Estamos ciertamente viviendo en medio de los peligros de los últimos días, y aunque podamos aceptar intelectualmente la teoría de la verdad, puede no sernos de valor salvífico a menos que nos apropiemos de la oración que Cristo hizo en nuestro favor, "Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad". El significado de esa oración es, ‘Hazlos santos mediante el conocimiento de la Palabra’. "Y la luz (Cristo) en las tinieblas (el mundo) resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron". En lugar de dar la bienvenida a aquello que disipa las tinieblas, muchos no lo comprendieron ni lo recibieron.
Son enviados pastores, lo mismo que fue enviado Juan, para dar testimonio de esa Luz. La asignación del mensajero enviado por Dios no es dirigir las simpatías del pueblo hacia él mismo, sino apartar de sí mismo los afectos y simpatías, para centrarlas en Cristo. El peso de su mensaje debería ser, "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". "En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él"; pero el mundo se había hundido en tan terrible y profunda incredulidad que cuando su propio Creador vino a él, "no le conoció". "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios". Esa gracia no se hereda.
Quisiera que todos vieran que el mismo espíritu que se negó a aceptar a Cristo –la Luz que habría disipado las tinieblas morales–, está lejos de haberse extinguido hoy en nuestro mundo. En nuestros días están aquellos que no están más dispuestos a saludar y reconocer la luz de lo que lo estuvo el pueblo cuando los profetas y apóstoles vinieron con mensajes de Dios, y muchos rechazaron el mensaje y despreciaron al mensajero. Velemos para que no se halle en ninguno de nosotros un espíritu tal.
[Se cita Apoc. 2:1-5] El que Juan vio, andando en medio de los siete candeleros de oro, en aquella visión, representa a Cristo mismo andando entre ellos, yendo de iglesia en iglesia, de congregación en congregación y de alma en alma. Se trata de una vigilancia infatigable. Mientras que los subpastores pueden estar dormidos, o absorbidos con asuntos de importancia menor, Aquel que guardó a Israel no cabecea ni se duerme. Es el verdadero Centinela. La presencia y la gracia sostenedora de Cristo son el secreto de toda luz y vida. Somos guardados por el poder de Dios, mediante la fe, y eso no de nosotros; es el don de Dios.
El Señor Jesús dio el mensaje a Juan para que lo escribiese, a fin de que llegase a través de las edades, hasta el fin del mundo. A la iglesia de Éfeso se le dirigen palabras de reconocimiento. Se pronuncia el "Bien… [sobre el] buen siervo y fiel". Pero el mensaje no acaba ahí. El Salvador dice, "pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor". Esto ha sido presentado ante mí una y otra vez en contornos definidos, y lo he presentado al pueblo con pluma y voz.
¿Es que ese sorprendente mensaje no significa nada para nosotros? ¿Acaso no nos es aplicable? ¿Por qué no se presta atención a amonestaciones de tamaña solemnidad? ¿Por qué es que todos, con diligencia, en humildad y confesión, no manifiestan el arrepentimiento del que no hay que arrepentirse? ¿Por qué pasan tantos sin prestarle la debida atención? ¿Mora el amor en la iglesia? ¿Acaso no está casi extinguido? Para muchos, el primer amor por Jesús se ha enfriado. Los hermanos no aman a los hermanos. El amor de muchos se ha enfriado. El Testigo fiel y verdadero caracteriza a todos quienes perdieron su primer amor como caídos. ¿No conocía el peligro de éstos? "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido".
¿Continuarán las iglesias tratando con indiferencia estas verdades apremiantes? La pérdida del primer amor ha abierto la puerta al egoísmo, a las conjeturas impías, maledicencia, envidia, celos y dureza de corazón. Tal es el fruto producido al enfriarse el fervor del primer amor. La lengua no ha sido refrenada como se debía, a causa de la negligencia en la oración. Se ha fomentado la justicia farisaica; muere la espiritualidad, y el resultado es la falta de discernimiento espiritual.
La única esperanza para nuestras iglesias hoy, es arrepentirse y hacer su primera obra. El nombre de Jesús no inflama el corazón con amor. Una ortodoxia mecánica y formalista ha reemplazado a la caridad profunda y ferviente, y al afecto de unos por otros. ¿Prestará alguien oído a la solemne admonición, "Volveos, volveos: y por qué moriréis"? Caed sobre la roca y sed quebrantados; entonces permitid que el Señor Jesús os prepare, os talle y os moldee, como vasos para honra. Bien puede el pueblo temer y temblar ante las palabras: "vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Qué entonces? "Así que si la lumbre que hay en ti son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?".
El Espíritu no contenderá por siempre con el corazón lleno de perversidad. El que es infinito y condescendiente, el que pagó el precio de su propia sangre para salvar a su pueblo, se está dirigiendo a ellos. ¿Quién prestará atención a su advertencia? ¿Acaso las iglesias que pretenden creer la verdad para estos últimos días han sido fructíferos árboles de justicia? ¿Por qué es que no están llevando mucho fruto para gloria de Dios? ¿Por qué no están permaneciendo en Cristo, y avanzando de fortaleza en fortaleza, de carácter en carácter?
La palabra del Señor a su pueblo es, "confortaos en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". ¿Por qué sucede que el pueblo al que se dirige eso está degenerando en la debilidad y falta de eficiencia, no teniendo el amor de Cristo ardiendo sobre el altar de sus corazones, y siendo por lo tanto incapaz de encender el amor en los corazones de otros?
El pueblo de Dios tiene una evidencia tras otra; tiene verdad poderosa y convincente. ¿Será mantenida en el atrio exterior, de forma que no santifique el alma? Aquella lámpara que una vez alumbró, arrojando luz en medio de las tinieblas del error, ¿se irá apagando gradualmente, hasta extinguirse en las tinieblas?
¿Qué sucedió con Éfeso? No conoció el tiempo de su visitación. No oyó las solemnes admoniciones de Dios. No mantuvo una conexión vital con Cristo, y entraron lobos crueles, que no perdonaron a las ovejas. Esa iglesia, una vez amada por Dios, que hubiese podido difundir sus brillantes rayos en medio de las tinieblas morales para iluminar muchas almas, permitió que su luz se apagara.
Uno de los grandes pecados que está actualmente extinguiendo la luz espiritual es la falta de amor por Jesús y de unos por los otros. "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". Ved el fervoroso y anhelante amor de Jesús, quien presenta a su pueblo los atractivos de la vida eterna, a fin de que puedan captar la gloria del mundo futuro, y recuperar su primer amor. Arrepentirse no está actualmente de moda. Algunos lo contemplan como una obra demasiado humillante, impropia de nuestra época.
[Se citan 1 Juan 1:5-10; 2:9-11] ¿Podría alguna descripción ser más clara y penetrante que la que Juan nos dio? Estas cosas fueron escritas para nosotros y son aplicables a las Iglesias Adventistas del Séptimo Día. Algunos podrán decir: ‘Yo no odio a mi hermano; no soy tan malo’. Pero cuán poco comprenden sus propios corazones. Pueden pensar que tienen celo por Dios en sus sentimientos contra su hermano, cuando las ideas de éste parecen estar, de alguna forma, enfrentadas con las de ellos, dando lugar a sentimientos que nada tienen que ver con el amor. No muestran disposición a armonizar con él. Y sea que manifiesten o no la hostilidad contra el hermano, éste puede estar trayendo un mensaje de Dios al pueblo –precisamente la luz que hoy se necesita.
¿Por qué no consideráis, hermanos de tan preciosa fe, que en todas las épocas, cuando el Señor envió un mensaje especial a su pueblo, todos los poderes confederados del mal se pusieron a la obra a fin de evitar que la palabra de verdad llegase a aquellos que debían recibirla?
Si Satanás puede impresionar la mente y agitar las pasiones de quienes pretenden creer la verdad, conduciéndolos así a unirse con las fuerzas del mal, se siente bien complacido. Una vez ha logrado que tomen posición del lado equivocado, tiene sus planes trazados para llevarlos a través de un largo viaje. Mediante sus engañosos ardides hará que actúen según los mismos principios que adoptó en su deslealtad en el cielo. Dan un paso tras otro en el camino falso, hasta que parece no haber otra salida para ellos, excepto insistir en lo mismo, pensando que es justa su amargura de sentimientos hacia sus hermanos. ¿Resistirá el mensajero del Señor la presión ejercida contra él? Si es así, es porque Dios le ordena mantenerse en la fuerza de Él, y vindicar la verdad que Dios le envió.
Cuando los hombres oyen el mensaje del Señor, pero mediante la tentación permiten que el prejuicio cierre la mente y el oído a la recepción de la verdad, el enemigo tiene poder para presentar las cosas más preciosas en una luz distorsionada. Bajo la óptica del prejuicio y la pasión, se sienten demasiado indignados como para investigar las Escrituras con espíritu cristiano, y lo que hacen es repudiar del todo el asunto, debido a que se presentan puntos que no concuerdan con sus propias ideas.
Cuando se presenta un nuevo punto de vista, frecuentemente se suscita la pregunta, ‘¿Quiénes lo defienden? ¿Cuál es la posición de influencia del que habría de enseñarnos, a nosotros que hemos estado estudiando la Biblia por tantos años?’ Dios enviará sus palabras de advertencia por medio del que Él quiera enviar, y la cuestión a dilucidar no es la persona que trae el mensaje; eso no afecta de ninguna manera a la palabra pronunciada. "Por sus frutos los conoceréis".
Frecuentemente predica la verdad aquel que no ha experimentado el poder de ella; pero aun así, es la verdad, y es una bendición para aquellos que, movidos por el Espíritu de Dios, la aceptan. Pero cuando la verdad es presentada por alguien que está santificado por ella, tiene una frescura, una fuerza, que le confiere poder de convicción en el oyente. La verdad se hace preciosa en su poder sobre el corazón, y queda clarificada al ser dirigida a la razón. Ambas cosas son necesarias –la palabra y el testimonio interior del Espíritu.
En relación con el testimonio que nos ha llegado mediante los mensajeros del Señor, podemos decir, ‘Sabemos en quién hemos creído’. Sabemos que Cristo es nuestra justicia, no solamente porque así está descrito en la Biblia, sino también porque hemos sentido su poder transformador en nuestros propios corazones.
Ahora, si bien ha habido un determinado esfuerzo por dejar sin efecto el mensaje que Dios ha enviado, sus frutos han estado probando que provenía de la fuente de luz y verdad. Aquellos que han acariciado la incredulidad y el prejuicio, que en lugar de ayudar a hacer la obra que el Señor esperaba que hiciesen, se han interpuesto para cerrar el camino contra toda evidencia, no deben suponer que tienen un sano discernimiento espiritual, tras haber cerrado sus ojos tan persistentemente a la luz que Dios envió al pueblo.
Si es que hemos de tomar parte en esta obra, hasta la terminación de la misma, debemos reconocer el hecho de que hay buenas cosas que han de venir al pueblo de Dios, de una forma que no hemos discernido; y que habrá resistencia de la parte de aquellos que habríamos esperado que se alistasen en una obra tal. Un hombre que es sincero en el error, no está justificado en él, por el hecho de haber abierto su corazón a un tipo de evidencia que lo llevó a condenar lo recto, y por haberlo cerrado a otro tipo de evidencia que, de no haber acariciado el prejuicio, le habría llevado a ver y reconocer lo que es verdad.
¿Por cuánto tiempo tendrá el Señor paciencia con los hombres en su ceguera? ¿Cuánto esperará antes de dejarlos a tientas en su camino hacia las tinieblas totales? No lo podemos determinar.
Si los mensajeros del Señor, tras haberse tenido fielmente por la verdad por un tiempo, caen bajo la tentación, y deshonran a Aquel que les encomendó su obra, ¿probaría eso que el mensaje no era verdadero? No, porque la Biblia es verdadera. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido". El pecado por la parte del mensajero de Dios alegraría a Satanás, y quienes habían rechazado al mensajero y al mensaje triunfarían; pero eso de ningún modo dejaría sin culpa a los responsables de rechazar el mensaje de verdad enviado por Dios.
Hay algo que acongoja mi alma: La gran falta del amor de Dios, que se ha perdido por la continua resistencia a la luz y la verdad, y la influencia de aquellos que han estado implicados en la labor activa, quienes, ante una evidencia abrumadora, han ejercido su influencia para contrarrestar la obra del mensaje que Dios ha enviado. Les señalo a la nación judía y pregunto, ¿hemos de permitir que nuestros hermanos transiten por la misma senda de ciega resistencia, hasta el mismo fin del tiempo de gracia? Si es que un pueblo haya tenido jamás necesidad de centinelas fieles y verdaderos que no se desvíen del camino, que clamen día y noche, que alcen su voz como trompeta anunciando las advertencias que Dios ha dado, ese es el pueblo Adventista del Séptimo Día.
Quienes han tenido gran luz y benditas oportunidades; quienes, como Capernaum, han sido exaltados hasta el cielo en cuanto a los privilegios, ¿serán, por su negativa a mejorar, dejados en tinieblas proporcionales a la grandeza de la luz que se les dio?
Quisiera suplicar a nuestros hermanos que se reunirán en la Asamblea de la Asociación General que presten oído al mensaje dado a Laodicea. ¡Qué condición de ceguera, la suya! Se os ha llamado la atención una y otra vez al tema, pero vuestra falta de satisfacción con vuestra condición espiritual no ha sido suficientemente profunda y dolorosa como para obrar una reforma. "Tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo". La culpabilidad del autoengaño pesa sobre nuestras iglesias. La vida religiosa de muchos es una mentira.
Jesús les ha presentado las preciosas joyas de la verdad, las riquezas de su gracia y salvación, las brillantes vestiduras blancas de su propia justicia, confeccionadas en el telar del cielo, que no contienen una sola hebra de invención humana. Jesús está llamando. Abrid la puerta del corazón y comprad de Él el precioso tesoro celestial. ¿Caerán sus ruegos en oídos endurecidos, si no enteramente sordos? ¿Llamará Jesús en vano? "Mirad que no desechéis al que habla". Si oís su voz, y abrís la puerta, vendrá y cenará con vosotros, y vosotros con Él. ¿Responderéis: "Ven, bendito de Jehová; ¿por qué estas fuera?".
Pregunto, ¿qué significa la disensión y la lucha entre nosotros? ¿Qué significa ese espíritu áspero, férreo, que se aprecia en nuestras iglesias e instituciones, y que es tan decididamente anticristiano? Tengo profundo pesar de corazón al comprobar con qué facilidad son criticadas una palabra o acción de los pastores Jones o Waggoner. Qué dispuestas están muchas mentes a ignorar todo el bien que hemos recibido a través de ellos en los años del pasado reciente, no apreciando la evidencia de cómo Dios está obrando a través de esos instrumentos. Van a la caza de algo que condenar, y su actitud hacia estos hermanos que se han implicado a conciencia en una buena obra, demuestra que su corazón alberga sentimientos de enemistad y amargura. Lo que se necesita es el poder convertidor de Dios sobre los corazones y las mentes. Dejad de acechar recelosamente a vuestros hermanos.
Cuando Jesús estaba próximo a dejar a sus discípulos, les dijo, "un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros". Esa es la medida con la que nos debemos amar unos a otros –"como os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Les dijo también, "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor".
Observad las palabras de Cristo, y mantenedlas en la mente: "como os he amado, que también os améis los unos a los otros". "Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado". "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa".
¿Cuán plena y perfecta debe ser esa unión? "Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado".
¡Qué grandes posibilidades nos presenta Jesús en esas palabras! Dice: "yo les he manifestado tu nombre, y manifestarélo aún; para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos". Esas palabras de la oración de Cristo merecen estar destacadas en letras de oro. Debiéramos permanecer en ellas, y presentarlas al mundo con la pluma y la voz.
Pero ¿por qué sucede que los que pretenden creer la verdad no son hacedores de la palabra? ¿Por qué se dice tan poco sobre esos temas que tanto significan para toda iglesia y para todo miembro individual? ¿Creéis que el cielo no mira con estupefacción a aquellos que profesan ser hijos de Dios, y que sin embargo, permanecen sin prestar atención, descuidadamente, desoyendo las inconfundibles palabras de verdad a ellos dirigidas? ¿No es tiempo para nosotros de que vivamos de toda palabra que sale de la boca de Dios?
Muchos hay en el ministerio que no tienen amor por Dios ni por sus semejantes. Están dormidos, y mientras duermen, Satán siembra su cizaña. El rebaño de Dios está en situación de necesidad de ayuda del cielo, y las ovejas y cabritos están muriendo por falta de alimento. Que aquellos que podrían tener una experiencia profunda y viviente en las cosas de Dios dejen de depender del hombre, incluso de sus propios pastores y maestros, y pongan su confianza plenamente en Dios, utilizando la habilidad que Dios les da para gloria de Él. Cristo debe ser destacado ante el pueblo; ya que contemplándolo es como hemos de ser transformados a su imagen. Dice Jesús, "sin mí nada podéis hacer". Él hizo una amplia expiación, y quien se aferre a Cristo por la fe, tiene la paz con Dios. El Espíritu Santo purifica el corazón, presentando a Dios en nuevas y perdurables perspectivas, como nuestro Padre celestial.
¡Oh, si la maldad pudiese ser quitada de nuestros corazones, si el alma pudiese ser cabalmente purificada! ¡Oh, si el amor de Dios morase en el alma como un principio viviente! Cultivad el amor por Jesús, el amor por aquellos que creen en Él, y por los que van errantes y perecen. Debemos tener el amor que es engendrado en el cielo, y alimentarlo como una planta celestial. La terquedad, que prevalece en una terrible medida, debe eliminarse. Los profesos seguidores de Cristo no deben continuar buscando pequeños puntos de diferencia, entretenerse en ellos, hablar de ellos, y magnificarlos hasta que el amor es expulsado del alma, como lo es el agua de un recipiente roto. Debemos tener la influencia santificadora de la gracia de Cristo en nuestros corazones, o de otro modo todos nuestros actos serán como metal que resuena y címbalo que retiñe.
¿Dará oído el pueblo de Dios a la voz de advertencia, y cultivará el amor? ¿Abandonará sus sospechas y celos? No podrá hacerlo a menos que caiga quebrantado ante Dios. Muchos han cometido, y están cometiendo, disparates mayúsculos. Aman tanto sus propios caminos, que no se rinden al camino de Dios. Muchos han sentido convicción de que afrentaron al Espíritu de Dios por su resistencia a la luz, pero detestan morir al yo, y difieren la tarea de humillar sus corazones y confesar sus pecados. No quieren reconocer que la reprensión ha sido enviada por Dios, o que la instrucción ha venido del cielo, hasta que desaparezca toda sombra de duda. No anduvieron en la luz. Esperaron resolver la dificultad de alguna forma más fácil que mediante la confesión del pecado, y Satán los ha tomado cautivos, los ha tentado, y la fuerza con la que le han hecho frente no ha sido mas que debilidad.
Se ha ido acumulando evidencia sobre evidencia, pero no han estado dispuestos a reconocerla. Por su actitud obstinada han revelado la enfermedad del alma que en ellos asienta, ya que ninguna evidencia es suficiente para satisfacerles. La duda, la incredulidad, el prejuicio y la terquedad asesinaron todo amor en sus almas. Exigen una seguridad perfecta, pero eso es incompatible con la fe. La fe no descansa en la seguridad, sino en la evidencia. La demostración no es la fe.
Si a los rayos de luz que brillaron en Minneapolis se les permitiese ejercer su poder de convicción en aquellos que tomaron posición contra la luz, si todos hubiesen renunciado a sus caminos, y sometido sus voluntades al Espíritu de Dios en aquella ocasión, habrían recibido la más rica bendición, habrían chasqueado al enemigo, y habrían permanecido como hombres fieles, consecuentes con sus convicciones. Habrían podido tener una rica experiencia. Pero el ego dijo: ‘No’. El "yo" no toleró ser herido. Luchó por la supremacía.
Cada una de esas almas será nuevamente probada en los puntos en los que fracasó. Ahora tienen el discernimiento menos claro, menos sumisión, menos amor genuino por Dios y por sus hermanos que cuando fueron puestos a prueba en Minneapolis. En los libros del cielo, en sus registros figura, ‘hallado falto’. El "yo" y la pasión engendraron rasgos detestables.
Desde entonces, el Señor ha provisto evidencia abundante en mensajes de luz y salvación. Es imposible hacerles más llamamientos, darles mejores oportunidades, a fin de que hagan aquello que debieron haber hecho en Minneapolis. La luz se ha retirado de algunos, y desde entonces han caminado en los destellos de su propia lumbre. Nadie puede imaginar lo que está en juego cuando se es negligente ante el llamamiento del Espíritu de Dios.
Llegará el día en que muchos desearán hacer lo posible y lo imposible por tener una oportunidad de oír el llamamiento que rechazaron en Minneapolis. Dios tocó los corazones, pero muchos cedieron a otro espíritu, que estimuló sus pasiones inferiores. ¡Oh, si esas pobres almas pudiesen hacer una obra a conciencia, antes que sea demasiado tarde por la eternidad! No llegarán jamás oportunidades mejores, no tendrán nunca sentimientos más profundos. A fin de tener mejores oportunidades en el futuro, deben mejorar las que ya han tenido, rendirse al Espíritu de Dios, y dar oído a la voz del cielo, que llama a la obediencia a los corazones dispuestos. Dios no va a ser burlado. El pecado cometido en lo sucedido en Minneapolis permanece anotado en los registros de los libros del cielo, ante los nombres de aquellos que resistieron la luz; y permanecerá ahí hasta que se haga confesión plena y los transgresores se tengan ante Dios en completa humildad.
La frivolidad de algunos, los discursos gratuitos de otros, la forma de tratar al mensaje y al mensajero cuando se está en los lugares privados, el espíritu que incitó a la acción desde lo bajo, todo permanece registrado en los libros del cielo. Y cuando esas personas son probadas y llevadas de nuevo al mismo terreno, se revelará el mismo espíritu. Cuando el Señor las ha probado suficientemente, si no se rinden a Él, entonces retirará su Espíritu Santo. Que el Señor conceda que aquellos que están engañados hagan una obra a conciencia antes que termine el tiempo de gracia.
Dios elige al que Él quiere, para que lleve el mensaje. Éste debe declarar el mensaje de Dios sin reservas. A Jonás le fue encomendado el anuncio de la destrucción de Nínive. Por un tiempo rehusó predicar las palabras que Dios le dio. Desmayando por el temor, descontento con el mensaje terrible que se le había encomendado, se dio prisa a escapar del lugar al que se le envió. Fue un profeta desobediente; huyó del deber. Pero cuando Dios habla al hombre, encargándole que lleve su mensaje al pueblo, es por algo. Aquellos a quienes se encarga llevar un mensaje deben avanzar, no importa los obstáculos amenazantes que se interpongan en el camino.
Los que pretenden tener la verdad, y sin embargo ponen todo obstáculo posible en el camino, a fin de que la luz no llegue al pueblo, tendrán una cuenta que saldar con Dios que no les va a ser nada agradable de afrontar. Dios dirige su propia obra, y ¡Ay de aquel que ponga su mano en el arca de Dios!
Son enviados pastores, lo mismo que fue enviado Juan, para dar testimonio de esa Luz. La asignación del mensajero enviado por Dios no es dirigir las simpatías del pueblo hacia él mismo, sino apartar de sí mismo los afectos y simpatías, para centrarlas en Cristo. El peso de su mensaje debería ser, "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". "En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él"; pero el mundo se había hundido en tan terrible y profunda incredulidad que cuando su propio Creador vino a él, "no le conoció". "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios". Esa gracia no se hereda.
Quisiera que todos vieran que el mismo espíritu que se negó a aceptar a Cristo –la Luz que habría disipado las tinieblas morales–, está lejos de haberse extinguido hoy en nuestro mundo. En nuestros días están aquellos que no están más dispuestos a saludar y reconocer la luz de lo que lo estuvo el pueblo cuando los profetas y apóstoles vinieron con mensajes de Dios, y muchos rechazaron el mensaje y despreciaron al mensajero. Velemos para que no se halle en ninguno de nosotros un espíritu tal.
[Se cita Apoc. 2:1-5] El que Juan vio, andando en medio de los siete candeleros de oro, en aquella visión, representa a Cristo mismo andando entre ellos, yendo de iglesia en iglesia, de congregación en congregación y de alma en alma. Se trata de una vigilancia infatigable. Mientras que los subpastores pueden estar dormidos, o absorbidos con asuntos de importancia menor, Aquel que guardó a Israel no cabecea ni se duerme. Es el verdadero Centinela. La presencia y la gracia sostenedora de Cristo son el secreto de toda luz y vida. Somos guardados por el poder de Dios, mediante la fe, y eso no de nosotros; es el don de Dios.
El Señor Jesús dio el mensaje a Juan para que lo escribiese, a fin de que llegase a través de las edades, hasta el fin del mundo. A la iglesia de Éfeso se le dirigen palabras de reconocimiento. Se pronuncia el "Bien… [sobre el] buen siervo y fiel". Pero el mensaje no acaba ahí. El Salvador dice, "pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor". Esto ha sido presentado ante mí una y otra vez en contornos definidos, y lo he presentado al pueblo con pluma y voz.
¿Es que ese sorprendente mensaje no significa nada para nosotros? ¿Acaso no nos es aplicable? ¿Por qué no se presta atención a amonestaciones de tamaña solemnidad? ¿Por qué es que todos, con diligencia, en humildad y confesión, no manifiestan el arrepentimiento del que no hay que arrepentirse? ¿Por qué pasan tantos sin prestarle la debida atención? ¿Mora el amor en la iglesia? ¿Acaso no está casi extinguido? Para muchos, el primer amor por Jesús se ha enfriado. Los hermanos no aman a los hermanos. El amor de muchos se ha enfriado. El Testigo fiel y verdadero caracteriza a todos quienes perdieron su primer amor como caídos. ¿No conocía el peligro de éstos? "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido".
¿Continuarán las iglesias tratando con indiferencia estas verdades apremiantes? La pérdida del primer amor ha abierto la puerta al egoísmo, a las conjeturas impías, maledicencia, envidia, celos y dureza de corazón. Tal es el fruto producido al enfriarse el fervor del primer amor. La lengua no ha sido refrenada como se debía, a causa de la negligencia en la oración. Se ha fomentado la justicia farisaica; muere la espiritualidad, y el resultado es la falta de discernimiento espiritual.
La única esperanza para nuestras iglesias hoy, es arrepentirse y hacer su primera obra. El nombre de Jesús no inflama el corazón con amor. Una ortodoxia mecánica y formalista ha reemplazado a la caridad profunda y ferviente, y al afecto de unos por otros. ¿Prestará alguien oído a la solemne admonición, "Volveos, volveos: y por qué moriréis"? Caed sobre la roca y sed quebrantados; entonces permitid que el Señor Jesús os prepare, os talle y os moldee, como vasos para honra. Bien puede el pueblo temer y temblar ante las palabras: "vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Qué entonces? "Así que si la lumbre que hay en ti son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?".
El Espíritu no contenderá por siempre con el corazón lleno de perversidad. El que es infinito y condescendiente, el que pagó el precio de su propia sangre para salvar a su pueblo, se está dirigiendo a ellos. ¿Quién prestará atención a su advertencia? ¿Acaso las iglesias que pretenden creer la verdad para estos últimos días han sido fructíferos árboles de justicia? ¿Por qué es que no están llevando mucho fruto para gloria de Dios? ¿Por qué no están permaneciendo en Cristo, y avanzando de fortaleza en fortaleza, de carácter en carácter?
La palabra del Señor a su pueblo es, "confortaos en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". ¿Por qué sucede que el pueblo al que se dirige eso está degenerando en la debilidad y falta de eficiencia, no teniendo el amor de Cristo ardiendo sobre el altar de sus corazones, y siendo por lo tanto incapaz de encender el amor en los corazones de otros?
El pueblo de Dios tiene una evidencia tras otra; tiene verdad poderosa y convincente. ¿Será mantenida en el atrio exterior, de forma que no santifique el alma? Aquella lámpara que una vez alumbró, arrojando luz en medio de las tinieblas del error, ¿se irá apagando gradualmente, hasta extinguirse en las tinieblas?
¿Qué sucedió con Éfeso? No conoció el tiempo de su visitación. No oyó las solemnes admoniciones de Dios. No mantuvo una conexión vital con Cristo, y entraron lobos crueles, que no perdonaron a las ovejas. Esa iglesia, una vez amada por Dios, que hubiese podido difundir sus brillantes rayos en medio de las tinieblas morales para iluminar muchas almas, permitió que su luz se apagara.
Uno de los grandes pecados que está actualmente extinguiendo la luz espiritual es la falta de amor por Jesús y de unos por los otros. "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". Ved el fervoroso y anhelante amor de Jesús, quien presenta a su pueblo los atractivos de la vida eterna, a fin de que puedan captar la gloria del mundo futuro, y recuperar su primer amor. Arrepentirse no está actualmente de moda. Algunos lo contemplan como una obra demasiado humillante, impropia de nuestra época.
[Se citan 1 Juan 1:5-10; 2:9-11] ¿Podría alguna descripción ser más clara y penetrante que la que Juan nos dio? Estas cosas fueron escritas para nosotros y son aplicables a las Iglesias Adventistas del Séptimo Día. Algunos podrán decir: ‘Yo no odio a mi hermano; no soy tan malo’. Pero cuán poco comprenden sus propios corazones. Pueden pensar que tienen celo por Dios en sus sentimientos contra su hermano, cuando las ideas de éste parecen estar, de alguna forma, enfrentadas con las de ellos, dando lugar a sentimientos que nada tienen que ver con el amor. No muestran disposición a armonizar con él. Y sea que manifiesten o no la hostilidad contra el hermano, éste puede estar trayendo un mensaje de Dios al pueblo –precisamente la luz que hoy se necesita.
¿Por qué no consideráis, hermanos de tan preciosa fe, que en todas las épocas, cuando el Señor envió un mensaje especial a su pueblo, todos los poderes confederados del mal se pusieron a la obra a fin de evitar que la palabra de verdad llegase a aquellos que debían recibirla?
Si Satanás puede impresionar la mente y agitar las pasiones de quienes pretenden creer la verdad, conduciéndolos así a unirse con las fuerzas del mal, se siente bien complacido. Una vez ha logrado que tomen posición del lado equivocado, tiene sus planes trazados para llevarlos a través de un largo viaje. Mediante sus engañosos ardides hará que actúen según los mismos principios que adoptó en su deslealtad en el cielo. Dan un paso tras otro en el camino falso, hasta que parece no haber otra salida para ellos, excepto insistir en lo mismo, pensando que es justa su amargura de sentimientos hacia sus hermanos. ¿Resistirá el mensajero del Señor la presión ejercida contra él? Si es así, es porque Dios le ordena mantenerse en la fuerza de Él, y vindicar la verdad que Dios le envió.
Cuando los hombres oyen el mensaje del Señor, pero mediante la tentación permiten que el prejuicio cierre la mente y el oído a la recepción de la verdad, el enemigo tiene poder para presentar las cosas más preciosas en una luz distorsionada. Bajo la óptica del prejuicio y la pasión, se sienten demasiado indignados como para investigar las Escrituras con espíritu cristiano, y lo que hacen es repudiar del todo el asunto, debido a que se presentan puntos que no concuerdan con sus propias ideas.
Cuando se presenta un nuevo punto de vista, frecuentemente se suscita la pregunta, ‘¿Quiénes lo defienden? ¿Cuál es la posición de influencia del que habría de enseñarnos, a nosotros que hemos estado estudiando la Biblia por tantos años?’ Dios enviará sus palabras de advertencia por medio del que Él quiera enviar, y la cuestión a dilucidar no es la persona que trae el mensaje; eso no afecta de ninguna manera a la palabra pronunciada. "Por sus frutos los conoceréis".
Frecuentemente predica la verdad aquel que no ha experimentado el poder de ella; pero aun así, es la verdad, y es una bendición para aquellos que, movidos por el Espíritu de Dios, la aceptan. Pero cuando la verdad es presentada por alguien que está santificado por ella, tiene una frescura, una fuerza, que le confiere poder de convicción en el oyente. La verdad se hace preciosa en su poder sobre el corazón, y queda clarificada al ser dirigida a la razón. Ambas cosas son necesarias –la palabra y el testimonio interior del Espíritu.
En relación con el testimonio que nos ha llegado mediante los mensajeros del Señor, podemos decir, ‘Sabemos en quién hemos creído’. Sabemos que Cristo es nuestra justicia, no solamente porque así está descrito en la Biblia, sino también porque hemos sentido su poder transformador en nuestros propios corazones.
Ahora, si bien ha habido un determinado esfuerzo por dejar sin efecto el mensaje que Dios ha enviado, sus frutos han estado probando que provenía de la fuente de luz y verdad. Aquellos que han acariciado la incredulidad y el prejuicio, que en lugar de ayudar a hacer la obra que el Señor esperaba que hiciesen, se han interpuesto para cerrar el camino contra toda evidencia, no deben suponer que tienen un sano discernimiento espiritual, tras haber cerrado sus ojos tan persistentemente a la luz que Dios envió al pueblo.
Si es que hemos de tomar parte en esta obra, hasta la terminación de la misma, debemos reconocer el hecho de que hay buenas cosas que han de venir al pueblo de Dios, de una forma que no hemos discernido; y que habrá resistencia de la parte de aquellos que habríamos esperado que se alistasen en una obra tal. Un hombre que es sincero en el error, no está justificado en él, por el hecho de haber abierto su corazón a un tipo de evidencia que lo llevó a condenar lo recto, y por haberlo cerrado a otro tipo de evidencia que, de no haber acariciado el prejuicio, le habría llevado a ver y reconocer lo que es verdad.
¿Por cuánto tiempo tendrá el Señor paciencia con los hombres en su ceguera? ¿Cuánto esperará antes de dejarlos a tientas en su camino hacia las tinieblas totales? No lo podemos determinar.
Si los mensajeros del Señor, tras haberse tenido fielmente por la verdad por un tiempo, caen bajo la tentación, y deshonran a Aquel que les encomendó su obra, ¿probaría eso que el mensaje no era verdadero? No, porque la Biblia es verdadera. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido". El pecado por la parte del mensajero de Dios alegraría a Satanás, y quienes habían rechazado al mensajero y al mensaje triunfarían; pero eso de ningún modo dejaría sin culpa a los responsables de rechazar el mensaje de verdad enviado por Dios.
Hay algo que acongoja mi alma: La gran falta del amor de Dios, que se ha perdido por la continua resistencia a la luz y la verdad, y la influencia de aquellos que han estado implicados en la labor activa, quienes, ante una evidencia abrumadora, han ejercido su influencia para contrarrestar la obra del mensaje que Dios ha enviado. Les señalo a la nación judía y pregunto, ¿hemos de permitir que nuestros hermanos transiten por la misma senda de ciega resistencia, hasta el mismo fin del tiempo de gracia? Si es que un pueblo haya tenido jamás necesidad de centinelas fieles y verdaderos que no se desvíen del camino, que clamen día y noche, que alcen su voz como trompeta anunciando las advertencias que Dios ha dado, ese es el pueblo Adventista del Séptimo Día.
Quienes han tenido gran luz y benditas oportunidades; quienes, como Capernaum, han sido exaltados hasta el cielo en cuanto a los privilegios, ¿serán, por su negativa a mejorar, dejados en tinieblas proporcionales a la grandeza de la luz que se les dio?
Quisiera suplicar a nuestros hermanos que se reunirán en la Asamblea de la Asociación General que presten oído al mensaje dado a Laodicea. ¡Qué condición de ceguera, la suya! Se os ha llamado la atención una y otra vez al tema, pero vuestra falta de satisfacción con vuestra condición espiritual no ha sido suficientemente profunda y dolorosa como para obrar una reforma. "Tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo". La culpabilidad del autoengaño pesa sobre nuestras iglesias. La vida religiosa de muchos es una mentira.
Jesús les ha presentado las preciosas joyas de la verdad, las riquezas de su gracia y salvación, las brillantes vestiduras blancas de su propia justicia, confeccionadas en el telar del cielo, que no contienen una sola hebra de invención humana. Jesús está llamando. Abrid la puerta del corazón y comprad de Él el precioso tesoro celestial. ¿Caerán sus ruegos en oídos endurecidos, si no enteramente sordos? ¿Llamará Jesús en vano? "Mirad que no desechéis al que habla". Si oís su voz, y abrís la puerta, vendrá y cenará con vosotros, y vosotros con Él. ¿Responderéis: "Ven, bendito de Jehová; ¿por qué estas fuera?".
Pregunto, ¿qué significa la disensión y la lucha entre nosotros? ¿Qué significa ese espíritu áspero, férreo, que se aprecia en nuestras iglesias e instituciones, y que es tan decididamente anticristiano? Tengo profundo pesar de corazón al comprobar con qué facilidad son criticadas una palabra o acción de los pastores Jones o Waggoner. Qué dispuestas están muchas mentes a ignorar todo el bien que hemos recibido a través de ellos en los años del pasado reciente, no apreciando la evidencia de cómo Dios está obrando a través de esos instrumentos. Van a la caza de algo que condenar, y su actitud hacia estos hermanos que se han implicado a conciencia en una buena obra, demuestra que su corazón alberga sentimientos de enemistad y amargura. Lo que se necesita es el poder convertidor de Dios sobre los corazones y las mentes. Dejad de acechar recelosamente a vuestros hermanos.
Cuando Jesús estaba próximo a dejar a sus discípulos, les dijo, "un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros". Esa es la medida con la que nos debemos amar unos a otros –"como os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Les dijo también, "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor".
Observad las palabras de Cristo, y mantenedlas en la mente: "como os he amado, que también os améis los unos a los otros". "Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado". "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa".
¿Cuán plena y perfecta debe ser esa unión? "Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado".
¡Qué grandes posibilidades nos presenta Jesús en esas palabras! Dice: "yo les he manifestado tu nombre, y manifestarélo aún; para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos". Esas palabras de la oración de Cristo merecen estar destacadas en letras de oro. Debiéramos permanecer en ellas, y presentarlas al mundo con la pluma y la voz.
Pero ¿por qué sucede que los que pretenden creer la verdad no son hacedores de la palabra? ¿Por qué se dice tan poco sobre esos temas que tanto significan para toda iglesia y para todo miembro individual? ¿Creéis que el cielo no mira con estupefacción a aquellos que profesan ser hijos de Dios, y que sin embargo, permanecen sin prestar atención, descuidadamente, desoyendo las inconfundibles palabras de verdad a ellos dirigidas? ¿No es tiempo para nosotros de que vivamos de toda palabra que sale de la boca de Dios?
Muchos hay en el ministerio que no tienen amor por Dios ni por sus semejantes. Están dormidos, y mientras duermen, Satán siembra su cizaña. El rebaño de Dios está en situación de necesidad de ayuda del cielo, y las ovejas y cabritos están muriendo por falta de alimento. Que aquellos que podrían tener una experiencia profunda y viviente en las cosas de Dios dejen de depender del hombre, incluso de sus propios pastores y maestros, y pongan su confianza plenamente en Dios, utilizando la habilidad que Dios les da para gloria de Él. Cristo debe ser destacado ante el pueblo; ya que contemplándolo es como hemos de ser transformados a su imagen. Dice Jesús, "sin mí nada podéis hacer". Él hizo una amplia expiación, y quien se aferre a Cristo por la fe, tiene la paz con Dios. El Espíritu Santo purifica el corazón, presentando a Dios en nuevas y perdurables perspectivas, como nuestro Padre celestial.
¡Oh, si la maldad pudiese ser quitada de nuestros corazones, si el alma pudiese ser cabalmente purificada! ¡Oh, si el amor de Dios morase en el alma como un principio viviente! Cultivad el amor por Jesús, el amor por aquellos que creen en Él, y por los que van errantes y perecen. Debemos tener el amor que es engendrado en el cielo, y alimentarlo como una planta celestial. La terquedad, que prevalece en una terrible medida, debe eliminarse. Los profesos seguidores de Cristo no deben continuar buscando pequeños puntos de diferencia, entretenerse en ellos, hablar de ellos, y magnificarlos hasta que el amor es expulsado del alma, como lo es el agua de un recipiente roto. Debemos tener la influencia santificadora de la gracia de Cristo en nuestros corazones, o de otro modo todos nuestros actos serán como metal que resuena y címbalo que retiñe.
¿Dará oído el pueblo de Dios a la voz de advertencia, y cultivará el amor? ¿Abandonará sus sospechas y celos? No podrá hacerlo a menos que caiga quebrantado ante Dios. Muchos han cometido, y están cometiendo, disparates mayúsculos. Aman tanto sus propios caminos, que no se rinden al camino de Dios. Muchos han sentido convicción de que afrentaron al Espíritu de Dios por su resistencia a la luz, pero detestan morir al yo, y difieren la tarea de humillar sus corazones y confesar sus pecados. No quieren reconocer que la reprensión ha sido enviada por Dios, o que la instrucción ha venido del cielo, hasta que desaparezca toda sombra de duda. No anduvieron en la luz. Esperaron resolver la dificultad de alguna forma más fácil que mediante la confesión del pecado, y Satán los ha tomado cautivos, los ha tentado, y la fuerza con la que le han hecho frente no ha sido mas que debilidad.
Se ha ido acumulando evidencia sobre evidencia, pero no han estado dispuestos a reconocerla. Por su actitud obstinada han revelado la enfermedad del alma que en ellos asienta, ya que ninguna evidencia es suficiente para satisfacerles. La duda, la incredulidad, el prejuicio y la terquedad asesinaron todo amor en sus almas. Exigen una seguridad perfecta, pero eso es incompatible con la fe. La fe no descansa en la seguridad, sino en la evidencia. La demostración no es la fe.
Si a los rayos de luz que brillaron en Minneapolis se les permitiese ejercer su poder de convicción en aquellos que tomaron posición contra la luz, si todos hubiesen renunciado a sus caminos, y sometido sus voluntades al Espíritu de Dios en aquella ocasión, habrían recibido la más rica bendición, habrían chasqueado al enemigo, y habrían permanecido como hombres fieles, consecuentes con sus convicciones. Habrían podido tener una rica experiencia. Pero el ego dijo: ‘No’. El "yo" no toleró ser herido. Luchó por la supremacía.
Cada una de esas almas será nuevamente probada en los puntos en los que fracasó. Ahora tienen el discernimiento menos claro, menos sumisión, menos amor genuino por Dios y por sus hermanos que cuando fueron puestos a prueba en Minneapolis. En los libros del cielo, en sus registros figura, ‘hallado falto’. El "yo" y la pasión engendraron rasgos detestables.
Desde entonces, el Señor ha provisto evidencia abundante en mensajes de luz y salvación. Es imposible hacerles más llamamientos, darles mejores oportunidades, a fin de que hagan aquello que debieron haber hecho en Minneapolis. La luz se ha retirado de algunos, y desde entonces han caminado en los destellos de su propia lumbre. Nadie puede imaginar lo que está en juego cuando se es negligente ante el llamamiento del Espíritu de Dios.
Llegará el día en que muchos desearán hacer lo posible y lo imposible por tener una oportunidad de oír el llamamiento que rechazaron en Minneapolis. Dios tocó los corazones, pero muchos cedieron a otro espíritu, que estimuló sus pasiones inferiores. ¡Oh, si esas pobres almas pudiesen hacer una obra a conciencia, antes que sea demasiado tarde por la eternidad! No llegarán jamás oportunidades mejores, no tendrán nunca sentimientos más profundos. A fin de tener mejores oportunidades en el futuro, deben mejorar las que ya han tenido, rendirse al Espíritu de Dios, y dar oído a la voz del cielo, que llama a la obediencia a los corazones dispuestos. Dios no va a ser burlado. El pecado cometido en lo sucedido en Minneapolis permanece anotado en los registros de los libros del cielo, ante los nombres de aquellos que resistieron la luz; y permanecerá ahí hasta que se haga confesión plena y los transgresores se tengan ante Dios en completa humildad.
La frivolidad de algunos, los discursos gratuitos de otros, la forma de tratar al mensaje y al mensajero cuando se está en los lugares privados, el espíritu que incitó a la acción desde lo bajo, todo permanece registrado en los libros del cielo. Y cuando esas personas son probadas y llevadas de nuevo al mismo terreno, se revelará el mismo espíritu. Cuando el Señor las ha probado suficientemente, si no se rinden a Él, entonces retirará su Espíritu Santo. Que el Señor conceda que aquellos que están engañados hagan una obra a conciencia antes que termine el tiempo de gracia.
Dios elige al que Él quiere, para que lleve el mensaje. Éste debe declarar el mensaje de Dios sin reservas. A Jonás le fue encomendado el anuncio de la destrucción de Nínive. Por un tiempo rehusó predicar las palabras que Dios le dio. Desmayando por el temor, descontento con el mensaje terrible que se le había encomendado, se dio prisa a escapar del lugar al que se le envió. Fue un profeta desobediente; huyó del deber. Pero cuando Dios habla al hombre, encargándole que lleve su mensaje al pueblo, es por algo. Aquellos a quienes se encarga llevar un mensaje deben avanzar, no importa los obstáculos amenazantes que se interpongan en el camino.
Los que pretenden tener la verdad, y sin embargo ponen todo obstáculo posible en el camino, a fin de que la luz no llegue al pueblo, tendrán una cuenta que saldar con Dios que no les va a ser nada agradable de afrontar. Dios dirige su propia obra, y ¡Ay de aquel que ponga su mano en el arca de Dios!
(Carta escrita el 1 setiembre 1892, desde North Fitzory, Victoria, a O.A. Olsen, presidente de la Asociación General). The EGW 1888 Materials, p. 1017-1032. (Carta 19d)
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