06/01/2010

LA JUSTICIA DE CRISTO Y LOS 144.000

Hay muchas preguntas concernientes a los 144.000, algunas pueden ser respondidas otras no. Por ejemplo. ¿Es el número 144.000 literal o simbólico? ¿Están sellados antes o después de la lluvia tardía? ¿Convertirán ellos a una gran multitud a la verdad de Dios? ¿Por qué serán trasladados sin morir? Y ¿cuáles son las características necesarias en el desarrollo del carácter para ser parte de ellos?

En este estudio no haremos especulaciones ni diremos que hemos recibido nueva luz, pero descubriremos lo que ha sido revelado en la Biblia y en el Espíritu de Profecía.

Primero busquemos la dirección divina. Amado Padre, creemos que el fin está muy cerca. Por medio de tu Santo Espíritu has desarrollado a un grupo especial de santos descriptos como los 144.000 que revelarán al universo que cuando una persona une su humanidad con el poder de la divinidad puede observar tu ley eterna. Por lo tanto estos 144.000 individuos han experimentado una completa justificación y santificación en Cristo nuestra justicia. Te rogamos Amado Padre que nos ayudes a comprender el desarrollo de carácter necesario para que podamos ser dignos de ser contados como parte de ellos. Esto pedimos en el nombre de tu querido Hijo, Amén.

Ahora, primero busquemos en las Escrituras:

“Entonces vi a otro ángel que subía del este, y tenía el sello del Dios vivo. Clamó a gran voz a los cuatro ángeles, que habían recibido poder de dañar la tierra y el mar, y les dijo: "No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que sellemos en sus frentes a los siervos de nuestro Dios". Y oí el número de los sellados: y fueron 144.000 sellados de todas las tribus de Israel” (Apocalipsis 7:1,2-4).

“Entonces uno de los ancianos me preguntó: "Estos que están vestidos de ropa blanca, ¿quiénes son, y de dónde han venido?" Yo respondí: "Señor, tú lo sabes". Y él me dijo: "Estos son los que han venido de la gran tribulación. Han lavado su ropa, y la han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:13,14).

“Miré, y vi al Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él 144.000 que tenían el Nombre del Cordero y el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Y oí una voz del cielo como el estruendo de muchas aguas, como el estampido de un gran trueno. Sin embargo, era el sonido de arpistas que tañían sus arpas. Cantaban un canto nuevo ante el trono, ante los cuatro seres vivientes y ante los ancianos. Y ninguno podía aprender ese canto sino los 144.000 que fueron redimidos de entre los de la tierra. Estos son los que no se contaminaron con mujeres, porque son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no se halló engaño, porque son sin mancha” (Apocalipsis 14:1-5).

Qué maravillosa descripción de los redimidos que estarán vivos cuando venga el fin. Debo ser muy franco con ustedes porque hay muchos miembros de nuestra fe a quienes oí decir que: “los 144.000 no son diferentes de ninguna otra generación del pueblo de Dios, que Dios no tiene más de un estándar de principios; uno para los 144.000 y otro para todas las otras generaciones. Esto es absurdo, insisten. Los 144.000 serán diferentes solamente en que estarán con vida cuando venga Jesús”. Ahora ¿Es esto realmente verdad? ¿Serán ellos diferentes en algún aspecto? Y si lo son: ¿Cuál será la diferencia? La primera verdad que quiero establecer es muy importante. Es cierto que Dios no tiene un estándar diferente de salvación para los justos vivos que serán trasladados, y otra para los santos resucitados. Los que murieron debían estar bien con Dios en el momento de su muerte, estar justificados y santificados y debían dejar de cometer pecados conocidos e invitar a Cristo que habitara en sus corazones por fe y que les diera el poder necesario para obedecer a su Señor voluntariamente. Habrían lavado las ropas de su carácter y las habrían emblanquecido en la sangre del cordero.

Aunque el estándar de salvación para la última generación viviente y para los santos muertos es el mismo, no obstante hay una diferencia ¿por qué? Porque las severas pruebas que tendrán que afrontar al fin del tiempo y la gran tribulación que no ha sido experimentada por ninguna otra generación, desarrollarán el carácter de los 144.000 santos vivos.

Más que ninguna generación anterior ellos llegarán a ser más y más como Cristo en carácter. Alcanzarán una madurez de carácter que revelará que han ganado la victoria sobre el mal. Tan intenso será su odio por el mal que preferirán morir antes de cometer pecado. La diferencia no estará en el estándar de salvación sino en la calidad de desarrollo de carácter que hayan obtenido. Con este mismo propósito, Dios nos ha dado algunos ejemplos bíblicos, para que podamos clarificar y comprender mejor esta diferencia. Empecemos con el ejemplo de Moisés: “Moisés, cansado por cuarenta años de peregrinación e incredulidad, perdió por un momento su confianza en el Poder infinito. Fracasó precisamente en los lindes de la tierra prometida” (Profetas y Reyes, p. 127).

Ahora, me gusta la forma en que Leola Roosevelt expresa la lección personal que debemos aprender de la experiencia de Moisés cuando al producir agua de la roca pecó quitando la gloria de Cristo. Ella cita en su libro “Cristo usa la vida de Moisés como una lección objetiva para demostrarnos que habrá una diferencia en la experiencia entre los que mueren y son resucitados y los que son trasladados. Un solo pecado le impidió a Moisés ser trasladado, aunque se arrepintió inmediatamente, pero eso no le impidió ser resucitado” (El Remedio p.98) y luego cita: “Satanás había procurado acusar a Moisés ante los ángeles. Se alegró del éxito que había obtenido al inducirlo a desagradar a Dios..., Debido a su trasgresión, Moisés cayó bajo el poder de Satanás, el dominio de la muerte. Si hubiese permanecido firme, el Señor le habría dejado entrar en la tierra prometida, y le habría trasladado luego al cielo sin que viese la muerte” (Primeros Escritos pp. 163,164).

Hay otra cita: “Si la vida de Moisés no se hubiera manchado con aquel único pecado que cometió al no dar a Dios la gloria de sacar agua de la roca en Cades, él habría entrado en la tierra prometida y habría sido trasladado al cielo sin ver la muerte” (Patriarcas y Profetas, p. 510).

Sabemos que Moisés cometió más de un pecado en su vida. La verdad es que hasta asesinó a un hombre, mató a un egipcio. Y aunque él había confesado y se había apartado de sus pecados Dios usa ESTE pecado que cometió a sabiendas en las orillas del río Jordán antes de cruzar a la tierra prometida para enseñarnos y destacar en nosotros el hecho de que los santos vivos deben poner fin al pecado en sus vidas, antes de entrar en la Canaán celestial. Nada puede ser mas claro, aunque Dios pensaba trasladar a Moisés sin que pasara por la muerte, no estaba listo para ser un prototipo de los que serían trasladados; debía morir.

Sabemos que Moisés murió, pero después de unos pocos días, Dios lo resucitó y lo llevó al cielo para que fuera un prototipo de los santos resucitados. Un modelo de los que se arrepienten y que no les será permitido pasar por las circunstancias del tiempo del fin y de la gran tribulación. Por otro lado Enoc fue el prototipo de los santos vivos, de los 144.000. Observen su antecedente, la Biblia dice que caminó con Dios por trescientos años antes de ser trasladado” (Génesis 5:21,22).

En el libro Reflejando a Cristo p. 299 se encuentran estas palabras iluminadoras: “Enoc tuvo un carácter notable, y muchos miran su vida muy por encima de lo que la generalidad de los mortales puede alguna vez alcanzar. Pero la vida y el carácter de Enoc, fueron tan santos que pudo ser trasladado al cielo sin ver muerte, representa las vidas y los caracteres de todos los que serán trasladados cuando Cristo venga”. "Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte; . . . antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Dios nos llama a una comunión tal. Como fue la de Enoc debe ser la santidad de carácter de aquellos que serán redimidos de entre los hombres en la segunda venida del Señor” (Obreros Evangélicos, p. 55).

Esta es una declaración tan importante y provocadora que debo repetir la última frase otra vez. “Como fue la de Enoc debe ser la santidad de carácter de aquellos que serán redimidos de entre los hombres en la segunda venida del Señor”.

Elías también era un prototipo de los 144.000. Fue un hombre de una fe poderosa y lo demostró en lo que sucedió en el monte Carmelo y que está registrado en 1 Reyes 18. Sin embargo después de su majestuosa experiencia leemos: “depresión se apoderó de él... Mientras estaba bajo la inspiración del Todopoderoso, había soportado la prueba más severa de su fe; Pero en el momento de desaliento, mientras repercutía en sus oídos la amenaza de Jezabel... perdió su confianza en Dios” (Patriarcas y Reyes, p. 118, 119). “Elías no hizo bien al abandonar su puesto del deber” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, t.2 sobre 1 Reyes 19:3). La palabra inspirada dice que “El desaliento... es pecaminoso e irrazonable” (Ministerio de Curación, p. 382). Elías pecó porque: “En un momento de cansancio permitió que el temor de la muerte venciese su fe en Dios” (Patriarcas y Reyes, p. 129).

Ahora pensemos esto, ¿cuál fue la diferencia entre el pecado de Moisés y el de Elías? Mientras que Moisés pecó justo antes de entrar en la tierra prometida no fue así en la experiencia de Elías. Como Moisés, él se arrepintió inmediatamente pero no murió pronto, siguió viviendo y demostró su fuerte fe en el Señor la que recuperó instantáneamente y la retuvo. Dios lo envió de regreso a Israel para traer un reavivamiento religioso y una transformación en la tierra. Cuando Dios finalmente le pidió que llamara a un campesino, Eliseo, para que lo reemplazara, él pasó cierto tiempo instruyéndolo. Fue con él de lugar en lugar y de escuela en escuela enseñándole como dar la ayuda que cada uno necesitaba.

Por lo tanto Elías pasó varios años demostrando que él era un leal y santo siervo del Señor antes de ser trasladado. Y es por eso que Dios pudo declarar: “Elías fue un símbolo de los santos que vivirán en la tierra en ocasión del segundo advenimiento de Cristo, y que serán "transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta" (1 Corintios 15: 51, 52), sin pasar por la muerte” (Profetas y Reyes, pp. 169, 170). ¿Por qué es necesario que los santos vivos trasladados, sean diferentes con respecto al desarrollo de su carácter, y obtengan una madurez tal, que jamás vuelvan a pecar? Y ¿En qué consistirá que esa madurez sea una necesidad absoluta?

1. Primero, serán forzados a pasar la prueba suprema, la imagen papal de la bestia.

2. Segundo, después de cerrado el tiempo de gracia deben estar preparados para vivir sin pecado sin un mediador en el santuario celestial.

Consideremos la primera prueba, la imagen de la bestia. Algunos miembros se habrán preguntado por qué el descanso en domingo impuesto por la imagen de la bestia, es la gran prueba para el pueblo de Dios por lo cual su destino eterno será decidido. ¿No sería natural asumir que esta crisis va a ser una prueba para las personas en el mundo, para los incrédulos y los que no se han decidido? La verdad es que cuando el pueblo de Dios se enfrente con esta gran prueba se verán obligados a hacer una elección inmediata entre la vida y la muerte, entre la obediencia y la desobediencia. Si sus caracteres no están desarrollados hasta el punto de que prefieren morir antes que pecar, sin duda elegirán pecar y ponerse bajo la bandera negra de Satanás. Frente a la prueba, la gente recibirá el sello de Dios o la marca de la bestia. Así, su destino eterno será decidido para siempre.

En el Comentario Bíblico dice: “El Señor me ha mostrado claramente que la imagen de la bestia será formada antes de que termine el tiempo de gracia, porque constituirá la gran prueba para el pueblo de Dios por medio de la cual se decidirá el destino de cada uno... [luego cita Apocalipsis 13: 11-17, luego sigue diciendo]... Esta es la prueba que deberán enfrentar los hijos de Dios antes de ser sellados. Todos los que demuestren su lealtad a Dios observando su ley y negándose a aceptar un día de reposo falso, se alistarán bajo la bandera del Señor Dios Jehová y recibirán el sello del Dios viviente. Los que renuncien a la verdad de origen celestial y acepten el domingo como día de reposo, recibirán la marca de la bestia” (Comentario bíblico adventista, p. 997).

Concerniente al segundo argumento, el fin del tiempo de gracia. Los santos, que serán trasladados, deberán vivir a través del tiempo de angustia, referido como el tiempo de angustia de Jacob, sin un mediador en el santuario celestial. El tiempo de gracia se habrá terminado para este mundo viejo y malvado. ¿Estamos al tanto de lo que significa esto? Significa que si un santo peca después del tiempo de gracia no habrá perdón disponible. No creo que ninguno de nosotros que estamos viviendo en este momento comprendemos plenamente lo que significará vivir en ese momento en condiciones caóticas y bajo la presión de la pena de muerte sin un intercesor. “Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la lucha con el mal” (El Conflicto de los Siglos p. 478.

Cristo es el único ejemplo de un hombre que vivió en la tierra sin un intercesor y ¿cuál fue su experiencia mientras estuvo en esta tierra? Él declaró acerca de sí mismo: "Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí." (S. Juan 14: 30.) Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia” (El Conflicto de los Siglos, p. 681).

Quizás debo repetir esta última frase “Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia”. Espero que esto, esté haciendo que usted y yo pensemos sobriamente, porque; para que cualquiera pueda vivir en esta tierra sin un mediador, debe lograr la misma condición sin pecado que vivió Cristo mientras estaba en esta tierra. Consideremos un momento a Cristo en el Getsemaní, “Cristo asumía ahora una actitud diferente de la que jamás asumiera antes... Hasta entonces había obrado como intercesor por otros; ahora anhelaba tener un intercesor para sí.

Sintiendo quebrantada su unidad con el Padre, temía que su naturaleza humana no pudiese soportar el venidero conflicto con las potestades de las tinieblas... Frente a las consecuencias posibles del conflicto, embargaba el alma de Cristo el temor de quedar separada de Dios. Satanás le decía que si se hacía garante de un mundo pecaminoso, la separación seria eterna. Quedaría identificado con el reino de Satanás, y nunca mas seria uno con Dios” (El Deseado de todas las Gentes, pp. 637, 638).

Así mismo al terminar el tiempo de gracia, los santos se encontrarán en una posición diferente a la que jamás hayan experimentado. ¿Cómo serán capacitados? En efecto, será siguiendo el ejemplo terrenal de Cristo. “Cristo dejó su hogar celestial y vino a este mundo para mostrar que solamente estando conectado con la divinidad puede el hombre guardar ley de Dios. En si misma la humanidad está manchada y corrompida pero Cristo trajo poder moral al hombre y los que viven en comunión con él son vencedores así como él venció, no somos dejados en este mundo como huérfanos” (Señales de los Tiempos, del 10 de diciembre, 1896).

¡Alabado sea Dios! Me gusta eso. A menos que los santos sigan el ejemplo de Cristo uniendo su humanidad con la divinidad estarán entre los perdidos que serán consumidos en la venida de Cristo; es absolutamente necesario que tengan una preparación especial, porque la gloria de Dios destruye todo, pecado y pecadores; no puede existir pecado en la presencia visible de Cristo porque la gloria de Dios es un fuego consumidor.

La Biblia es muy específica cuando dice que la misma presencia de Dios consumirá a todos los que se encuentran en pecado: “Entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el aliento de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2 Tes. 2:8).

Mientras Cristo se acerca a esta tierra su misma presencia consumirá a los pecadores al consumir sus pecados. Por lo que es evidente que todo pecado debe ser eliminado de los 144.000 en los días de preparación antes de que sean sellados. Este es el momento que estamos viviendo, es el tiempo de preparación. Los tiempos están tensos, todavía hay oportunidad para prepararnos, ¡alabado sea Dios!

Quiera Dios que los ministros en los púlpitos prediquen mensajes vibrantes al alma, llenos de convicción divina que conmuevan a los oyentes a sentir la enormidad del problema del pecado, haciendo que caigan en sus rodillas rogando a Dios por victoria. Créanme mis amigos este no es el momento para celebrar con mensajes simples, que, para satisfacer la naturaleza pecaminosa enseñan a las congregaciones que pueden continuar pecando hasta que venga Cristo.

Antes de presentar los así llamados errores atractivos los pastores deberían estar atentos al consejo de Joel: “Tocad trompeta en Sión, y pregonad alarma en mi santo monte. Tiemblen todos los habitantes del país, porque viene el día del Eterno, porque está cercano. Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los niños de pecho, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia. Entre la entrada y el altar, lloren los sacerdotes, ministros del Eterno, y digan: "Perdona, oh Eterno, a tu pueblo" (Joel 2:1,16,17).

Mis amados compañeros en el ministerio; ¡este es el momento de llorar, un tiempo para llorar entre la entrada y el altar por todos los pecados que se están cometiendo en la iglesia!. Ciertamente este no es el tiempo para celebrar y para entretenimiento o para predicar sermones frívolos y agradables que hacen cosquillas en las orejas del rebaño, mas bien como ministros, debemos hacer resonar un mensaje tan alarmante que pueda despertar a los miembros de nuestras iglesias del adormecimiento de Laodicea a su necesidad de suspirar y llorar por sus propios pecados, y por los de los otros miembros de la iglesia.

Elena de White nos informa: “Las abominaciones por las cuales los fieles suspiraban y lloraban, eran todo lo que podían discernir los ojos finitos; pero los pecados mucho peores, los que provocaron los celos del Dios puro y santo, no estaban revelados. El gran Escrutador de los corazones conoce todo pecado cometido en secreto por los obradores de iniquidad” (Testimonios, t. 2, p. 66).

Así que Dios nos amonesta a proclamar enérgicamente: “Clama a voz en cuello, no te detengas. Alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” (Isaías 58:1).

Elena de White pregunta, “¿Qué estáis haciendo, hermanos, en la gran obra de preparación? Los que se unen con el mundo reciben su molde y se preparan para la marca de la bestia. Los que desconfían de sí mismos, se humillan delante de Dios y purifican sus almas obedeciendo a la verdad, son los que reciben el molde celestial y se preparan para tener el sello de Dios en sus frentes. Cuando se promulgue el decreto y se estampe el sello, su carácter permanecerá puro y sin mancha para la eternidad” (Joyas de los Testimonios, t. 2, pp. 70, 71).

Este, mis queridos amigos, es el último mensaje de Dios de preparación. Es urgente porque el tiempo es corto. Antes de terminar les contaré una historia verídica. Una señora adventista, a quien llamaré Raquel, vivía en el estado de Oregon. Ella estaba estudiando con una mujer muy consagrada, ahora Raquel tenía cierto problema en cuanto a nuestro mensaje pro salud. Su maestra le demostró que el Espíritu de Profecía revela claramente que nadie que esté consintiendo con cierto vicio, podrá estar entre los santos vivos que serán trasladados. Esto la sacudió un poco a Raquel y por dos semanas se abstuvo, pero luego, olvidándose de su reforma volvió a su antigua práctica con este comentario: “he decidido seguir consintiendo y prepararme para estar entre los santos resucitados en vez de luchar para estar entre los vivos que serán trasladados.”

¡Qué razonamiento tan peligroso! Porque estamos viviendo en el tiempo del fin y Dios nos llama a hacer la preparación apropiada al tiempo en el cual estamos viviendo. Sin duda no tenemos la opción de hacer una elección como la que hizo Raquel. Ella no se dio cuenta que el estándar de salvación es exactamente el mismo para los santos muertos así como lo es para los que están viviendo. Debemos arrepentirnos de todo pecado conocido y debemos abandonarlo antes de morir o antes de la traslación, lo que sea.

Si cierta práctica es un pecado para un santo viviente, uno que le impedirá ser trasladado después que reconoció su pecaminosidad y si continúa en esta práctica ¿podrá ser elegido entre los santos resucitados? Esto sería muy cuestionable. En este tiempo del fin se nos amonesta: “Esforcémonos con todo el poder que Dios nos ha dado para estar entre los ciento cuarenta y cuatro mil” (Review and Herald, September 3,1905).

Cerrando quiero reafirmar las palabras de Ezequiel el profeta apelando a los pastores al igual que a los laicos. A todos, a los santos que estarán entre los vivos y los que morirán en el Señor. El mensaje del Señor por medio de Ezequiel tiene la misma urgencia como los mensajes de Joel en Isaías. "Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel -dice el Señor, el Eterno-. Convertios, y volveos de todas vuestras iniquidades, y la iniquidad no os será causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y adquirid un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? No me complazco en la muerte del que muere -dice el Señor, el Eterno-. Convertios, pues y vivid" (Ezequiel 18:30 y 32).

Oremos. Nuestro Dios y Padre. Temblamos al presentir la batalla que está delante de nosotros. Nos vemos a nosotros mismos impotentes sin tu divina ayuda. Padre despiértanos para que podamos comprender totalmente como, diariamente, unir nuestra humanidad con tu divinidad para que experimentemos una victoria completa sobre el pecado por medio de Cristo nuestra Justicia. Debemos tener la seguridad como Enoc que agradó a Dios y pedimos esto en el nombre de Jesús tu amado Hijo, Amén.

El tema de los 144.000 es tan vasto y tan extremadamente importante que creemos necesario continuar este tema en nuestro próximo sermón mensual. Usted no querrá perderse este mensaje porque traerá más diferencias entre las experiencias y las vidas de los 144.000 vivos y los santos resucitados. Tratará más preguntas de las que muchos de nosotros nos hemos hecho. Aunque los 144.000 recibirán honores especiales en el cielo nunca debemos considerar a los santos resucitados como ciudadanos de segunda clase. Moisés ciertamente no lo fue. Él fue un prototipo de los santos resucitados

Parte 2

Por más de 6.000 años, el hombre ha cedido a las tentaciones de Satanás, para quebrantar la ley eterna de Dios, y como consecuencia, está sujeto a muerte: “Porque la paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23 NRV).

Satanás odia la ley de Dios y asevera que solamente unos pocos están obedeciéndola al guardar el sábado, pero que aún ellos lo abandonarán cuando se enfrenten a la crisis que se avecina. Por eso, obligará la adoración en domingo, que según nos enseña la palabra de Dios, es la marca de la bestia. La adoración en domingo, será impuesta por una ley mundial, con sentencia de muerte para los que no la obedezcan. Así, Satanás declara que ningún hombre guardará la ley de Dios. Pero amados, Dios tiene un plan para esta última generación, para los que estarán viviendo en esta tierra después del juicio investigador, cuyos nombres están escritos en el libro del Cordero. Estos serán llevados al cielo sin experimentar la muerte. Los l44.000 probarán al universo que la ley de Dios puede ser guardada, no importa cuán terribles las persecuciones que Satanás pueda infringir sobre estos santos a través de sus agentes, durante lo que Dios llama el tiempo de angustia, tal como nunca existió. Dios dice acerca de estos l44.000: “¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús!” (Apocalipsis 14:12).

Oremos. Amado Padre, este puede ser el sermón más importante que jamás haya predicado. Este mensaje se compromete a revelar el blanco que cada uno de nosotros debe alcanzar si hemos de ver tu rostro y estar con vida en la segunda venida de Cristo.

Por favor Padre, abre nuestro discernimiento espiritual a este evento final, que está justamente delante de nosotros, para que podamos ser totalmente como tú en carácter, para que seamos dignos de ser contados entre los 144.000. En el nombre de nuestro Salvador Jesús, Amén.

Para refrescar nuestra memoria en el último sermón, hemos visto que debido a las 10 pruebas y tribulaciones del fin del tiempo, se desarrollarán 144.000 santos vivos cuyos caracteres habrán llegado a ser como el de Cristo, más que los de cualquier otra generación de santos durante toda la historia del mundo porque sus caracteres revelarán que ellos, “prefieren morir antes que llevar a cabo un acto malo” (Testimonies, tomo 5, p. 53). Tanto que preferirán morir antes que pecar. Y ¿Qué hará que esto sea posible? ¡Alabado sea Dios! Él quiere derramar una gran bendición sobre la iglesia de la última generación. Una bendición que no había sido manifestada anteriormente, porque no era necesaria. Sin embargo, en el tiempo del fin, llega a ser una necesidad. Se la llama, la lluvia tardía. Dios sabía que la última generación necesitaría una provisión extra de la gracia del Espíritu Santo para prepararlos para pasar por el tiempo de la angustia de Jacob y para encontrarse con Cristo en su venida.

“Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en el Eterno vuestro Dios; porque os dio la primera lluvia a tiempo, y os enviará lluvia temprana y tardía, como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite” (Joel 2:23 y 24).

Además de comisionar a esta última generación a proclamar el fuerte clamor a cada nación, tribu, lengua y pueblo, que será un resultado de los últimos días, la lluvia tardía, logra algo para los mismos santos. Esta obra de gracia para los santos, se compara en la inspiración, con el grano maduro para la ciega, y créanme, este será el tiempo de la cosecha para la iglesia de Dios.

En Joel 2:24 explica que cuando caiga la lluvia tardía “las eras se llenarán de trigo” ¡Alabado sea el Señor! Pero tengamos en cuenta que es absolutamente necesario que estos santos vivos reciban ambas, la lluvia temprana y la tardía. “Si no progresamos, si no nos colocamos en la actitud de recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos nuestras almas, y la responsabilidad descansará a nuestra propia puerta” (Testimonios para los Ministros, p. 517). “La maduración del grano representa la terminación de la obra de la gracia de Dios en el alma. Por el poder del Espíritu Santo la imagen moral de Dios ha de ser perfeccionada en el carácter. Hemos de ser totalmente transformados a la semejanza de Cristo.

“La lluvia tardía que madura la cosecha de la tierra, representa la gracia espiritual que prepara a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Pero a menos que la primera lluvia haya caído, no habrá vida; el brote verde no surgirá. A menos que los primeros chubascos hayan hecho su obra, la lluvia tardía no puede perfeccionar ninguna semilla” (Ibíd., p. 515).

Así que la lluvia tardía logrará en los santos una labor más avanzada de refinamiento o de perfección del carácter. Esto no sólo preparará a la iglesia para la venida de Cristo, como fue declarado en la cita anterior, sino también: “La lluvia tardía es la que los revive y fortalece para que puedan pasar por el tiempo de angustia” (Eventos de los Últimos Días, p. 205).

Con razón el profeta Zacarías dice: “Pedid al Señor lluvia en el tiempo de la lluvia tardía. Y él hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno” (Zacarías l0:1).

¡Qué hermosa promesa! Lamentablemente muchos en nuestro pueblo, parecen esperar la lluvia tardía, para obtener su victoria sobre el pecado, pero se nos advierte que están haciendo un terrible error. Este no es el propósito de la lluvia tardía. Debemos hacer una preparación previa antes de que la lluvia tardía caiga sobre nosotros.

“Muchos [¿Cuántos?] Muchos han errado en gran manera al no recibir la lluvia temprana. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto para ellos. Esperan que su falta será suplida por la lluvia tardía. Tienen la intención de abrir el corazón para recibirla cuando sea concedida la generosa abundancia de la gracia.

Pero incurren en un terrible error La obra de Dios, que comienza en el corazón al momento de conceder su luz y conocimiento, debe crecer continuamente. Cada persona necesita descubrir su propia carencia. Para que pueda habitar el Espíritu en el corazón, éste debe ser vaciado y purificado de toda contaminación.

“Sólo mediante la confesión y el abandono del pecado, la oración ferviente y la consagración a Dios, los discípulos pudieron estar preparados para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Una obra semejante, pero en un grado superlativo, debe hacerse ahora” (Recibiréis poder, p. 27).

Elena de White, hace esta importante declaración: “Habéis de tener hoy vuestro vaso purificado, para que esté listo para el rocío celestial, listo para los aguaceros de la lluvia tardía; pues la lluvia tardía vendrá, y la bendición de Dios llenará toda alma que esté purificada de toda contaminación. Es nuestra obra hoy en día rendir nuestras almas a Cristo, para que estemos preparados para el tiempo del refrigerio de la presencia del Señor: preparados para el bautismo del Espíritu Santo” (El Evangelismo, p. 509).

Quizás el primer trabajo de la lluvia tardía, será sellar a los santos vivos con el sello del Dios vivo en sus frentes. Sin embargo, observen esta cita “Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pentecostés” (Joyas de los Testimonios, t. 2, p. 69).

Por favor noten otra vez estas palabras. Toda contaminación debe ser lavada en la sangre del cordero. Entonces y solamente entonces, la lluvia tardía caerá sobre el pueblo de Dios. Entonces y solamente entonces, el pueblo de Dios recibirá el sello del Dios viviente.

“¿Será puesto este sello sobre los que tienen impura la mente, sobre el fornicario, el adúltero, el hombre que codicia la mujer de su prójimo? Que vuestras almas contesten la pregunta: ¿Corresponde mi carácter a las calificaciones esenciales para que pueda recibir un pasaporte a las mansiones que Cristo ha ido a preparar para los que estén listos para ellas? La santidad debe estar impresa en nuestro carácter” (Testimonios para Ministros, p. 454).

Otra vez esta verdad cortante se presenta con voz alta y clara: “Los que reciban el sello del Dios vivo y sean protegidos en el tiempo de angustia deben reflejar plenamente la imagen de Jesús” (Los Primeros Escritos, p. 71).

Confío que esta verdad alarmante está despertando su corazón como ha despertado el mío, porque antes de que el sello sea puesto sobre los santos vivos, todos deberán comparecer ante el juicio de Dios para recibir su recompensa de acuerdo a sus obras. Y ¿cuándo se lleva a cabo el juicio de los vivientes? Los siguientes párrafos responden a esta pregunta. “El tiempo del juicio es un periodo muy solemne, cuando el Señor reúne a los suyos de entre la cizaña.” (Testimonios a los Ministros, p. 237). “No está muy lejano el tiempo, cuando la prueba vendrá para cada alma, la marca de la bestia será impuesta sobre nosotros. En ese momento el oro, que son los suyos, será separado de la hojarasca, la cizaña en la iglesia” Testimonies v. 5, p 81).

Cuando el pueblo de Dios se enfrente a la prueba del domingo impuesta por el papado, la prueba del domingo-sábado, la hora del juicio habrá llegado. Los que hayan pasado esta prueba, serán sellados con el sello del Dios viviente y todos los que fracasan, recibirán la marca de la bestia. Por su propia elección su destino eterno será decidido. Y es por eso que se dice esto de los que deciden ser fieles en guardar los mandamientos. “Sus nombres permanecen en el libro de la vida del Cordero, registrados entre los fieles de todos los siglos. Han resistido los lazos del engañador; no han sido apartados de su lealtad por el rugido del dragón. Ahora están eternamente seguros de los designios del tentador.” (Joyas de los Testimonios, t. 2, pp. 178, 179). ¿Pueden imaginarse esta preciosa experiencia? “Los ángeles santos, invisibles, iban de un lado a otro poniendo sobre ellos el sello del Dios viviente” (Ibíd., p. 179). Averigüemos qué es el sello de Dios y cómo recibirlo.

Después que los santos son sellados, sus caracteres van a “permanecer” sin pecado, como lo fueron en el momento de ser sellados: “Cuando se promulgue el decreto y se estampe el sello, su carácter permanecerá puro y sin mancha para la eternidad” (Joyas de los Testimonios, p. 71). ¿No es esto maravilloso? Dios tiene un plan. El sello de Dios es una marca imborrable, que los ángeles pueden leer pero no los hombres. Es una marca permanente que nunca será removida. “Y aun después que los santos han sido sellados con el sello del Dios vivo, sus elegidos pasarán individualmente por pruebas. Vendrán aflicciones personales; pero el horno es estrechamente vigilado por un ojo que no permitirá que el oro sea consumido. La indeleble, marca de Dios está sobre ellos. Dios puede alegar que su propio nombre está escrito allí, El Señor los ha sellado. Su destino está escrito: ‘DIOS, LA NUEVA JERUSALÉN’.

Ellos son la propiedad de Dios, su posesión” (Testimonios para los Ministros, pp. 453,454). Al leer y oír cosas como éstas, ¿No le provoca decir amén?

“El sellamiento es un pacto perpetuo entre Dios y sus escogidos proveyéndoles perfecta seguridad (Éxodo 31:16-17). Indica que han sido elegidos, que Él los escogió para sí mismo. Sellados por Dios somos su posesión y nadie podrá sacarnos de sus manos” (MR 15, p. 225).

Oh, ¡cuan maravilloso! Es evidente que cuando la gente recibe la marca de la bestia o el sello de Dios, indica que sus nombres han sido presentados en el juicio investigador, que su destino ha sido decidido y que su tiempo de gracia individual, ha concluido.

Noten también que, en cuanto al pecado y a la contaminación en sus vidas, deben hacer la misma preparación para el fin del tiempo de gracia que hicieron aquellos que murieron en el Señor. La lluvia tardía no caerá sobre ellos, sino hasta después que hayan hecho esta preparación. Así que, a no ser por las persecuciones del tiempo del fin que favorecen la madurez del carácter, la última generación del pueblo de Dios no tendrá más ventaja antes de cerrar el tiempo de gracia que los que han muerto en el Señor. Todos los seres humanos deben hacer su preparación, bajo la lluvia temprana. Repito: Todos los seres humanos, deben hacer su preparación, bajo la lluvia temprana. ¡Ya!

Mientras observamos la experiencia, logros y bendiciones de los ciento cuarenta y cuatro mil señalados, respondamos a algunas preguntas que muy a menudo se hacen.

¿Es el término ciento cuarenta y cuatro mil un número simbólico o literal? Nadie lo sabe.

No sabemos si las doce tribus de Israel son selladas como se las menciona en Apocalipsis 7. Esto simboliza al moderno Israel. Y eso es todo lo que sabemos, y no podemos hacer especulaciones. Hay un consejo de la Sierva del Señor sobre este tema. “Otro asunto sobre el cual conversamos un poco fue el de los elegidos de Dios, de que Dios tendría un número definido, y cuando ese número estuviera completo terminaría el tiempo de gracia. [Luego siguen estas palabras] Ni usted ni yo tenemos derecho a hablar sobre estas cuestiones. El Señor Jesús recibirá a todos los que vienen a él. Él murió por los impíos, y toda persona que quiera, puede ir a él. ¡Alabado sea el Señor! “El hombre debe cumplir con ciertas condiciones, y si rehúsa cumplirlas, no podrá formar parte de los elegidos de Dios. Si cumple, es un hijo de Dios, y Cristo dice que si continúa siendo fiel, firme e inconmovible en su obediencia, no borrará su nombre del libro de la vida, sino que confesará su nombre delante de su Padre y de sus ángeles. Dios quiere que pensemos y hablemos y presentemos a los demás estas verdades que son ampliamente reveladas, pero nadie tiene nada que hacer con estos otros asuntos o especulaciones, porque no tienen ninguna relación con la salvación de nuestras almas (Mensajes Selectos, t. 3, p. 361).

Siempre debemos tener presente que sólo debemos preocuparnos por lo que ya ha sido revelado. “No es su voluntad que entren en controversias por cuestiones que no los ayudarán espiritualmente, tales como: ¿Quiénes han de componer los 144.000? [Luego noten estas palabras], Fuera de duda, esto lo sabrán dentro de poco los que sean elegidos de Dios” (Mensajes Selectos, t. 1, p. 205).

Descansemos satisfechos. ¿No es esto maravilloso?

¿Quiénes constituirán la gran multitud de Apocalipsis 7: 9?

A pesar de que hay mucha especulación en el esfuerzo de responder a esta pregunta, a menudo la gente llega a la misma falsa respuesta. No debería ser así, porque la sierva del Señor dice: “Mirando a través de los siglos, al tiempo de esta restauración de Israel en la tierra hecha nueva, el vidente de Patmos testificó: “Miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero” (Apocalipsis 7: 9-10.) (Profetas y Reyes, p. 532).

Es muy claro ver que el Espíritu de Profecía designa a la gran multitud de Apocalipsis 7 del versículo 9, como a los redimidos de todas las edades. “Inmediatos al trono se encuentran los que alguna vez fueron celosos en la causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e intensa devoción. Vienen después los que perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la ‘gran muchedumbre, que nadie podía contar, de entre todas las naciones, y las tribus, y los pueblos, y las lenguas . . . de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas blancas, y teniendo palmas en sus manos’ ” (Apocalipsis 7: 9, V.M.) (El Conflicto de los Siglos, p. 723).

Se nos advierte que en el tiempo del fin, “muchos serán mártires por causa de Cristo al permanecer firmes en favor de la verdad” (Mensajes Selectos, t. 3 p. 154). Estos mártires resucitarán con el mismo nivel de madurez de carácter que los ciento cuarenta y cuatro mil porque prefirieron morir antes que pecar. Esto, ellos lo demostraron al ser mártires por Cristo. Noten que cerca del trono, estarán aquellos que una vez fueron muy celosos en la causa de Satanás, y cerca de ellos estarán los ciento cuarenta y cuatro mil y los mártires, y después de ellos, se encontrará la gran multitud de Apocalipsis 7: 9. El sufrimiento ha sido parte del pueblo de Dios desde los días de Abel el mártir. Ninguno, que como Moisés no haya escogido sufrir aflicción con el pueblo de Dios, estará allí. El profeta Juan, vio la multitud de los redimidos y preguntó quienes eran. La pronta respuesta fue: “Estos son los que han venido de gran tribulación y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (Joyas de los Testimonios, p. 415).

Observen que la gran multitud así como los ciento cuarenta y cuatro mil, “han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero”. Los ciento cuarenta y cuatro mil, forman un grupo que se puede contar. La gran multitud que nadie puede contar, incluye a todos los santos resucitados de todas las edades, incluyendo los mártires. Esto es todo en cuanto a estas preguntas.

Ahora volvemos al tema de los santos señalados, los ciento cuarenta y cuatro mil. Inmediatamente después del sellamiento, los santos darán el fuerte clamor del mensaje del tercer ángel al mundo. La inspiración nos dice, que como resultado del fuerte clamor, grandes multitudes serán convertidas.

“El mensaje no será llevado adelante tanto con argumentos como por medio de la convicción profunda inspirada por el Espíritu de Dios... A pesar de los poderes coligados contra la verdad, un sinnúmero de personas se alistará en las filas del Señor” (El Conflicto de los Siglos, p. 670).

“Habrá hombres de fe y de oración que se sentirán impelidos a declarar con santo entusiasmo las palabras que Dios les inspire... Estas solemnes amonestaciones conmoverán al pueblo.

Miles y miles de personas que nunca habrán oído palabras semejantes, las escucharán... Así la luz llegará ante millares de personas que de otro modo no sabrían nada de estas verdades” (El Conflicto de los Siglos, pp. 664, 665).

“El Espíritu... será derramado sobre los que cedan a sus impulsos... multitudes abrazarán la fe y se unirán al ejército del Señor” (Recibiréis Poder, p. 156).

¡Oh, qué día será ese! ¡Qué maravilloso! Pero, ¿Qué sabemos de esos nuevos conversos? ¿Tendrán tiempo para perfeccionar el desarrollo del carácter necesario como para encontrarse con Jesús y vivir? El Espíritu de Profecía responde a esta pregunta: “Pero ahora el tiempo está casi agotado, y lo que hemos tardado años en aprender, ellos tendrán que aprenderlo en pocos meses” (Primeros escritos, p. 67).

Recuerden el consejo divino, con Dios, todo es posible. Bajo las persecuciones y las tribulaciones de los últimos días, los conversos de la hora undécima habrán logrado en el refinamiento de su carácter, en unos pocos meses, eso que a nosotros nos llevó años desarrollar. Sin duda, algunos de estos conversos, serán calificados entre los ciento cuarenta y cuatro mil y vivirán para ver a Jesús venir en las nubes de los cielos. ¿Cuál es el mensaje que los santos darán al mundo durante el fuerte clamor? Será un mensaje que estremecerá a los habitantes de la tierra que lo escuchen. Los siervos de Dios presentarán el mensaje de los tres ángeles como está escrito en Apocalipsis 14, que la inspiración considera: “La más terrible amenaza que haya sido jamás dirigida a los mortales” (El Conflicto de los Siglos, p. 503).

Esto acontecerá por medio de la incomparable justicia de Cristo y de su amor. “El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que termina la obra del tercer ángel” (Eventos de los Últimos Días, p. 204). “A medida que el mensaje del tercer ángel crece y se convierte en un fuerte clamor, gran poder y gloria acompañarán a su proclamación. Los rostros del pueblo de Dios resplandecerán con la luz del cielo” (Ibíd., p. 205)

“Los siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje celestial. Miles de voces predicarán el mensaje por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y signos y prodigios seguirán a los creyentes... hasta el punto de hacer descender fuego del cielo a la vista de los hombres. (Apocalipsis 13:13.) [Siempre pensé que era Satanás el que iba a hacer eso, y es verdad, pero aquí nos dice que los santos también lo harán]. Es así como los habitantes de la tierra tendrán que decidirse en pro o en contra de la verdad” (El Conflicto de los Siglos, p. 670).

Además los ciento cuarenta y cuatro mil santos vivos, tendrán otra función. Darán una evidencia máxima a todo el universo, al demostrar en sus vidas el amor de Dios y su justicia impartida en ellos. En el tiempo del fin, Dios describe la justicia de Cristo en sus caracteres, como “la justicia de los santos”, porque la escritura dice: “Y le fue dado que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente, porque el lino fino representa las obras justas de los santos” (Apocalipsis19: 8). Sin embargo, los santos serán enteramente concientes que no tienen justicia intrínseca en ellos, que su propia justicia es como trapos de inmundicia. Saben que los hermosos ropajes de boda que están usando, fueron otorgados por el Rey de reyes. Declararán de sí mismos: “En mí, no hay justicia propia, pero Cristo es mi justicia” (Review and Herald, August 5, 1890).

“Habrá un sólo interés prevaleciente, un sólo propósito que absorberá todos los demás: Cristo, justicia nuestra” (Review and Herald, 23 de diciembre de 1890).

Así, por medio del carácter de los santos, Dios demostrará su propia justicia al universo. “En aquel tiempo, el Retoño del Eterno será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra será la grandeza y la honra de los librados de Israel. El que quede en Sión, y el que sea dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén inscritos entre los vivientes” (Isaías 4: 2, 3).

Finalmente, en nuestro mensaje estamos llegando al tiempo del fin. Después de que el último santo ha sido sellado, y no hasta entonces, cesará el tiempo de gracia para los habitantes de este mundo malvado. Las siete últimas plagas serán derramadas, después de las cuales, Jesús vendrá. Entonces una gran multitud resucitará. ¿Se imagina el entusiasmo?

Cuando venga Jesús, los ciento cuarenta y cuatro mil señalados, verán que se abren las tumbas de los justos y reconocerán a seres amados que son resucitados.

“Luego resonó la argentina (plateada) trompeta de Jesús, mientras él iba descendiendo en la nube, rodeado de llamas de fuego. Miró los sepulcros de los santos dormidos. Después alzó los ojos y las manos al cielo y exclamó: ‘¡Despertad! ¡Despertad! ¡Despertad! Los que dormís en el polvo, y levantaos’. Entonces hubo un Formidable terremoto. Se abrieron los sepulcros y resucitaron los muertos revestidos de inmortalidad. ‘¡Aleluya!’, Exclamaron los ciento cuarenta y cuatro mil, al reconocer a los amigos que de su lado había arrebatado la muerte, y en el mismo instante fuimos nosotros transformados y nos reunimos con ellos para encontrar al Señor en el aire” (Notas biográficas de Elena de White, pp. 73, 74).

Entonces los ciento cuarenta y cuatro mil y la gran multitud de los muertos resucitados, ascienden juntos al cielo: “Así como Enoc fue trasladado al cielo antes de la destrucción del mundo por el diluvio, así también los justos vivos serán traspuestos de la tierra antes de la destrucción por el fuego. Dice el apóstol: ‘Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta. Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras’ ” (Patriarcas y Profetas, p. 77).

Finalmente, todo habrá terminado y los santos podrán disfrutar y explorar su nuevo mundo. Esto nos lleva a un sitio muy hermoso, el más hermoso descrito por Elena de White en su visita a la tierra en visión, cuando ella vio los ciento cuarenta y cuatro mil y los mártires por su fe:

“El monte de Sión estaba delante de nosotros, y sobre el monte había un hermoso templo. Lo rodeaban otros siete montes donde crecían rosas y lirios. Los pequeñuelos trepaban por los montes o, si lo preferían, usaban sus alitas para volar hasta la cumbre de ellos y recoger inmarcesibles flores. Toda clase de árboles hermoseaba los alrededores del templo: El boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje. Cuando íbamos a entrar en el santo templo, Jesús alzó su melodiosa voz y dijo: ‘Únicamente los ciento cuarenta y cuatro mil entran en este lugar’. Y exclamamos: ‘¡Aleluya!’ Este templo estaba sostenido por siete columnas de oro transparente, con engastes de hermosísimas perlas. No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo supiera el idioma de Canaán ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo mejor! Vi tablas de piedra en que estaban esculpidos en letras de oro los nombres de los ciento cuarenta y cuatro mil. Después de admirar la gloria del templo, salimos y Jesús nos dejó para ir a la ciudad. Pronto oímos su amable voz que decía: Venid, pueblo mío; habéis salido de una gran tribulación y hecho mi voluntad. Sufristeis por mí. Venid a la cena, que yo me ceñiré para serviros. Nosotros exclamamos: ‘¡Aleluya! ¡Gloria!’ Y entramos en la ciudad” (Primeros Escritos, p. 19).

Ahora, por esto aprendemos que los ciento cuarenta y cuatro mil recibirán honor especial por toda la eternidad. Eso es debido a la madurez del carácter que desarrollaron aquí en esta tierra. Van a seguir al cordero a donde vaya. ¡Qué honor puede ser mayor!

“En el trayecto encontramos a un grupo que también contemplaba la hermosura del paraje. Advertí que el borde de sus vestiduras era rojo; llevaban mantos de un blanco purísimo y muy brillantes coronas. Cuando los saludamos pregunté a Jesús quiénes eran, y me respondió que eran mártires que habían sido muertos por su nombre. Los acompañaba una innumerable hueste de pequeñuelos que también tenían un ribete rojo en sus vestiduras” (Ibíd.).

Así que por esto aprendemos que los mártires, también recibirán honor especial, ¡alabado sea Dios!

Y por último, pero no por eso con menor importancia, uno de los logros más importantes de los ciento cuarenta y cuatro mil, es que ellos vindicarán a Dios: “Satanás declaró en su sinagoga que ni una sola alma humana mantendría su lealtad a los mandamientos de Dios. Una sola que se salvara probaría que esta afirmación era falsa” (Alza tus ojos, p. 221).

Pero aquí están ellos, Maravilla de Maravilla. No solo uno, sino todo un grupo de hombres y mujeres que probarán al mundo que Satanás es un mentiroso. Ante todo el universo probarán que el hombre puede guardar los mandamientos de Dios, por medio del poder de la gracia divina aun a través de las mayores perplejidades y circunstancias. Esta última generación, los más débiles de los débiles, darán la más fuerte y convincente demostración que haya sido proporcionada al universo. Estos santos están descritos por Juan: “¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús!” (Apocalipsis 14:12). Por eso Cristo declara que Satanás es un mentiroso, porque hay ciento cuarenta y cuatro mil santos vivos para demostrarlo, que han guardado la ley de Dios y en sus bocas no ha sido hallado engaño. “Y en sus bocas no se halló engaño, porque son sin mancha.” (Apocalipsis 14: 5).

Sí, los ciento cuarenta y cuatro mil formarán un grupo especial de santos, una iglesia especial. Cantarán un nuevo cántico que nadie puede cantar, excepto los ciento cuarenta y cuatro mil. No, ni siquiera los ángeles en el cielo, porque es el canto de su inconfundible experiencia, una experiencia tal, que ningún ser humano ni en el cielo ni en la tierra, habrá pasado por ella. Por cierto, comprendemos porqué este grupo es tan especial, y porqué necesitan el poder perfeccionador de la lluvia tardía, que no fue concedida antes de las generaciones anteriores. Ahora nosotros comprendemos porqué ellos y los mártires, recibirán honores especiales en el cielo, y en la tierra nueva.

¡Alabado sea Dios! Aunque todos estaremos perfectamente satisfechos con su posición y su sanción, en el cielo, todavía Elena de White advierte “Esforcémonos con todo el poder que Dios nos ha dado para hallarnos entre los ciento cuarenta y cuatro mil” (Dios nos Cuida, p 362).

Y ¿cómo nos esforzamos? Lo primordial es que debemos procurar poner fin al pecado en nuestras vidas. Debemos limpiar nuestras almas de todo lo que corrompe, para que podamos estar preparados para recibir la lluvia tardía y el sello del Dios viviente. Elena de White lo resume todo: “Esforcémonos con todo el poder que Dios nos ha dado para hallarnos entre los ciento cuarenta y cuatro mil” (Ibíd.).

Oremos. Amado padre, permite que estemos tan preparados ahora, día tras día, para ser dignos de formar parte de esa gran multitud que alabará tu nombre para siempre. Y, Padre, habilítanos para que podamos llegar a ser como tu precioso hijo, en obediencia y carácter, para que si estamos con vida, por tu gracia hasta la segunda venida, podamos ser contados entre los ciento cuarenta y cuatro mil. En el nombre de Jesús, Amén.

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