entonces? "Así que si la lumbre que hay en ti son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?".

El Espíritu no contenderá por siempre con el corazón lleno de perversidad. El que es infinito y condescendiente, el que pagó el precio de su propia sangre para salvar a su pueblo, se está dirigiendo a ellos. ¿Quién prestará atención a su advertencia? ¿Acaso las iglesias que pretenden creer la verdad para estos últimos días han sido fructíferos árboles de justicia? ¿Por qué es que no están llevando mucho fruto para gloria de Dios? ¿Por qué no están permaneciendo en Cristo, y avanzando de fortaleza en fortaleza, de carácter en carácter?

La palabra del Señor a su pueblo es, "confortaos en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". ¿Por qué sucede que el pueblo al que se dirige eso está degenerando en la debilidad y falta de eficiencia, no teniendo el amor de Cristo ardiendo sobre el altar de sus corazones, y siendo por lo tanto incapaz de encender el amor en los corazones de otros?

El pueblo de Dios tiene una evidencia tras otra; tiene verdad poderosa y convincente. ¿Será mantenida en el atrio exterior, de forma que no santifique el alma? Aquella lámpara que una vez alumbró, arrojando luz en medio de las tinieblas del error, ¿se irá apagando gradualmente, hasta extinguirse en las tinieblas?

¿Qué sucedió con Éfeso? No conoció el tiempo de su visitación. No oyó las solemnes admoniciones de Dios. No mantuvo una conexión vital con Cristo, y entraron lobos crueles, que no perdonaron a las ovejas. Esa iglesia, una vez amada por Dios, que hubiese podido difundir sus brillantes rayos en medio de las tinieblas morales para iluminar muchas almas, permitió que su luz se apagara.
Uno de los grandes pecados que está actualmente extinguiendo la luz espiritual es la falta de amor por Jesús y de unos por los otros. "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". Ved el fervoroso y anhelante amor de Jesús, quien presenta a su pueblo los atractivos de la vida eterna, a fin de que puedan captar la gloria del mundo futuro, y recuperar su primer amor. Arrepentirse no está actualmente de moda. Algunos lo contemplan como una obra demasiado humillante, impropia de nuestra época.

[Se citan 1 Juan 1:5-10; 2:9-11] ¿Podría alguna descripción ser más clara y penetrante que la que Juan nos dio? Estas cosas fueron escritas para nosotros y son aplicables a las Iglesias Adventistas del Séptimo Día. Algunos podrán decir: ‘Yo no odio a mi hermano; no soy tan malo’. Pero cuán poco comprenden sus propios corazones. Pueden pensar que tienen celo por Dios en sus sentimientos contra su hermano, cuando las ideas de éste parecen estar, de alguna forma, enfrentadas con las de ellos, dando lugar a sentimientos que nada tienen que ver con el amor. No muestran disposición a armonizar con él. Y sea que manifiesten o no la hostilidad contra el hermano, éste puede estar trayendo un mensaje de Dios al pueblo –precisamente la luz que hoy se necesita.

¿Por qué no consideráis, hermanos de tan preciosa fe, que en todas las épocas, cuando el Señor envió un mensaje especial a su pueblo, todos los poderes confederados del mal se pusieron a la obra a fin de evitar que la palabra de verdad llegase a aquellos que debían recibirla?

Si Satanás puede impresionar la mente y agitar las pasiones de quienes pretenden creer la verdad, conduciéndolos así a unirse con las fuerzas del mal, se siente bien complacido. Una vez ha logrado que tomen posición del lado equivocado, tiene sus planes trazados para llevarlos a través de un largo viaje. Mediante sus engañosos ardides hará que actúen según los mismos principios que adoptó en su deslealtad en el cielo. Dan un paso tras otro en el camino falso, hasta que parece no haber otra salida para ellos, excepto insistir en lo mismo, pensando que es justa su amargura de sentimientos hacia sus hermanos. ¿Resistirá el mensajero del Señor la presión ejercida contra él? Si es así, es porque Dios le ordena mantenerse en la fuerza de Él, y vindicar la verdad que Dios le envió.

Cuando los hombres oyen el mensaje del Señor, pero mediante la tentación permiten que el prejuicio cierre la mente y el oído a la recepción de la verdad, el enemigo tiene poder para presentar las cosas más preciosas en una luz distorsionada. Bajo la óptica del prejuicio y la pasión, se sienten demasiado indignados como para investigar las Escrituras con espíritu cristiano, y lo que hacen es repudiar del todo el asunto, debido a que se presentan puntos que no concuerdan con sus propias ideas.

Cuando se presenta un nuevo punto de vista, frecuentemente se suscita la pregunta, ‘¿Quiénes lo defienden? ¿Cuál es la posición de influencia del que habría de enseñarnos, a nosotros que hemos estado estudiando la Biblia por tantos años?’ Dios enviará sus palabras de advertencia por medio del que Él quiera enviar, y la cuestión a dilucidar no es la persona que trae el mensaje; eso no afecta de ninguna manera a la palabra pronunciada. "Por sus frutos los conoceréis".

Frecuentemente predica la verdad aquel que no ha experimentado el poder de ella; pero aun así, es la verdad, y es una bendición para aquellos que, movidos por el Espíritu de Dios, la aceptan. Pero cuando la verdad es presentada por alguien que está santificado por ella, tiene una frescura, una fuerza, que le confiere poder de convicción en el oyente. La verdad se hace preciosa en su poder sobre el corazón, y queda clarificada al ser dirigida a la razón. Ambas cosas son necesarias –la palabra y el testimonio interior del Espíritu.

En relación con el testimonio que nos ha llegado mediante los mensajeros del Señor, podemos decir, ‘Sabemos en quién hemos creído’. Sabemos que Cristo es nuestra justicia, no solamente porque así está descrito en la Biblia, sino también porque hemos sentido su poder transformador en nuestros propios corazones.

Ahora, si bien ha habido un determinado esfuerzo por dejar sin efecto el mensaje que Dios ha enviado, sus frutos han estado probando que provenía de la fuente de luz y verdad. Aquellos que han acariciado la incredulidad y el prejuicio, que en lugar de ayudar a hacer la obra que el Señor esperaba que hiciesen, se han interpuesto para cerrar el camino contra toda evidencia, no deben suponer que tienen un sano discernimiento espiritual, tras haber cerrado sus ojos tan persistentemente a la luz que Dios envió al pueblo.

Si es que hemos de tomar parte en esta obra, hasta la terminación de la misma, debemos reconocer el hecho de que hay buenas cosas que han de venir al pueblo de Dios, de una forma que no hemos discernido; y que habrá resistencia de la parte de aquellos que habríamos esperado que se alistasen en una obra tal. Un hombre que es sincero en el error, no está justificado en él, por el hecho de haber abierto su corazón a un tipo de evidencia que lo llevó a condenar lo recto, y por haberlo cerrado a otro tipo de evidencia que, de no haber acariciado el prejuicio, le habría llevado a ver y reconocer lo que es verdad.

¿Por cuánto tiempo tendrá el Señor paciencia con los hombres en su ceguera? ¿Cuánto esperará antes de dejarlos a tientas en su camino hacia las tinieblas totales? No lo podemos determinar.
Si los mensajeros del Señor, tras haberse tenido fielmente por la verdad por un tiempo, caen bajo la tentación, y deshonran a Aquel que les encomendó su obra, ¿probaría eso que el mensaje no era verdadero? No, porque la Biblia es verdadera. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido". El pecado por la parte del mensajero de Dios alegraría a Satanás, y quienes habían rechazado al mensajero y al mensaje triunfarían; pero eso de ningún modo dejaría sin culpa a los responsables de rechazar el mensaje de verdad enviado por Dios.

Hay algo que acongoja mi alma: La gran falta del amor de Dios, que se ha perdido por la continua resistencia a la luz y la verdad, y la influencia de aquellos que han estado implicados en la labor activa, quienes, ante una evidencia abrumadora, han ejercido su influencia para contrarrestar la obra del mensaje que Dios ha enviado. Les señalo a la nación judía y pregunto, ¿hemos de permitir que nuestros hermanos transiten por la misma senda de ciega resistencia, hasta el mismo fin del tiempo de gracia? Si es que un pueblo haya tenido jamás necesidad de centinelas fieles y verdaderos que no se desvíen del camino, que clamen día y noche, que alcen su voz como trompeta anunciando las advertencias que Dios ha dado, ese es el pueblo Adventista del Séptimo Día.

Quienes han tenido gran luz y benditas oportunidades; quienes, como Capernaum, han sido exaltados hasta el cielo en cuanto a los privilegios, ¿serán, por su negativa a mejorar, dejados en tinieblas proporcionales a la grandeza de la luz que se les dio?

Quisiera suplicar a nuestros hermanos que se reunirán en la Asamblea de la Asociación General que presten oído al mensaje dado a Laodicea. ¡Qué condición de ceguera, la suya! Se os ha llamado la atención una y otra vez al tema, pero vuestra falta de satisfacción con vuestra condición espiritual no ha sido suficientemente profunda y dolorosa como para obrar una reforma. "Tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo". La culpabilidad del autoengaño pesa sobre nuestras iglesias. La vida religiosa de muchos es una mentira.

Jesús les ha presentado las preciosas joyas de la verdad, las riquezas de su gracia y salvación, las brillantes vestiduras blancas de su propia justicia, confeccionadas en el telar del cielo, que no contienen una sola hebra de invención humana. Jesús está llamando. Abrid la puerta del corazón y comprad de Él el precioso tesoro celestial. ¿Caerán sus ruegos en oídos endurecidos, si no enteramente sordos? ¿Llamará Jesús en vano? "Mirad que no desechéis al que habla". Si oís su voz, y abrís la puerta, vendrá y cenará con vosotros, y vosotros con Él. ¿Responderéis: "Ven, bendito de Jehová; ¿por qué estas fuera?".

Pregunto, ¿qué significa la disensión y la lucha entre nosotros? ¿Qué significa ese espíritu áspero, férreo, que se aprecia en nuestras iglesias e instituciones, y que es tan decididamente anticristiano? Tengo profundo pesar de corazón al comprobar con qué facilidad son criticadas una palabra o acción de los pastores Jones o Waggoner. Qué dispuestas están muchas mentes a ignorar todo el bien que hemos recibido a través de ellos en los años del pasado reciente, no apreciando la evidencia de cómo Dios está obrando a través de esos instrumentos. Van a la caza de algo que condenar, y su actitud hacia estos hermanos que se han implicado a conciencia en una buena obra, demuestra que su corazón alberga sentimientos de enemistad y amargura. Lo que se necesita es el poder convertidor de Dios sobre los corazones y las mentes. Dejad de acechar recelosamente a vuestros hermanos.

Cuando Jesús estaba próximo a dejar a sus discípulos, les dijo, "un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros". Esa es la medida con la que nos debemos amar unos a otros –"como os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Les dijo también, "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor".

Observad las palabras de Cristo, y mantenedlas en la mente: "como os he amado, que también os améis los unos a los otros". "Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado". "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa".

¿Cuán plena y perfecta debe ser esa unión? "Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado".

¡Qué grandes posibilidades nos presenta Jesús en esas palabras! Dice: "yo les he manifestado tu nombre, y manifestarélo aún; para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos". Esas palabras de la oración de Cristo merecen estar destacadas en letras de oro. Debiéramos permanecer en ellas, y presentarlas al mundo con la pluma y la voz.

Pero ¿por qué sucede que los que pretenden creer la verdad no son hacedores de la palabra? ¿Por qué se dice tan poco sobre esos temas que tanto significan para toda iglesia y para todo miembro individual? ¿Creéis que el cielo no mira con estupefacción a aquellos que profesan ser hijos de Dios, y que sin embargo, permanecen sin prestar atención, descuidadamente, desoyendo las inconfundibles palabras de verdad a ellos dirigidas? ¿No es tiempo para nosotros de que vivamos de toda palabra que sale de la boca de Dios?

Muchos hay en el ministerio que no tienen amor por Dios ni por sus semejantes. Están dormidos, y mientras duermen, Satán siembra su cizaña. El rebaño de Dios está en situación de necesidad de ayuda del cielo, y las ovejas y cabritos están muriendo por falta de alimento. Que aquellos que podrían tener una experiencia profunda y viviente en las cosas de Dios dejen de depender del hombre, incluso de sus propios pastores y maestros, y pongan su confianza plenamente en Dios, utilizando la habilidad que Dios les da para gloria de Él. Cristo debe ser destacado ante el pueblo; ya que contemplándolo es como hemos de ser transformados a su imagen. Dice Jesús, "sin mí nada podéis hacer". Él hizo una amplia expiación, y quien se aferre a Cristo por la fe, tiene la paz con Dios. El Espíritu Santo purifica el corazón, presentando a Dios en nuevas y perdurables perspectivas, como nuestro Padre celestial.

¡Oh, si la maldad pudiese ser quitada de nuestros corazones, si el alma pudiese ser cabalmente purificada! ¡Oh, si el amor de Dios morase en el alma como un principio viviente! Cultivad el amor por Jesús, el amor por aquellos que creen en Él, y por los que van errantes y perecen. Debemos tener el amor que es engendrado en el cielo, y alimentarlo como una planta celestial. La terquedad, que prevalece en una terrible medida, debe eliminarse. Los profesos seguidores de Cristo no deben continuar buscando pequeños puntos de diferencia, entretenerse en ellos, hablar de ellos, y magnificarlos hasta que el amor es expulsado del alma, como lo es el agua de un recipiente roto. Debemos tener la influencia santificadora de la gracia de Cristo en nuestros corazones, o de otro modo todos nuestros actos serán como metal que resuena y címbalo que retiñe.

¿Dará oído el pueblo de Dios a la voz de advertencia, y cultivará el amor? ¿Abandonará sus sospechas y celos? No podrá hacerlo a menos que caiga quebrantado ante Dios. Muchos han cometido, y están cometiendo, disparates mayúsculos. Aman tanto sus propios caminos, que no se rinden al camino de Dios. Muchos han sentido convicción de que afrentaron al Espíritu de Dios por su resistencia a la luz, pero detestan morir al yo, y difieren la tarea de humillar sus corazones y confesar sus pecados. No quieren reconocer que la reprensión ha sido enviada por Dios, o que la instrucción ha venido del cielo, hasta que desaparezca toda sombra de duda. No anduvieron en la luz. Esperaron resolver la dificultad de alguna forma más fácil que mediante la confesión del pecado, y Satán los ha tomado cautivos, los ha tentado, y la fuerza con la que le han hecho frente no ha sido mas que debilidad.

Se ha ido acumulando evidencia sobre evidencia, pero no han estado dispuestos a reconocerla. Por su actitud obstinada han revelado la enfermedad del alma que en ellos asienta, ya que ninguna evidencia es suficiente para satisfacerles. La duda, la incredulidad, el prejuicio y la terquedad asesinaron todo amor en sus almas. Exigen una seguridad perfecta, pero eso es incompatible con la fe. La fe no descansa en la seguridad, sino en la evidencia. La demostración no es la fe.

Si a los rayos de luz que brillaron en Minneapolis se les permitiese ejercer su poder de convicción en aquellos que tomaron posición contra la luz, si todos hubiesen renunciado a sus caminos, y sometido sus voluntades al Espíritu de Dios en aquella ocasión, habrían recibido la más rica bendición, habrían chasqueado al enemigo, y habrían permanecido como hombres fieles, consecuentes con sus convicciones. Habrían podido tener una rica experiencia. Pero el ego dijo: ‘No’. El "yo" no toleró ser herido. Luchó por la supremacía.

Cada una de esas almas será nuevamente probada en los puntos en los que fracasó. Ahora tienen el discernimiento menos claro, menos sumisión, menos amor genuino por Dios y por sus hermanos que cuando fueron puestos a prueba en Minneapolis. En los libros del cielo, en sus registros figura, ‘hallado falto’. El "yo" y la pasión engendraron rasgos detestables.

Desde entonces, el Señor ha provisto evidencia abundante en mensajes de luz y salvación. Es imposible hacerles más llamamientos, darles mejores oportunidades, a fin de que hagan aquello que debieron haber hecho en Minneapolis. La luz se ha retirado de algunos, y desde entonces han caminado en los destellos de su propia lumbre. Nadie puede imaginar lo que está en juego cuando se es negligente ante el llamamiento del Espíritu de Dios.

Llegará el día en que muchos desearán hacer lo posible y lo imposible por tener una oportunidad de oír el llamamiento que rechazaron en Minneapolis. Dios tocó los corazones, pero muchos cedieron a otro espíritu, que estimuló sus pasiones inferiores. ¡Oh, si esas pobres almas pudiesen hacer una obra a conciencia, antes que sea demasiado tarde por la eternidad! No llegarán jamás oportunidades mejores, no tendrán nunca sentimientos más profundos. A fin de tener mejores oportunidades en el futuro, deben mejorar las que ya han tenido, rendirse al Espíritu de Dios, y dar oído a la voz del cielo, que llama a la obediencia a los corazones dispuestos. Dios no va a ser burlado. El pecado cometido en lo sucedido en Minneapolis permanece anotado en los registros de los libros del cielo, ante los nombres de aquellos que resistieron la luz; y permanecerá ahí hasta que se haga confesión plena y los transgresores se tengan ante Dios en completa humildad.
La frivolidad de algunos, los discursos gratuitos de otros, la forma de tratar al mensaje y al mensajero cuando se está en los lugares privados, el espíritu que incitó a la acción desde lo bajo, todo permanece registrado en los libros del cielo. Y cuando esas personas son probadas y llevadas de nuevo al mismo terreno, se revelará el mismo espíritu. Cuando el Señor las ha probado suficientemente, si no se rinden a Él, entonces retirará su Espíritu Santo. Que el Señor conceda que aquellos que están engañados hagan una obra a conciencia antes que termine el tiempo de gracia.

Dios elige al que Él quiere, para que lleve el mensaje. Éste debe declarar el mensaje de Dios sin reservas. A Jonás le fue encomendado el anuncio de la destrucción de Nínive. Por un tiempo rehusó predicar las palabras que Dios le dio. Desmayando por el temor, descontento con el mensaje terrible que se le había encomendado, se dio prisa a escapar del lugar al que se le envió. Fue un profeta desobediente; huyó del deber. Pero cuando Dios habla al hombre, encargándole que lleve su mensaje al pueblo, es por algo. Aquellos a quienes se encarga llevar un mensaje deben avanzar, no importa los obstáculos amenazantes que se interpongan en el camino.

Los que pretenden tener la verdad, y sin embargo ponen todo obstáculo posible en el camino, a fin de que la luz no llegue al pueblo, tendrán una cuenta que saldar con Dios que no les va a ser nada agradable de afrontar. Dios dirige su propia obra, y ¡Ay de aquel que ponga su mano en el arca de Dios!


(Carta escrita el 1 setiembre 1892, desde North Fitzory, Victoria, a O.A. Olsen, presidente de la Asociación General). The EGW 1888 Materials, p. 1017-1032. (Carta 19d)

10/12/2010

SEÑOR ENSEÑAME EL CAMINO

“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” Salmo 32:8.
Hoy me deleité leyendo una porción de los escritos de Hannah Hurnard y uno de sus escritos leí lo siguiente: “El Pastor y la oveja temerosa caminaron juntos a través de las arenas candentes del desierto, de pronto llegó un día, cuando inesperadamente el camino fue atravesado por otro sendero. El pastor quietamente dijo a temerosa: Este es el camino por donde tu ahora seguirás. Seguidamente doblaron dejando atrás los lugares altos y llegaron al final del desierto. Finalmente se encontraron en la playa de un gran mar.
El pastor dijo a temerosa: “Recuerda, aún cuando parezca que te encuentras lejos de los lugares altos y de mi, en realidad no hay distancia que nos pueda separar. Yo puedo cruzar las arenas del desierto tan rápido como puedo cruzar las montañas de los lugares altos y pasar por los valles y llegar a ti cuando me llamas. Esta es la palabra que yo ahora te dejo. Créelo y prácticalo con gozo. Mis ovejas oyen mi voz y me siguen”
Si estas dispuesta a obedecerme, Temerosa, y seguir el camino que yo escojo para ti, entonces tu siempre serás capaz de oír y reconocer mi voz y cuando tu oyes mi voz siempre me obedecerás. Recuerda siempre se estar segura de obedecer mi voz, incluso si pareciera que por los caminos por donde te llamo parecen imposible”.



Leí estas palabras y me quede meditando. Me vi reflejado en la oveja Temerosa y sentí que las palabras de ese pastor eran las palabras del Buen Pastor. Estas no son palabras literales de la Biblia, es una alegoría escrita por Hannah, pero el fondo del mensaje si está en la Biblia, porque el Señor habló de ser el buen pastor y jamás un pastor deja a sus ovejas solas.
Hoy se que el Buen pastor me instruirá y me enseñará el camino por donde ir y mi función hoy es oír su voy y obedecerla.
Señor, hoy quiero oír tu voz y obedecerla. Se que me instruirás y me enseñarás el camino .
Amén

04/12/2010

HABLA DE TUS SENTIMIENTOS.


Emociones y sentimientos que son escondidos, reprimidos, terminan en enfermedades como: gastritis, úlcera, doloreslumbares, dolor en la columna. Con el tiempo, la represión de los sentimientos degenera hasta el cáncer.Entonces, vamos a sincerar, confidenciar, compartir nuestra intimidad, nuestros “secretos”, ¡nuestros errores!…El diálogo, el hablar, la palabra, ¡son un poderoso remedio y una excelente terapia!

Si no quieres enfermarte…

…Toma Decisiones.

La persona indecisa permanece en la duda, en la ansiedad, en la angustia. La indecisión acumula problemas,preocupaciones, agresiones. La historia humana está hecha de decisiones. Para decidir es preciso saberrenunciar, saber perder ventajas y para ganar otras. Las personas indecisas son víctimas de dolencias nerviosas,gástricas y problemas de la piel.

Si no quieres enfermarte…

…Busca Soluciones.

La personas negativas no consiguen soluciones y aumentan los problemas. Prefieren la lamentación, la murmuración,el pesimismo. Mejor es encender un fósforo que lamentar la oscuridad. Una abeja es pequeña, pero produce lo más dulceque existe. Somos lo que pensamos. El pensamiento negativo genera energía negativa que se transforma enenfermedad.

Si no quieres enfermarte…

…No Vivas de las Apariencias.

Quien esconde la realidad, finge, hace poses, quiere siempre dar la impresión de estar bien, quiere mostrarseperfecto, bonachón, etc… y está acumulando toneladas de peso… Una estatua de bronce con pies de barro. Nada peor para lasalud que vivir de apariencias y fachadas. Son personas con mucho barniz y poca raíz. Su destino es la farmacia, elhospital, el dolor.

Si no quieres enfermarte…

…Acéptate

El rechazo de sí mismo, la ausencia de autoestima, hace que nos volvamos ajenos a nosotros mismos. Ser uno mismoes el núcleo de una vida saludable. Quienes no se aceptan a sí mismos, son envidiosos, celosos, imitadores,competitivos, destructivos. Aceptarse, aceptar ser aceptado, aceptar las críticas, es sabiduría, buensentido y terapia.

Si no quieres enfermarte…

…Confia

Quien no confía, no se comunica, no se abre, no se relaciona, no crea relaciones estables y profundas, no sabe haceramistades verdaderas. Sin confianza, no hay relacionamiento. La desconfianza es falta de fe en sí, en los otros yen Dios.

Si no quieres enfermarte…

…No Vivas Siempre Triste.

El buen humor, la risa, el reposo, la alegría, recuperan la salud y traen larga vida. La persona alegre tiene el don dealegrar el ambiente donde vive. “El buen humor nos salva de las manos del doctor”. La alegría es salud y terapia.

02/12/2010

La Salvación por la Fe en Cristo

¿Cuál es la cosa más importante que usted ha aprendido en su vida?

Los temas sobre la eternidad se basan en la gran verdad que la salvación es recibida solamente por la gracia, mediante la fe en la obra de salvación de Jesucristo. Dios ha proporcionado Su propia justicia para los hombres y las mujeres pecadores. La justicia de Dios es todo lo que El demanda y aprueba. Esta justicia de Dios se encuentra solamente en Cristo ya que Cristo reunió y lleno en nuestro lugar todos los requisitos de la Ley. Cristo se ha convertido en nuestra justicia, y la justicia de todos los que creen en El.

La justicia de Dios ha sido revelada en la persona y obra de Jesucristo, y Dios lo ha hecho disponible para nosotros los pecadores. La justicia que necesitamos viene de Dios, y nos es considerada al depositar nuestra fe en Jesucristo.

Necesitamos Su justicia para ser salvos porque no podemos cumplir con Su perfecto estándar La justicia perfecta que Dios requiere es la justicia de Dios revelada en Jesucristo, y esto viene a nosotros de parte de Dios y es recibida como un regalo. Si Dios no nos diera Su justicia como un regalo no hay manera alguna en la cual podemos ser salvos. Es Su regalo para los que se humillarán, confiesan su necesidad y llamaran a Su nombre para ser salvos. Nadie puede satisfacer el estándar perfecto de Dios por su propia justicia.

¿Por qué es tan importante la justicia que Cristo proporciona? Nadie será salvo por sus buenas obras ya que somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios. La Biblia es muy clara, " ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado " (Romanos 3:20). ¿Por qué es que ninguna persona será salva por sus buenas obras? El hecho es que sólo Jesucristo ha guardado la Ley perfectamente. El resto de nosotros esta destituido de la gloria de Dios. Sí, el apóstol Pablo escribió, " los hacedores de la ley serán justificados " (2:13), pero el problema es que ninguno ha guardado la ley perfectamente si no solo Jesucristo, por lo tanto nadie será declarado justo por las obras de la Ley. ¿Cuántas veces tiene que pecar para ser un pecador? Solamente una vez.

¿Alguna vez ha juzgado usted a alguien por lo que ellos hicieron, o por quiénes eran? ¿Alguna vez ha condenado usted a alguien debido a sus actitudes o acciones hacia usted? Entonces usted se condenó asimismo (Rom 2: 1)

Necesitamos la justicia de Dios que Él proporciona porque estamos bajo la condenación de Dios y la merecemos (Rom. 1:18-3:20). Cada individuo es responsable ante el Dios santo quien no tolerará el pecado. Somos culpables de pecado en pensamiento, palabra y en hecho.

Esta relación con Dios viene a nosotros " aparte de la Ley. " "Ningún hombre será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado¨ (Romanos 3:20). Somos moralmente corruptos y malos de corazón.

No hay ninguna esperanza para mí si la sangre de Jesucristo no nos limpia de nuestros pecados. Sólo la sangre de Jesucristo puede limpiar el corazón del pecado y su condenación. Alejados de la obra de salvación de Jesucristo en la cruz, estamos bajo la ira de Dios y somos destinados a pasar la eternidad en el infierno. "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad" (Rom. 1:18).

Cuando usted pone su fe en Jesucristo, Dios le imparte Su justicia. Cuando Dios vistió a Adán y Eva con las pieles de animales; Él sin duda les explicó a ellos que esto un día sería el camino por el cual Él vestiría a los pecadores que creen en Cristo Jesús con Su justicia. Si usted ha creído en Cristo como su salvador usted ha sido vestido con la justicia de Cristo (2 Cor. 5:21; Isa. 61:10).

"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, " (Rom. 3:21-22). Ningún Cristiano, Judío, Gentil, Musulmán, Hindú, etc. puede ser salvo sin tener una fe personal en Jesucristo (Hechos 4:12; Juan 14: 6).

19/11/2010

Decido Amar con Amor Redentor

“Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también amarnos los unos a los otros” I Juan 4:11
Hoy Dios me manda a amar a otros. Dios no me pide que los ame naturalmente, porque quizá en mi naturaleza me cuesta o no encuentro amor allí en ese terreno natural, pero él me pide que los ame con el amor redentor. Amor redentor es la clase de amor con la que Dios me ama.

Esta clase de amor esta demostrado en la vida del profeta Oseas. La esposa del profeta lo dejo a él y se fue a vivir con otro hombre y Oseas tuvo la humillante experiencia de comprarla de regreso para él desde la triste condición de adultera. Que experiencia es comprar otra vez lo que ya es suyo. Este es el cuadro hermoso del amor redentor de Dios. Nos compró con la sangre de Jesús a pesar de que ya éramos suyos.
El amor redentor no conoce la vergüenza, ni está interesado en que lo amen, ni está basado en los sentimientos. Jesús no tuvo compasión de si mismo cuando estaba en la Cruz y por lo tanto jamás dijo: Oh , pobre de mi…
Oseas cuando compró a su esposa de regreso, tomo el pecado de ella y la desgracia de ella como suyo propio y por amor redentor a ella, la tomó, pagó la deuda voluntariamente y la trajo segura a casa otra vez.
El amor redentor me ata a los otros y me hace permanecer al lado a pesar de … La esposa de Oseas, nunca más dejo a su esposo Oseas.
El amor redentor es la atadura más fuerte que puede existir en este mundo carente de amor.
Hoy el Señor quiere que yo amé con ese amor redentor, Hoy no puedo copiar el amor redentor de Dios. No es asunto de tratar de hacer un esfuerzo para hacerlo, porque ese sería el amor natural.
Yo no puedo determinar cuando amo a los otros. Por eso Pablo dijo hablando del matrimonio que los esposos deben amar a la esposa como Cristo amó a a la Iglesia.
Mi única esperanza está en recibir y expresar el amor redentor de Dios. Ese amor en derramado en mi corazón por el Espíritu Santo y entonces la más natural de mis relaciones llega a estar bajo el amor espiritual y redentor de Dios.
Por eso es que el apóstol Juan dice: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también amarnos los unos a los otros” I Juan 4:11. Hoy me acerco para que Dios derrame ese amor redentor dentro de mi ser para tocar a otros con ese amor.
Señor. Gracias por tu amor redentor que me ha alcanzado. Yo hoy quiero caminar en ese amor y tocar a otros con ese amor.
Ayúdame a acercarme a ti de tal manera que pueda permitir que el Espíritu Santo me bautice internamente con ese amor redentor para así compartirlo con todos aquellos que hoy me rodeen.
Amén.

16/11/2010

VIVIR POR CRISTO

Jesús dijo: El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí la hallará. (Mateo 10:39)
¡Muchos han sido los que han dado su vida!
¡Muchos han sido los que a lo largo de la historia han sufrido y hasta han dado su vida por causa de la verdad de la palabra de Dios!

En el Antiguo Testamento Sedrac, Mesac y Abed-Nego: estuvieron entre al horno del fuego ardiendo y no temíeron ser matados al no adorar la estatua del rey de Persia.
Daniel: oro como lo acostumbraba hacer y no temió a la muerte y fue echado al pozo de los leones.
Jeremías: Fue lanzado a un foso por predicar la verdad de Dios y luego fue muerto aserrado.

En el Nuevo Testamento Esteban: Murió apedreado. Fue uno de los primeros 7 diáconos de la iglesia en Jerusalén. Su muerte produjo una persecución en la que murieron alrededor de 2,000 cristianos.
Jacobo el Mayor (hijo de Zebedeo): Murió decapitado por una espada AD 44. El primero de los apóstoles en morir.
Felipe: Fue azotado, encarcelado y luego crucificado AD 54. Obrero diligente en Asia del Norte.
Mateo: Murió atravesado por una lanza en la ciudad de Nadabah AD 60. Apóstol de Jesús, escribió el evangelio que lleva su nombre.
Santiago: A la edad de 94 años fue golpeado y apedreado por los judíos, finalmente le reventaron el cerebro con un palo. Fue supervisor de las iglesias en Jerusalén y escribió la epístola de Santiago.
Matías: Fue apedreado en Jerusalén y luego decapitado. El que lleno la vacante de Judas Iscariote.
Andrés: Murió crucificado en una cruz atravesada en tierra en una ciudad llamada Edesa. Hermano de Pedro, predico en muchos países asiáticos.
Marcos: Fue arrastrado y hecho pedazos por el pueblo de Alejandría, pueblo idolatra. Escribió el libro de Marcos en griego bajo la supervisión de Pedro.
Pedro: Murió crucificado boca abajo en Roma a manos de Nerón. Apóstol de Cristo para los judíos.
Pablo: Murió decapitado por espada a manos de soldados romanos.
Judas: Murió crucificado en Edessa AD 72. Hermano de Jesús. Llamado Tadeo.
Bartolomé: Fue cruelmente golpeado y luego crucificado por idolatras. Tradujo el evangelio de Mateo a la lengua india y predico en ese país.
Tomas: Fue muerto a punta de lanza. Predico en India y Persia donde fue muerto por sacerdotes paganos enfurecidos con su mensaje.
Lucas: Fue colgado de un árbol de olivo donde murió ahorcado a manos de los idolatras en Grecia. Evangelista compañero de Pablo, autor del evangelio de San Lucas.
Simón: Crucificado en Inglaterra AD 74. Predico Mauritania, África e Inglaterra.
Juan: Fue martirizado al ser echado a una caja de aceite hirviendo de donde se dice escapó milagrosamente y sin daño alguno. Fue desterrado a la isla de Patmos por Dominicio. Nerva sucesor de Dominicio lo libro y fue el único de los apóstoles que escapo muerte violenta. Fundo las iglesias de Esmirna, Pergamos, Sardis, Filadelfia, Laodicea y Tiatira.
Bernabé: Fue muerto en AD 73.
Muchos en el Coliseo Romano: Fueron muertos por los leones, otros fueron quemados en las hogueras y lo hacían alabando el nombre de Dios y cantando alabanzas.
Hoy en día Hay muchos que hoy sufren por causa del nombre de Cristo:
Sudan: Creyentes son vendidos como esclavos, mutilados físicamente, los dejan pasar hambre y hasta los crucifican.
Arabia Saudita: Los cristianos han sido arrestados, torturados y decapitados.
Egipto: Las jovencitas y niñas cristianas han sido secuestradas, ultrajadas y forzadas a casarse con sus atacantes.
Pakistán: Cristianos han sido torturados en prisión, atacados en las calles y sus hogares han sido destruidos por turbas.
China: Los líderes de la iglesia continúan siendo sentenciados a largas condenas de prisión en duros campos de trabajo.
El evangelio de Cristo sí es un evangelio de compromiso.
Hoy en día se predica un evangelio fácil. Un evangelio que no requiere compromiso. Jesucristo dijo estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la salvación. Hoy se predica un evangelio de:
Mucha prosperidad, De mucho gozo, De mucha risa y De mucha paz.
Sin arrepentimiento, De poca santidad, Sin pruebas, Sin persecución, Sin compromiso
Hoy - No existe el compromiso con Dios: Los cristianos viven pensando que no están expuestos a sufrir por la causa de Cristo. Pues Cristo ya sufrió por mí.
Muchos piensan que con solo ir el Domingo a la reunión de iglesia es suficiente.
Llegan tarde a la reunión.
No hay vida de oración.
No se lee y medita en la Biblia a diario.
No se comparte el evangelio con otros.
No se siente nada por los santos que sufren a diario por causa de Cristo.
Para poder morir por Cristo, es necesario vivir por Él.
Los apóstoles pudieron morir por Cristo porque estaban viviendo por Él.
Un cristiano que no vive por Cristo, jamás podrá morir por Él.
Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. Lucas 9:62.
Si alguno no aborreciere a padre o madre y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:26
Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida. 2 Timoteo 2:4.
Pablo decía: "Para mí el vivir es Cristo"- Filipenses 1:21; En 2 Corintios 11:24-29 el apóstol Pablo lista las dificultades por las que ha pasado en su vivir por Cristo.
Estemos dispuestos a padecer por Cristo si es necesario.
"Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto es de Dios. Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en el sino también que padezcáis por él.
Filipenses 1:28-29

¡Jesús es el Señor!

31/10/2010

ORACION: ESPÍRITU SANTO

Bendito Espíritu, ayúdame a buscar a Dios. Que sea el centro de mi vida, orientada hacia Él para que reine en mi alma el amor y armonía.
Bendito Espíritu de Entendimiento, ilumina mi mente, para que yo conozca y ame las verdades de fe y las haga verdadera vida de mi vida.
Bendito Espíritu, ilumíname y guíame en todos mis caminos, para que yo pueda siempre conocer y hacer tu santa voluntad. Hazme prudente y audaz.
Bendito Espíritu, vigoriza mi alma en tiempo de prueba y adversidad. Dame lealtad y confianza.
Bendito Espíritu, ayúdame a distinguir entre el bien y el mal. Enséñame a proceder con rectitud en la presencia de Dios. Dame clara visión y decisión firme.
Bendito Espíritu, toma posesión de mi corazón; inclínalo a creer con sinceridad en Ti, a amarte santamente, Dios mío, para que con toda mi alma pueda yo buscarte a ti, que eres mi Padre, el mejor y más verdadero gozo.
Bendito Espíritu de Santo, penetra lo mas intimo de mi corazón para que yo pueda siempre recordar tu presencia. Hazme huir del pecado y concédeme profundo respeto para con Dios y ante los demás, creados a imagen de Dios.


Ven, Espíritu Santo
Oh, Espíritu Santo, ven,
Danos el ansiado bien
De Tu lumbre celestial;
Padre del pobre clemente,
De eternos dones la fuente,
Luz para todo mortal.

Supremo consolador,
Huésped del alma, dulzor,
Refrigerio en los rigores,
Dulce tregua en la fatiga,
Templanza que ardor mitiga,
Consuelo en nuestros dolores.

Luz sacrosanta del mundo,
Abraza lo mas profundo
Del corazón de tus fieles;
Sin tu bella claridad,
Sólo existiría maldad,
Y serían los hombres crueles.

Limpia toda sordidez,
Fructifica la aridez,
Sana lo que se halla herido,
Doblega la vanidad,
Enardece la frialdad,
Torna recto lo torcido.

Bríndales la concesión
De tu septiforme don
A la grey que en Ti confía,
Úngelos con la virtud,
Dales éxito y salud,
Y perdurable alegría.

27/10/2010

I. LA DOCTRINA DE DIOS

1. Las Sagradas Escrituras.
Las Sagradas Escrituras, que abarcan el Antiguo y el Nuevo Testamento, constituyen la Palabra escrita de Dios, transmitida por inspiración divina mediante santos hombres de Dios que hablaron y escribieron siendo impulsados por el Espíritu Santo. Por medio de esta palabra, Dios ha comunicado a los seres humanos el conocimiento necesario para alcanzar la salvación. Las Sagradas Escrituras son la infalible revelación de la voluntad divina. Son la norma del carácter, el criterio para evaluar la experiencia, la revelación autorizada de las doctrinas, y un registro fidedigno de los actos de Dios realizados en el curso de la historia (2 Pedro 1:20-21; 2 Timoteo 3:16-17; Salmos 119:105; Proverbios 30:5-6; Isaías 8:20; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12)
2. La Trinidad.
Hay un solo Dios, que es una unidad de tres personas coeternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Dios uno y trino es inmortal, todopoderoso, omnisapiente, superior a todos y omnipresente. Es infinito y escapa a la comprensión humana, no obstante lo cual se le puede conocer mediante la propia revelación que ha efectuado de sí mismo. Es eternamente digno de reverencia, adoración y servicio por parte de toda la creación
(Deuteronomio 6:4; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Efesios 4:4-6; 1 Pedro 1:2; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 14:7)
3. EI Padre.
Dios el Padre Eterno, es el Creador, Origen, Sustentador y Soberano de toda la creación. Es justo, santo, misericordioso y clemente, tardo para la ira y abundante en amor y fidelidad. Las cualidades y las facultades del Padre se manifiestan también en el Hijo y el Espíritu Santo. (Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1 Corintios 15:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:8; 1 Timoteo 1:17; Éxodo 34:6-7; Juan 14:9)
4. El Hijo.
Dios el Hijo Eterno es uno con el Padre. Por medio de él fueron creadas todas las cosas; EI revela el carácter de Dios, lleva a cabo la salvación de la humanidad y juzga al mundo. Aunque es verdaderamente Dios, sempiterno, también llegó a ser verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la virgen María. Vivió y experimentó tentaciones como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios. Mediante sus milagros manifestó el poder de Dios y éstos dieron testimonio de que era el prometido Mesías de Dios. Sufrió y murió voluntariamente en la cruz por nuestros pecados y en nuestro lugar, resucitó de entre las muertos y ascendió al Padre para ministrar en el santuario celestial en nuestro favor. Volverá otra vez con poder y gloria para liberar definitivamente a su pueblo y restaurar todas las cosas
(Juan 1:1-3, 14; Colosenses 1:15-19; Juan 10:30; 14:9; Romanos 6:23; 2 Corintios 5:17-19; Juan 5:22; Lucas 1:35; Filipenses. 2:5-11; 1 Corintios 15:3-4; Hebreos 2:9-18; 8:1-2; Juan 14:1-3)
5. El Espíritu Santo.
Dios el Espíritu Eterno estuvo activo con el Padre y el Hijo en la creación, la encarnación y la redención. Inspiró a los autores de las Escrituras. Infundió poder a la vida de Cristo. Atrae y convence a los seres humanos; y a los que responden, renueva y transforma a la imagen de Dios. Enviado por el Padre y el Hijo está siempre con sus hijos, distribuye dones espirituales a la iglesia, la capacita para dar testimonio en favor de Cristo, y en armonía con las Escrituras la conduce a toda verdad. (Génesis 1:1-2; Lucas 1:35; 4:18; Hechos 10:38; 2 Pedro 1:21; 2 Corintios 3:18; Efesios 4:11-12; Hechos 1:8; Juan 14:16-18, 26; 15:26-27; 16:7-13)

II. LA DOCTRINA DEL HOMBRE

6. La creación.
Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado por medio de las Escrituras un registro auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días "los cielos y la tierra" y todo ser viviente que la habita, y reposó el séptimo día de la primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo de la finalización de su obra creadora. El primer hombre y la primera mujer fueron hechos a imagen de Dios como una corona de la creación; se les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado era "bueno en gran manera", porque declaraba la gloria de Dios
(Génesis 1:2; Éxodo 20:8-11; Salmos 19:1-6; 33:6, 9; 104; Hebreos 11:3)
7. La naturaleza del hombre.
El hombre y la mujer fueron hechos a imagen de Dios, con individualidad propia y con la facultad y la libertad de pensar y obrar por su cuenta. Aunque fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu que depende de Dios para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de él y cayeron de la elevada posición que ocupaban bajo el gobierno de Dios. La imagen de Dios se desfiguró en ellos y quedaron sujetos a la muerte. Sus descendientes participan de esta naturaleza degradada y de sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias hacia el mal. Pero Dios, en Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo, y por medio de su Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados para gloria de Dios, se los invita a amar al Señor y a amarse mutuamente, y a cuidar el ambiente que los rodea. (Génesis 1:26-28; 2:7; Salmos 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmos 51:5; Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19-20; Salmos 51:10; 1 Juan 4:7-8, 11, 20; Génesis 2:15)

III. LA DOCTRINA DE LA SALVACION

8. El gran conflicto.
La humanidad entera se encuentra envuelta en un conflicto de proporciones extraordinarias entre Cristo y Satanás en torno al carácter de Dios, su ley y su soberanía sobre el universo. Este conflicto se originó en el cielo cuando un ser creado, dotado de libre albedrío, se exaltó a sí mismo y se convirtió en Satanás, el adversario de Dios, e instigó a rebelarse a una porción de los Ángeles. Él introdujo el espíritu de rebelión en este mundo cuando indujo a pecar a Adán y a Eva. El pecado produjo como resultado la distorsión de la imagen de Dios en la humanidad, el trastorno del mundo creado y posteriormente su completa devastación en ocasión del diluvio universal. Observado por toda la creación, este mundo se convirtió en el campo de batalla del conflicto universal, a cuyo término el Dios de amor quedará finalmente vindicado. Para ayudar a su pueblo en este conflicto, Cristo envía al Espíritu Santo y a los ángeles leales para que lo guíen, lo protejan y lo sustenten en el camino de la salvación
(Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Génesis 3; Romanos 1:19-32; 5:12-21; 8:19-22; Génesis 6-8; 2 Pedro 3:6; 1 Corintios 4:9; Hebreos 1:14.
9. La vida, muerte y resurrección de Cristo.
Mediante la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, sus sufrimientos, su muerte y su resurrección, Dios proveyó el único medio válido para expiar el pecado de la humanidad, de manera que los que por fe acepten esta expiación puedan tener acceso a la vida eterna, y toda la creación pueda comprender mejor el infinito y santo amor del Creador. Esta expiación perfecta vindica la justicia de la ley de Dios y la benignidad de su carácter, porque condena nuestro pecado y al mismo tiempo hace provisión para nuestro perdón. La muerte de Cristo es vicaria y expiatoria, reconciliadora y transformadora. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y a los que aceptan la expiación les asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte. Declara el señorío de Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla en el cielo y en la tierra. (Juan 3:16; Isaías 53; 1 Pedro 2:21-22; 1 Corintios 15:3-4, 20-22; 2 Corintios 5:14-15, 19-21; Romanos 1:4; 3:25; 4:25; 8:3-4; 1 Juan 2:2; 4:10; Gálatas 2:15; Filipenses 2:6-11)
10. La experiencia de la salvación.
Con amor y misericordia infinitos Dios hizo que Cristo, que no conoció pecado, fuera hecho pecado por nosotros, para que nosotros pudiésemos ser hechos justicia de Dios en él. Guiados por el Espíritu Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de nuestras transgresiones, y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como Sustituto y Ejemplo. Esta fe que recibe salvación nos llega por medio del poder divino de la Palabra y es un don de la gracia de Dios. Mediante Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios y librados del señorío del pecado. Por medio del Espíritu nacemos de nuevo y somos santificados; el Espíritu renueva nuestras mentes, graba la ley de amor de Dios en nuestros corazones y nos da poder para vivir una vida santa. Al permanecer en él somos participantes de la naturaleza divina y tenemos la seguridad de la salvación ahora y en ocasión del juicio. (2 Coríntios 5:17-21; Juan 3:16; Gálatas 1:4; 4:4-7; Tito 3:3-7; Juan 16:8; Gálatas 3:13-14; 1 Pedro 2:21-22; Romanos 10:17; Lucas 17:5; Marcos 9:23-24; Efésios 2:5-10; Romanos 3:21-26: Colosenses 1:13-14; Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26; Juan 3:3-8; 1 Pedro 1:23; Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2 Pedro 1:3-4; Romanos 8:1-4; 5:6-10)

IV. LA DOCTRINA DE LA IGLESIA

11. Crecimiento en Cristo.
Nueva creencia fundamental aprobada en 04 de julio de 2005, en la 58ª Asamblea de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Por su muerte en la cruz Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. El subyugó los espíritus de demonios durante Su ministerio terrestre y quebró su poder y tornó cierto su destino final. La victoria de Jesús nos da victoria sobre las fuerzas del mal que continúan procurando controlarnos, mientras caminamos con El en paz, alegría, y con la certeza de Su amor. Ahora el Espíritu Santo vive con nosotros y nos da poder. Continuamente comprometidos con Jesús como nuestro Salvador y Señor, somos libres del fardo de nuestros hechos pasados. No más viviremos en la oscuridad, con miedo de los poderes del mal, ignorancia, y la falta de sentido de nuestro antiguo modo de vida. En esa nueva libertad en Jesús, somos llamados a creces en semejanza a Su carácter, comulgando con El diariamente en oración, alimentándonos de Su Palabra, meditando en eso y en Su providencia, cantando sus alabanzas, reuniéndonos juntos en adoración, y participando en la misión de la Iglesia. A medida que nos entreguemos al servicio de amor a aquellos a nuestro alrededor y al testimonio de Su salvación, Su constante presencia con nosotros a través del Espíritu transforma cada momento y toda tarea en una experiencia espiritual.
› Razones bíblicas: Salmos 1:1, 2; 23:4; 77:11, 12; Colosenses 1:13, 14; 2:6, 14, 15; San Lucas 10:17-20; Efesios 5:19, 20; 6:12-18; I Tesalonicenses 5:23; II San Pedro 2:9; 3:18; II Corintios 3:17, 18; Filipenses. 3:7-14; I Tesalonicenses 5:16-18; San Mateo 20:25-28; San Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38, 39; I San Juan 4:4; Hebreos 10:25.
12. La iglesia.
La iglesia es la comunidad de creyentes que confiesa que Jesucristo es Señor y Salvador. Como continuadores del pueblo de Dios del Antiguo Testamento, se nos invita a salir del mundo; y nos reunimos para adorar y estar en comunión unos con otros, para recibir instrucción el la Palabra, celebrar la Cena del Señor, para servir a toda la humanidad y proclamar el evangelio en todo el mundo. La iglesia deriva su autoridad de Cristo, que es el Verbo encarnado, y de las Escrituras que son la Palabra escrita. La iglesia es la familia de Dios: somos adoptados por él como hijos y vivimos sobre la base del nuevo pacto. La iglesia es el cuerpo de Cristo, una comunidad de fe de la cual Cristo mismo es la cabeza. La iglesia es la esposa por la cual Cristo murió para poder santificarla y purificarla. Cuando regrese en triunfo, se la presentará como una iglesia gloriosa, es a saber, los fieles de todas las edades, adquiridos por su sangre, sin mancha ni arruga, santos e inmaculados
(Génesis 12:3; Hechos 7:38; Efesios 4:11-15; 3:8-11; Mateo 28:19-20; 16:13-20; 18:18; Efesios 2:19-22; 1:22-23; 5:23-27; Colosenses 1:17-18)
13. El remanente y su misión.
La iglesia universal está compuesta por todos los que creen verdaderamente en Cristo, pero en los últimos días, una época de apostasía generalizada, se ha llamado a un remanente para que guarde los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Este remanente anuncia la hora del juicio, proclama la salvación por medio de Cristo y anuncia la proximidad de su segunda venida. Esta proclamación está simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14; coincide con la hora del juicio en el cielo y da como resultado una obra de arrepentimiento y reforma en la tierra. Todo creyente recibe la invitación a participar personalmente en este testimonio mundial. (Apocalipsis 12:17; 14:6-12; 18:1-4; 2 Corintios 5:10; Judas 3, 14; 1 Pedro 1:16-19; 2 Pedro 3:10-14; Apocalipsis 21:1-14)
14. La unidad del cuerpo de Cristo.
La iglesia es un cuerpo constituido por muchos miembros que proceden de toda nación, raza, lengua y pueblo. En Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, hombres y mujeres, no debemos causar divisiones entre nosotros. Todas somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos ha unido en comunión con él y los unos con los otros. Debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas. Por medio de la revelación de Jesucristo en las Escrituras participamos de la misma fe y la misma esperanza, y salimos para dar a todos el mismo testimonio. Esta unidad tiene sus orígenes en la unicidad del Dios trino, que nos ha adoptado como sus hijos
(Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Mateo 28:19-20; Salmos 133:1: 2 Corintios 5:16-17; Hechos 17:26-27; Gálatas 3:27, 29; Colosenses 3:10-15; Efesios 4:14-16; 4:1-6; Juan 17:20-23)
15. El bautismo.
Por medio del bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, y damos testimonio de nuestra muerte al pecado y de nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, llegamos a ser su pueblo y somos recibidos como miembros de su iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo, del perdón de nuestros pecados y de nuestra recepción del Espíritu Santo. Se realiza por inmersión en agua, y está íntimamente vinculado con una afirmación de fe en Jesús y con evidencias de arrepentimiento del pecado. Sigue a la instrucción en las Sagradas Escrituras y a la aceptación de sus enseñanzas. (Romanos 6:1-6; Colosenses 2:12-13; Hechos 16:30-33; 22:16; 2:38; Mateo 28:19-20)
16. La Cena del Señor.
La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como expresión de fe en él, nuestro Señor y Salvador. En esta experiencia de comunión Cristo está presente para encontrarse con su pueblo y fortalecerlo. Al participar en ella, proclamamos gozosamente la muerte del Señor hasta que venga. La preparación para la Cena incluye un examen de conciencia, arrepentimiento y confesión. El Maestro ordenó el servicio de lavamiento de los pies para manifestar una renovada purificación, expresar disposición a servirnos mutuamente y con humildad cristiana, y unir nuestros corazones en amor. Todos los creyentes cristianos pueden participar del servicio de comunión. (1 Corintios 10:16-17; 11:23-30; Mateo 26:17-30; Apocalipsis 3:20; Juan 6:48-63; 13:1-17)
17. Los dones y ministerios espirituales.
Dios concede a todos los miembros de su iglesia en todas las edades dones espirituales para que cada uno las emplee en amante ministerio por el bien común de la iglesia y la humanidad. Concedidos mediante la operación del Espíritu Santo, quien los distribuye entre cada miembro según su voluntad, los dones proveen todos los ministerios y habilidades necesarios para que la iglesia cumpla su función divinamente ordenada. De acuerdo con las Escrituras estos dones incluyen ministerios tales como fe, sanidad, profecía, predicación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión y servicio abnegado y caridad para ayudar y animar a nuestros semejantes. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para cumplir funciones reconocidas por la iglesia en los ministerios pastoral, de evangelización, apostólico y de enseñanza, particularmente necesarios a fin de equipar a los miembros para el servicio, edificar a la iglesia de modo que alcance madurez espiritual, y promover la unidad de la fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean estos dones espirituales como fieles mayordomos de las numerosas gracias de Dios, la iglesia es protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece gracias a un desarrollo que procede de Dios, y es edificada en la fe y el amor. (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:9-11, 27-28; Efesios 4:8, 11-16; Hechos 6:1-7; 1 Timoteo 3:1-13; 1 Pedro 4:10-11)
18. El don de profecía.
Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una de las características distintivas de la iglesia remanente y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una permanente y autorizada fuente de verdad, y proveen consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia. También establecen con claridad que la Biblia es la norma por la cual deben ser evaluadas toda enseñanza y toda experiencia. (Joel 2:28-29; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; 19:10)

V. LA DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA

19. La ley de Dios.
Los grandes principios de la ley de Dios están incorporados en los Diez Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor, la voluntad y el propósito de Dios con respecto a la conducta y las relaciones humanas, y están en vigencia para todos los seres humanos de todas las épocas. Esos preceptos constituyen la base del pacto de Dios con su pueblo y la norma del juicio divino. Por medio de la obra del Espíritu Santo señalan el pecado y avivan la necesidad de un Salvador. La salvación es sólo por gracia y no por obras, pero su fruto es la obediencia a los mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter cristiano y da como resultado una sensación de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor al Señor y preocupación por nuestros semejantes. La obediencia por fe demuestra el poder de Cristo para transformar vidas y por lo tanto fortalece el testimonio cristiano. (Éxodo 20:1-17; Salmos 40:7-8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio 28:1-14; Mateo 5:17-20; Hebreos 8:8-10; Juan 15:7-10; Efesios 2:8-10; 1 Juan 5:3; Romanos 8:3-4; Salmos 19:7-14)
20. El sábado.
El benéfico Creador descansó el séptimo día después de los seis días de la creación, e instituyó el sábado para todos los hombres como un monumento de su obra creadora. El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del séptimo día como día de reposo, adoración y ministerio, en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado. El sábado es un día de agradable comunión con Dios y con nuestros hermanos. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de santificación, una demostración de nuestra lealtad y una anticipación de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua de Dios del pacto eterno entre él y su pueblo. La gozosa observancia de este tiempo sagrado de tarde a tarde, de puesta de sol a puesta de sol, es una celebración de la obra creadora y redentora de Dios
(Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaías 56:5-6; 58:13-14; Mateo 12:1-12; Éxodo 31:13-17; Ezequiel 20:12, 20; Hebreos 4:1-11; Deuteronomio 5:12-15; Levíticos 23:32; Marcos 1:32)
21. La mayordomía.
Somos mayordomos de Dios, a quienes él ha confiado tiempo y oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus recursos. Somos responsables ante él por su empleo adecuado. Reconocemos que Dios es dueño de todo mediante nuestro fiel servicio a él y a nuestros semejantes, y mediante la devolución de los diezmos y las ofrendas para la proclamación de su evangelio y para el sostén y desarrollo de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que Dios nos ha concedido para que crezcamos en amor y para que logremos la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo fiel se regocija por las bendiciones que reciben los demás como fruto de su fidelidad. (Génesis 1:26-28; 2:15; 1 Crónicas 29:14; Hageo 1:3-11; Malaquías 3:8-12; 1 Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; 2 Corintios 8:1-15; Romanos 15:26-27)
22. Conducta cristiana.
Se nos invita a ser gente piadosa que piense, sienta y actúe en armonía con los principios del cielo. Para que el Espíritu vuelva a crear en nosotros el carácter de nuestro Señor, participamos solamente de lo que produce pureza, salud y gozo cristiano en nuestra vida. Esto significa que nuestras recreaciones y entretenimientos estarán en armonía con las más elevadas normas de gusto y belleza cristianos. Si bien reconocemos las diferencias culturales, nuestra vestimenta debiera ser sencilla, modesta y pulcra como corresponde a aquellos cuya verdadera belleza no consiste en el adorno exterior, sino en el inmarcesible ornamento de un espíritu apacible y tranquilo. Significa también que puesto que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, debemos cuidarlos inteligentemente. Junto con la práctica adecuada del ejercicio y el descanso, debemos adoptar un régimen alimentario lo más saludable posible, y abstenernos de alimentos impuros identificados como tales en las Escrituras. Puesto que las bebidas alcohólicas, el tabaco, y el empleo irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestros cuerpos, también nos abstendremos de ellos. En cambio, nos dedicaremos a todo lo que ponga nuestros pensamientos y cuerpos en armonía con la disciplina de Cristo, quien quiere que gocemos de salud, de alegría y de todo lo bueno. (Romanos 12:1-2; 1 Juan 2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2 Corintios 10:5; 6:14 - 7:1; 1 Pedro 3:1-4; 1 Corintios 6:19-20; 10:31; Levíticos 11:1-47; 3 Juan 2)

VI. LA DOCTRINA DE LOS ACONTECIMIENTOS FINALES

23. El matrimonio y la familia.
El matrimonio fue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús, para que fuera una unión por toda la vida entre un hombre y una mujer en amante compañerismo. Para el cristiano el matrimonio es un compromiso a la vez con Dios y con su cónyuge, y este paso debieran darlo sólo personas que participan de la misma fe. El amor mutuo, el honor, el respeto y la responsabilidad, son la trama y la urdimbre de esta relación, que debiera reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la perdurabilidad de la relación que existen entre Cristo y su iglesia. Con respecto al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia, a menos que sea por causa de fornicación y se casa con otra, comete adulterio. Aunque algunas relaciones familiares estén lejos de ser ideales, los socios en la relación matrimonial que se consagran plenamente el uno al otro en Cristo pueden lograr una amorosa unidad gracias a la dirección del Espíritu y al amante cuidado de la Iglesia. Dios bendice la familia y es su propósito que sus miembros se ayuden mutuamente hasta alcanzar la plena madurez. Los padres deben criar a sus hijos para que amen y obedezcan al Señor. Mediante el precepto y el ejemplo debieran enseñarles que Cristo disciplina amorosamente, que siempre es tierno y que se preocupa por sus criaturas, y que quiere que lleguen a ser miembros de su cuerpo, la familia de Dios. Una creciente intimidad familiar es uno de los rasgos característicos del último mensaje evangélico. (Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; Juan 2:1-11; 2 Corintios 6:14; Efesios 5:21-33; Mateo 5:31-32; Marcos 10:11-12; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:10-11; Éxodo 20:12; Efesios 6:1-4; Deuteronomio 6:5-9; Proverbios 22:6; Malaquías 4:5, 6)
24. El ministerio de Cristo en el santuario celestial.
Hay un santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre. En él Cristo ministra en nuestro favor, para poner a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844, al concluir el período profético de los 2.300 días, entró en la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Esta obra es un juicio investigador que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, tipificada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el día de la expiación. En el servicio simbólico el santuario se purificaba mediante la sangre de los sacrificios de animales, pero las cosas celestiales se purificaban mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador pone de manifiesto frente a las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo y por lo tanto se los considerará dignos, en él, de participar de la primera resurrección. También aclara quiénes entre los vivientes están morando en Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y en éI, por lo tanto estarán listos para ser trasladados a su reino eterno. Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que los que permanecieron leales a Dios recibirán el reino. La conclusión de este ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de prueba otorgado a los seres humanos antes de su segunda venida
(Hebreos 8:1-5; 4:1416; 9:11-28; 10:19-22; 1:3; 2:16, 17; Daniel 7:9-27; 8:13-14; 9:24-27; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Levíticos 16; Apocalipsis 14:6-7; 20:12: 14:12; 22:12)
25. La segunda venida de Cristo.
La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran culminación del evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y de alcance mundial. Cuando regrese, los justos muertos resucitarán y junto con los justos vivos serán glorificados y llevados al cielo, pero los impíos morirán. El hecho de que la mayor parte de las profecías esté alcanzando su pleno cumplimiento, unido a las actuales condiciones del mundo, nos indica que la venida de Cristo es inminente. El momento cuando ocurrirá este acontecimiento no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en todo tiempo
(Tito 2:13; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; Mateo 24:14; Apocalipsis 1:7; Mateo 24:43-44; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:51-54; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8; Apocalipsis 14:14-20; 19:11-21; Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6)
26. La muerte y la resurrección.
La paga del pecado es muerte. Pero Dios, el único que es inmortal, otorgará vida eterna a sus redimidos. Hasta ese día, la muerte constituye un estado de inconsciencia para todos los que hayan fallecido. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados y todos juntos serán arrebatados para salir al encuentro de su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los impíos, ocurrirá mil años después. (Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:5-6; Salmos 146:3-4; Juan 11:11-14; Colosenses 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:1-10)
27. El milenio y el fin del pecado.
El milenio es el reino de mil años de Cristo con sus santos en el cielo que se extiende entre la primera y la segunda resurrección. Durante ese tiempo serán juzgados los impíos; la tierra estará completamente desolada, sin habitantes humanos, pero sí ocupada por Satanás y sus ángeles. Al terminar ese período Cristo y sus santos, junto con la Santa Ciudad, descenderán del cielo a la tierra. Los impíos muertos resucitarán entonces, y junto con Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la tierra. De ese modo el universo será librado del pecado y de los pecadores para siempre (Apocalipsis 20; 1 Corintios 6:2-3; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-5; Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18-19)
28. La tierra nueva.
En la tierra nueva, donde morarán los justos, Dios proporcionará un hogar eterno para los redimidos y un ambiente perfecto para la vida, el amor y el gozo sin fin, y para aprender junto a su presencia. Porque allí Dios mismo morará con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte terminarán para siempre. El gran conflicto habrá terminado y el pecado no existirá más. Todas las cosas, animadas e inanimadas, declararán que Dios es amor, y él reinará para siempre jamás. Amén (2 Pedro 3:13; Isaías 35; 65:17-25; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7; 22:1-5; 11:15

EL MINISTERIO DE CRISTO - SANTUARIO CELESTIAL

LA LEY DE DIOS

24/10/2010

"EL DIA DEL SEÑOR" ¿QUAL EL SIGNIFICADO?

La frase “el día del Señor” usualmente identifica a eventos que tendrán lugar al final de la historia (Isaías 7:18-25) y con frecuencia es juntamente asociada con la frase “en aquel día.” Una clave para entender estas frases es notar que ellas siempre identifican un período de tiempo durante el cual Dios interviene personalmente en la historia, directa o indirectamente, para llevar a cabo algún aspecto específico de Su plan.

La mayoría de la gente asocia “el día del Señor” con un período de tiempo o un día especial que ocurrirá al final de los tiempos, cuando la voluntad de Dios y los propósitos para Su mundo y para la humanidad serán consumados. Algunos eruditos creen que “el día del Señor” será un mayor período de tiempo, más que un solo día – un período de tiempo cuando Cristo reinará sobre todo el mundo antes que Él limpie el cielo y la tierra como preparación para el estado eterno de toda la humanidad. Sin embargo otros eruditos creen que el día del Señor será un evento instantáneo, cuando Cristo regrese a la tierra a redimir a Sus fieles creyentes y a enviar a los incrédulos a la eterna condenación.

La frase “el día del Señor” es usada diecinueve veces en el Antiguo Testamento (Isaías 2:12; 13:6, 9: Ezequiel 13:5, 30:3; Joel 1:15, 2:1, 11, 31, 3:14; Amos 5:18, 20; Sofonías 1:7, 14; Zacarías 14:1; Malaquías 4:5) y cuatro veces en el Nuevo Testamento (Hechos 2:20; 2 Tesalonicenses 2:2; 2 Pedro 3:10). También es aludido en otros pasajes (Apocalipsis 6:17; 16:14).

Los pasajes del Antiguo Testamento que tratan sobre el día del Señor, con frecuencia transmiten un sentido de inminencia, cercanía y expectación: “Aullad, porque cerca está el día de Jehová..” (Isaías 13:6); “Porque cerca está el día, cerca está el día de Jehová;…” (Ezequiel 30:3); ¡Ay del día! Porque cercano está el día de Jehová..” (Joel 1:15); “…tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano.” (Joel 2:1); Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión.” (Joel 3:14); “Calla en la presencia de Jehová el Señor, porque el día de Jehová está cercano;…” (Sofonías 1:7) “Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo;…” (Sofonías 1:14). Esto es porque los pasajes del Antiguo Testamento sobre “el día del Señor” con frecuencia hablan tanto del cercano, como del lejano cumplimiento, de la misma forma que lo hace mucha de la profecía del Antiguo Testamento. Hay veces en que en el Antiguo Testamento, “el día del Señor” es usado para describir juicios históricos que ya habían sido ejecutados en al menos algún sentido (Isaías 13:6-22; Ezequiel 30:2.19; Joel 1:15; 3:14; Amos 5:18-20; Sofonías 1:14-18), mientras que otras veces se refiere a juicios divinos que tendrán lugar hacia el final de los tiempos (Joel 2:30-32; Zacarías 14:1; Malaquías 4:1,5).

El Nuevo testamento lo llama un día de “ira,” un día de “visitación,” y “el gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14) y se refiere al aún futuro cumplimiento cuando la ira de Dios sea derramada sobre el Israel incrédulo (Isaías 22; Jeremías 30:1-17; Joel 1-2; Amos 5; Sofonías 1), y sobre el mundo incrédulo (Ezequiel 38-39; Zacarías 14). Las Escrituras indican que “el día del Señor” vendrá de repente, como ladrón en la noche. (Sofonías 1:14-15; 2 Tesalonicenses 5:2); y por tanto, nosotros como cristianos debemos estar alertas y preparados para la venida de Cristo en cualquier momento.

Además de ser un tiempo de juicio, también será un tiempo de salvación, porque Dios librará al remanente de Israel, cumpliendo Su promesa de que “todo Israel será salvo.” (Romanos 11:26), perdonando sus pecados y reintegrado a Su pueblo elegido en la tierra que Él prometió a Abraham (Isaías 10:27; Jeremías 30:19-31, 40; Miqueas 4; Zacarías 13). El resultado final del día del Señor será que “La altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será exaltado en aquel día.” (Isaías 2:17). El último o final cumplimiento de las profecías concernientes al “día del Señor” vendrá al final de la historia, cuando con maravilloso poder, Dios castigará el mal y cumplirá todas Sus promesas.

20/10/2010

LA JUSTICIA DIVINA.

Introducción.
Reflexionar sobre las virtudes equivale a reflexionar sobre la imagen de hombre y de mujer que emerge del Evangelio, en consonancia con la recta razón. Por consiguiente, es un modo de entrar en los problemas de la ética a partir no de cada caso singular de la vida, sino de la determinación de los comportamientos fundamentales que hacen que la existencia humana sea moral.

La justicia humana.
Según San Ambrosio, “la justicia se refiere a la sociedad y a la comunidad del género humano”, es algo que regula las relaciones entre las personas. Todos nosotros nos damos cuenta de la importancia de esta virtud, por la cual se puede incluso morir: basta pensar en los magistrados como Falcone y Borsellino, para recibir todo el dramatismo del tema de la justicia.
Si el término “prudencia” – como lo hemos visto – ocurre raras veces en la Biblia, el término “justicia” es uno de los más usados en el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Entre los posibles pasajes bíblicos cito algunos: “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19, 15).
“¡Dichoso el hombre que teme al Señor, que en sus mandamientos mucho se complace! Fuerte será en la tierra su estirpe, vendita la raza de los hombres rectos. Hacienda y riquezas en su casa, su justicia por siempre permanece. En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, tierno, clemente y justo. Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos. No, será conmovido jamás, en memoria eterna permanece el justo; no tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en el Señor confiado. Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor. Lo ve el impío y se enfurece, rechinando sus dientes, se consume. El afán del impío se pierde” (Sal 112).
En el Antiguo Testamento la justicia es el fundamento de la vida comunitaria, es la virtud que promueve el orden positivo, constructivo, benéfico, de las relaciones de los hombres entre si y con Dios: decir “justo” equivale a decir “bueno”, “santo”, “perfecto”.
El Nuevo Testamento hereda ese vocabulario: “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un amo en el cielo”(Col 4,1).
También recordamos el versículo de Lucas, en el cual los padres de Juan el Bautista son señalados como “justos ante Dios” (1,6): era la alabanza más grande que se podía hacer. El evangelista Mateo subraya que José era un “hombre justo” (Mt 1, 19) porque era perfecto en todas su relaciones, con Dios y con los otros.
Entonces, impulsados por la lectura de los pasajes bíblicos, nos preguntamos: como virtud humana, moral, ¿qué es la justicia y en qué se basa?
Conocemos bien la definición clásica transmitida por la antigüedad griega y latina: justicia es dar a cada uno lo que le pertenece. Entonces ese valor social por el cual se reconocen los derechos de cada persona, así como se quiere que sean reconocidos y respetados los propios. En cierta manera, la justicia tiene que ver con los derechos de cada uno.
Entonces, se trata de comprender – y éste es el punto más importante de toda la reflexión – por qué alguno tiene un derecho. Hablamos de los derechos personales, inalienables, que nunca pueden ser pisoteados, por ningún motivo, por ninguna ganancia, por ningún interés.
Todo hombre y toda mujer tienen, desde el primer instante de su existencia, unos derechos nativos incalculables, porque cada uno – de cualquier raza, color cultura, educación, clase social, edad – ha sido creado por Dios. Y Dios nos creó a su imagen y semejanza, por consiguiente, con una dignidad y unos derechos propios, que se basan en la misma fuerza de la creación.
El fundamento de la justicia humana es la creación divina. Y desde el momento que Dios nos ha amado, nos ha creado como sujetos de un derecho inalienable, y quien ofende ese derecho ofende al mismo Dios.
Por consiguiente, la justicia tiene una dimensión divina y por eso es tomada en consideración incluso por aquellos que no saben dar razón de su fuente última. En los siglos pasados se ha intentado definir la justicia prescindiendo de Dios, basándola en un contrato humano: yo no realizo esta acción con respecto a ti para que tú no la realices con respecto a mí. Sin embargo, si no se acude al fundamento divino, no se logra definir claramente la inalienabilidad de los derechos.

La Justicia Divina.
Ahora queremos preguntarnos qué le agrega la Biblia al concepto humano (podríamos decir filosófico ) de justicia. Ya hemos subrayado que la Escritura habla de ella en el sentido humano común; sin embargo, ella la considera en un sentido mucho más amplio.
Añade al significado del término “justo”, “justicia”, algo más positivo, más creativo, que está incluido en el concepto de “justicia de Dios”, cualidad por la cual Dios es fiel a la alianza. Dios no sólo respeta nuestros derechos, sino que nos salva a nosotros, sus aliados, cuando somos oprimidos injustamente, cuando su pueblo queda empobrecido, reducido a la esclavitud. El Señor es justo porque restablece los derechos de los que son sus aliados. Aún más – y aquí es donde la justicia de Dios muestra su trascendencia con respecto a toda justicia humana – El perdona y rehabilita por amor, reconstruye en la plenitud de la dignidad incluso a quien hubiere ofendido los derechos divinos.
Entonces, mientras la justicia humana enseña a respetar los derechos ajenos, a restituir los derechos lesionados, la divina, que viene de Dios y que El infunde en nuestro corazón es más amplia, es salvífica, misericordiosa, perdona al pecador, lo levanta de nuevo, lo justifica (como escribe San Pablo), lo hace volver nuevamente justo. El amor divino hace justicia más allá de lo debido y lo hace con misericordia.
El Nuevo Testamento insiste mucho en esta justicia más grande: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”, como he citado anteriormente (Mt 5, 20).
Es una justicia que se expresa en el amor: “El que ama el prójimo, ha cumplido la ley” (Rm. 13, 8).
Es una justicia que se expresa en el amor: “Amad a vuestros enemigos, y rogad por los que os persiguen” ( Mt 5, 44).
Esta es la admirable construcción humano-divina de la justicia, que encontramos en las palabras de Jesús.

Comunicar la Palabra.
Me parece útil detenerme un poco ampliamente en reflexiones que nacen de lo que hemos evocado a propósito de la justicia y que expreso en forma de preguntas.

1. En el Evangelio según Lucas, Jesús afirma:”Lo que es del César, devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios” (20, 25).

¿Qué significa dar a Dios lo que le es debido? ¿Cómo y cuándo se lo damos? La justicia hacia Dios se llama “virtud de la religión”, precisamente para indicar que hay una justicia que se ha de ejercer con Dios. Pero no en el sentido de que podamos dar realmente a Dios en proporción de nuestra deuda, en efecto, como somos criatura, todo es suyo todo lo debemos a El. La religión es un acto de justicia que sabe que rendirle a Dios – más allá de la propia obediencia – adoración, alabanza, amor, confianza, culto. La religión es un acto de justicia que, al no poder igualar su deuda, se expresa en actitudes profundas, verdaderas, como son la alabanza, el silencio del corazón, la escucha, la acción de gracias.

Hagamos la prueba de preguntarnos: en las oraciones cotidianas, ¿tengo conciencia de lo que le debo a Dios? ¿ tengo conciencia de lo injusto que soy con Dios cuando me olvido de El?. Porque cada pecado, cada olvido de Dios es de alguna manera una injusticia. ¿En mis oraciones, lo adoro, lo alabo, lo bendigo, le profeso humildad y amor?. ¿Le dedico tiempo a Dios en mis jornadas?.

Y también:¿dedico tiempo a Dios en mi semana?.¿Participo en la Misa Dominical como un acto de justicia para con Dios?. No debemos creer que nuestra participación en la Misa o nuestra oración sean un gusto o una gentileza que le proporcionamos a Dios. Nosotros somos deudores de todo con El y, con algunos actos de culto, reconocemos nuestra condición de criaturas , nuestros sentimientos de gratitud.

A este propósito las Comunidades Religiosas deberían recordar que todo esto se expresa para ellas en la oración cotidiana, en la meditación asidua, en el silencio, en el ejercicio de la lectio divina, en el modo como se asiste y se vive la liturgia cotidiana: rindiendo alabanza, honor y gloria a Dios incluso por aquellos que no lo hacen.

2. Retomemos la primera parte del versículo lucano para preguntarnos: ¿qué significa dar al prójimo lo que le es debido?. ¿Cuáles son los obstáculos, los medios, el estilo?. Tenemos delante un campo inmenso, porque la justicia entre los hombres llega hasta cubrir todas nuestras relaciones sociales. ¿Quién es el prójimo de quien estoy obligado a respetar los derechos?. ¿A quién le debo justicia?.

Evidencio cuatro círculos concéntricos comenzando por el más restringido.
a) El prójimo son los papás a quienes debo honor, reverencia, respeto, obediencia; son los familiares a los cuales debo fraternidad, afecto, amor; son aquellos con quienes tengo relaciones de encuentro, de conversación, de amistad. Para este círculo, en realidad, no se puede hablar de justicia en sentido estricto, por cuanto no es justicia de intercambio, sino de respuesta amorosa, fraterna. Sin embargo, es fundamental para la existencia.
b) En la vida social, el prójimo son todos aquellos con quienes tengo relaciones de intercambio: de contrato, de trabajo, de comercio, de asociación, de compraventa, de prestaciones recíprocas.
¿Cómo practico la justicia en este tipo de relaciones?
c) Un círculo aún más amplio es aquel de la justicia en la vida política. Esa justicia concierne a cuantos tiene una responsabilidad administrativa, social, política; administradores, funcionarios de entidades privadas o públicas, responsables de alguna realidad social, todos los políticos. Por las desviaciones dramáticas a las cuales a veces asistimos, nos damos cuenta de cuán importante es este campo de la justicia y cómo las desviaciones rompen el tejido de la sociedad, ese tejido básico sobre el cual se instaura la capacidad de vivir juntos.
d) Existe un cuarto círculo, donde el prójimo son aquellos hacia los cuales le tengo una responsabilidad más remota, porque están lejos; pero se trata de una responsabilidad real: los países del Tercer Mundo, por ejemplo, con respecto a los cuales los países del Norte deben practicar la justicia. Y luego, cada uno de nosotros, cada grupo social, tiene una responsabilidad con respecto al ambiente, porque el problema toca a las generaciones presentes, pero también las futuras, de las cuales somos responsables.

Entonces, el campo de nuestras responsabilidades es amplio: va desde los lugares donde la justicia es más fácilmente determinable con criterios minuciosos, hasta los lugares donde la justicia nos responsabiliza por los otros, por la humanidad entera, por el futuro de la humanidad (cf. Estoy a la puerta, nn. 25-28.39-40).

Conclusión.
Recordemos siempre que la raíz de la justicia está en la creación querida por Dios. Es El en definitiva quien garantiza toda justicia; es El quien ante todo hace justicia a quienes nos desviamos, somos pobres, pecadores; es El quien nos perdona, nos rehabilita, nos ama; y por justicia salvífica, podemos también nosotros expresar justicia, bondad, amor, perdón hacia todos los otros, podemos vivir algo de esa justicia del Reino que pedimos cada día en el Padrenuestro: “¡Venga Tu Reino!”.