30/01/2010

LA NECESSIDAD DE UNA JUSTICIA PERFECTA

Es maravilloso saber que Dios ha perdonado todos mis pecados, pero si deseo disfrutar de mi relación con Dios, debo tener una justicia que Dios acepte.
Dios es un Dios santo. La Biblia enseña que Dios es toda luz y gloria. Él es perfecto en justicia y pureza. Nada pecaminoso puede entrar jamás a Su presencia. Muchas veces en la Biblia la oscuridad representa el pecado. La Biblia dice: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas [pecado] en él (1 Juan 1:5).
El profeta Isaías una vez tuvo una visión donde vio a Dios en Su trono de gloria. Alrededor del trono había hermosos seres celestiales que estaban adorando a Dios y diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria (Isaías 6:3).
Cuando Isaías vio esta visión de la gloria y santidad de Dios, cayó sobre su rostro y exclamó: ¡Ay de mí! Que soy muerto . . . han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos (Isaías 6:5).
¿Por qué Isaías cayó sobre su rostro y exclamó: “¡Ay de mí! Que soy muerto”? Fue por su sentir de pecado. Isaías era un hombre bueno que amaba a Dios, pero sabía que tenía pecado. Él sabía que no era digno de estar en la presencia del glorioso y santo Dios.
Necesito una justicia perfecta.
¿Cuál es la diferencia entre ser perdonado y ser justificado? Ser perdonado significa que ha sido quitado mi pecado; ser justificado es ser “vestido” apropiadamente para la presencia de Dios.
Ser perdonado es como bañarse. Ser justificado es como ponerse ropa limpia y bonita. Nos bañamos para quitar lo sucio. Nos ponemos ropa bonita para estar vestidos apropiadamente.
Supongamos que yo estuviera sucio y vistiera harapos. Un gran rey me ve, y por alguna razón desea ayudarme. Me invita a visitarlo en su palacio.
¿Qué tendría que hacer? Primero tendría que bañarme para quitarme todo lo sucio. Luego tendría que vestirme con ropa apropiada para entrar a la presencia de un gran rey.
¿Y cómo debo entrar a la presencia de Dios? Cuando pienso en cuanto a entrar a la presencia de Dios, el Rey del universo, me doy cuenta de que necesito estar “vestido” con una justicia aceptable a Él.
¿Qué clase de justicia acepta Dios? Dios acepta sólo la justicia perfecta. Es la única clase de justicia que Dios acepta.
¿Puedo hacerme yo mismo perfectamente justo ante los ojos de Dios? No, no puedo. No importa cuánto me esfuerce, nunca podré hacerme perfectamente justo ante los ojos de Dios. Todas mis “justicias” –lo mejor que yo puedo hacer—son como “trapo de inmundicia” ante los ojos de Dios. El profeta Isaías dijo:
Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia (Isaías 64:6).
¡Pero hay buenas noticias! Lo que nosotros jamás lograremos por nuestra propia cuenta, Dios ya lo ha hecho para nosotros. Ha provisto una justicia perfecta para todos los creyentes.
¿Cómo me hace Dios perfectamente justo ante Sus ojos?
Dios ha hecho tres cosas maravillosas para hacerme perfectamente justo: Dios se deshizo de mi vida vieja, Dios me hizo como una persona nueva en Cristo, y Dios me dio a Cristo como mi justicia. Veamos cómo Dios hizo esto.
Dios se deshizo de mi vida vieja.
¿Recuerdas la ilustración del hombre de papel en el libro? Una vez que el hombre de papel estaba dentro del libro, todo lo que le sucedía al libro, también le sucedía al hombre de papel porque estaba en el libro.
Eso es lo que sucede con nosotros. Dios me puso en Cristo en la cruz. Cuando Cristo fue crucificado, yo fui “crucificado con él”. Cuando Él murió, yo morí con Él. Por su puesto, no estoy muerto físicamente, pero “morí” en Cristo. Así me ve Dios. Ya no mira mi vida vieja.
Dios me hizo como una nueva persona en Cristo.
Morí con Cristo. Fui sepultado con Cristo. Ante los ojos de Dios allí terminó mi vida vieja. Ahora Dios me ha hecho como una nueva persona en Cristo. La Biblia dice:
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).
Dios me dio a Cristo como mi justicia.
En mí mismo no soy justo, pero Dios me ha hecho perfectamente justo ante Sus ojos. ¿Cómo hizo esto Dios? Me puso en Cristo y me dio a Cristo como mi justicia. La Biblia dice:
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21).
Este versículo nos dice que somos “hechos justicia de Dios en él”, o sea, en Cristo. De la misma manera que Dios ve a Cristo, perfectamente justo, así nos ve a nosotros, perfectamente justos, porque estamos en Cristo.
La historia del hijo pródigo nos muestra cómo Dios hace posible que vengamos ante Su presencia con una justicia que es adecuada para Él.
El hijo pródigo fue hecho aceptable para su padre.
Cuando el hijo pródigo regresó a su padre, no sabía cómo sería recibido. El padre corrió a verlo y lo cubrió de besos. En ese momento el hijo sabía cómo se sentía su padre en cuanto a él. Sabía que era perdonado y aceptado.
Pero aunque sabía que había sido perdonado y aceptado por su padre, podemos estar seguros que el hijo pródigo no estaba completamente feliz. No estaba feliz a causa de su condición. Seguía estando sucio y vestido de harapos.
El hijo pródigo quizás le dijo a su padre: “Es maravilloso que me ames tanto y que me recibas así, pero no lo puedo disfrutar, porque no soy aceptable”.
¿Qué hizo el padre? Le dijo a sus siervos: “Saquen el mejor vestido, y vístanlo”. Podemos estar seguros que el vestido nuevo no se lo pusieron al hijo pródigo encima de la mugre y los harapos. Lo bañaron, y le quitaron su ropa vieja. Los siervos le pusieron “el mejor vestido”. Se le llama “el mejor vestido” porque no había otro mejor.
Ahora, ¿cuál es la situación del hijo? Ha sido lavado de lo sucio; tiene ropa limpia; está usando el mejor vestido. Sabe que ahora es aceptable para estar en la presencia de su padre. Ahora puede disfrutar de estar con su padre porque su padre lo ha hecho aceptable.
“El mejor vestido” no sólo hizo que el hijo fuera aceptable a su padre, sino que hizo que estuviera consciente de que era aceptable. El hijo ahora sabía que era acepto para estar en la presencia de su padre, porque su mismo padre lo había hecho acepto.
Esta historia tiene un significado profundo y celestial. El Señor Jesús nos relató esta historia porque desea que sepamos lo que el Padre ha hecho para que seamos aceptables a Él.
Dios no sólo me ha limpiado de todos mis pecados, sino que me ha hecho una nueva persona en Cristo. Y ha provisto una justicia perfecta para mí al darme Su “mejor vestido”.
¿Cuál es “el mejor vestido” de Dios? ¡“El mejor vestido” de Dios es Cristo! En el momento en que fui salvo, Dios me puso en Cristo, y me dio a Cristo como mi justicia.
Como el hijo pródigo tenía “el mejor vestido” que le había dado su padre, podía disfrutar estar en la presencia de su padre. Él sabía que estaba vestido de una manera aceptable para él.
Dios me ha hecho aceptable para Sí Mismo al darme “el mejor vestido”. Me ha dado a Cristo como mi justicia perfecta. Ahora puedo disfrutar estar en la presencia de Dios porque estoy en Cristo.
Soy “acepto en el Amado”.
A través de mi muerte y resurrección con Cristo, ahora tengo una nueva posición ante Dios. Ya no estoy en Adán. Ahora estoy en Cristo. Soy aceptable para Dios porque estoy en Cristo. La Biblia dice:
Para la alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado [Cristo] (Efesios 1:6).
La justicia en Cristo que me hace acepto ante Dios es perfecta y completa. No me la gané. Dios me la dio en el momento en que recibí a Cristo como mi Salvador. Nunca dejaré de ser acepto ante Dios. Siempre soy acepto en Cristo.
Mi “posición” y mi “andar”
La Biblia habla de mi “posición” en Cristo y de mi “andar” con Cristo. Necesito comprender la diferencia entre estas dos cosas.
¿Cuál es mi “posición” en Cristo? Mi “posición” es la manera en que Dios me ve en Cristo. Mi posición siempre es perfecta porque es la manera en que Dios me ve en Cristo.
¿Qué es mi “andar” con Cristo? Mi “andar” es la manera en que vivo día a día. ¿Es perfecto mi “andar”? No, no lo es. ¿Por qué? Porque depende de mí – y yo todavía peco algunas veces. Mientras siga viviendo aquí con mi cuerpo, seguiré pecando de vez en cuando.
Debemos recordar que nuestra posición es la manera en que Dios nos ve en Cristo, y nuestro andar es la manera en que vivimos aquí en la tierra.
Dios siempre me acepta de acuerdo a mi posición en Cristo, y no de acuerdo a mi andar –mi manera de vivir. ¡Dios siempre me ve en Cristo!

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