04/10/2010

CRISTO ES EL SEÑOR

Un momento trascendental en el proceso de renovación espiritual es la aceptación de Jesucristo como Señor de nuestra vida, que nos asegura y hace posible la presencia del Espíritu Santo. Tener a Cristo como Señor, significa aceptarlo como guía, maestro, dueño, director y aun mas, como "nuestro Todo". Implica abandonarnos totalmente a la vida que El nos ofrece, "vivir en El".
Un momento trascendental en el proceso de renovación espiritual es la aceptación de Jesucristo como Señor de nuestra vida, que nos asegura y hace posible la presencia del Espíritu Santo. Tener a Cristo como Señor, significa aceptarlo como guía, maestro, dueño, director y aun mas, como "nuestro Todo". Implica abandonarnos totalmente a la vida que El nos ofrece, "vivir en El". Al proclamar a Jesús como Señor, ratificamos nuestro compromiso bautismal y de paso ahuyentamos al demonio que no puede hacer nada y huye horrorizado ante el Señorío de Cristo.
En fin de esta lección, es tomar conciencia clara, a la luz de la palabra, lo que significa hacer esta opción por Cristo, que nos llevara a este clima de confianza total en su poder de Resucitado.
Tener a Cristo como Señor significa: "vivir en El" (Rom. 6,4-6)
"Así, pues, por el bautismo fuimos enterrados junto con Cristo y para compartir su muerte, para que, igual que Cristo que fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, asimismo nosotros vivamos una vida nueva. Porque si de verdad nos unimos con Cristo, por la semejanza en su muerte, así también nos uniremos a el en su resurrección".
La vida nueva que todo cristiano desea, viene de nuestro "ser en Cristo". Este nuevo "ser del cristiano" (es decir, estar "hechos de nuevo") nos viene por la participación en el misterio de la vida de Cristo. San Pablo al utilizar la expresión "enterrados en Cristo" quiere decir que nosotros, como ramas muertas, ahora estamos metidos en Cristo, y tenemos vida en El, porque El llega a nosotros, como la savia que circula, penetra, alcanza y vivifica a todas las ramas de la planta.
Esta vida nueva es una gracia que nos une y comunica con Cristo de manera tan intima, que abandonamos nuestra voluntad personal, para no querer y desear otra cosa que la voluntad divina. Podemos decir, que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos; nuestra vida es de Otro. El texto de Ga 2,20-21: "Y ahora no soy yo el que vive, sino que es Cristo el que vive en mi", es la señal de lo que Cristo se convierte para cada cristiano: en "nuestro todo"; El es la razón de nuestra vida y la fuente de nuestras fuerzas.
Por lo que se desprende del texto Ga 2,20-21, podríamos pensar que nuestra personalidad o nuestra participación personal y consciente se ve anulada; pero nada de eso. En realidad, la experiencia cristiana autentica nos hace tomar conciencia de la situación que se deriva, por el hecho de vivir en Cristo y no es de ningún modo una experiencia enajenante, el cristiano es un llamado y un elegido por Dios, es un hombre libre del poder del pecado y del mundo; es una nueva creación. Ya lo dice el cincelazo no. 880 "Jesús es la fuerza liberadora de las personas y de los pueblos".
Tener a Cristo como Señor significa: "Ser amados por El" (Rom. 8,35-39).
¿Quién nos separara del amor de Cristo? ¿Las pruebas o la angustia, la persecución o el hambre, la falta de ropa, los peligros? Como ya lo dice la Escritura: por tu causa nos arrastran continuamente a la muerte; nos tratan como ovejas destinadas a la matanza.
No, en todo esto triunfaremos por la fuerza del que nos amo. Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean los cielos, sean de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesús nuestro Señor".
El cristiano es aquel que se prende de Cristo no solo por su mensaje y testimonio, sino aquel que experimenta su presencia viva, continua e inquietante. A tal punto se siente adherido a El, que lo considera como el principio y fundamento de su vida y se empeña en hacer por El, cualquier sacrificio en correspondencia a este amor irresistible. La palabra de Dios hace evidente, en numerosos textos, que nuestra relación con Cristo se fundamenta en el amor que El nos tiene (Jn 15,9.12; 17,26; etc.)
Este amor a Cristo no se reduce a seguir su ejemplo, también forma la esfera de relación y de lenguaje que nos hace conocer a Cristo para amarlo mas. El amor viene de Dios (Rom. 5,5; 1 Jn 4,7) y siempre tiene como respuesta mas amor. Si Cristo nos ha amado de tal manera, nosotros también sentimos un gran amor por El, que nos empuja a manifestarlo en las obras. "En esto hemos conocido el amor, en que El dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos (1Jn 3,16).
¿Puede encontrarse una fuerza superior a este amor capaz de hacer cambiar el rumbo de nuestra vida? La respuesta, nos la da San Pablo: No. No puede encontrarse otra fuerza mas grande que el amor de Cristo y en todo triunfaremos por la fuerza del que nos amo. Si un joven movido por el amor de una mujer, es capaz de trabajar, bañarse y hasta hacerse responsable ¿Qué no hará el hombre que experimenta vivamente el amor de Cristo? Sin duda lo empujara a una conversión definitiva y lo llevara a hacerse un hombre de servicio.
Tener a Cristo como Señor significa: "Adoptar su mismo estilo de vida" (Flp 2,6-11)
"El que era de condición divina no se aferro celoso a su igualdad con Dios, sino que se rebajo a si mismo hasta ya no ser nada, tomando la condición de esclavo, y llego a ser semejante a los hombres.
Habiéndose comportado como hombre, se humillo, y se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en una cruz.
Por eso Dios lo engrandeció y le concedió un Nombre que esta sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús todos se arrodillen en los cielos, en la tierra y entre los muertos. Y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para la gloria de Dios Padre".
Explícitamente, el texto señala que Jesucristo es el Señor, y todo Señor tiene sus dominios y propiedades. El Reino de Dios es el dominio de Cristo y en El reina su presencia; todo tiene la marca de su dueño. Así, desde el bautismo, nuestra vida pertenece para siempre a Cristo y esta sellada con su signo. Lo propio del cristiano será considerar a Jesús como el dueño de su vida. El rige nuestra vida. Justamente, esto es lo que expresa el apelativo "Jesucristo": Jesús Salvador y Cristo; Ungido: Señor y Rey.
Por lo tanto, es preciso para el hombre de hoy, seguir la senda de los primeros cristianos que reconocían a Jesús, como su Señor, es decir su dueño, y como su Salvador, es decir, aquel que los había librado de la muerte. Esto requiere, por supuesto una reestructuración de nuestra persona para que esta tenga en su punto central a Jesucristo y nos identifiquemos con su persona en todos los renglones de la vida.
Tener a Cristo como Señor significa: "Proclamarlo como Señor y Salvador" (Rm 10,9.13)
"Porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucito de entre los muertos, serás salvo. En efecto, el que invoque el nombre del Señor se salvara".
Proclamar a Jesús como Señor con nuestra boca y nuestro corazón significa afirmarse en El. Hemos dicho que el cristianismo no es una ética que exhorta a la honradez y a las virtudes, ni es una causa de amor a los pobres o a la humanidad. La esencia del cristianismo es el seguimiento de una persona concreta, en quien profesamos nuestra confianza como Señor y Salvador.
Jesús es una persona viva, en quien puedo confiar y amar con todo mí ser. Tiene un rostro y un cuerpo, vive y actúa hoy y me sale todos los días al encuentro, y si yo tengo suficiente fe se establece una experiencia única de amistad que me llevara a la santidad. Su persona será mi Todo y mi respuesta de amor será el escuchar y cumplir su Palabra.
Proclamar a Jesús como Señor y Salvador es una confesión que anima nuestra vida, en medio del miedo y la incertidumbre. Esta confesión nos comunica la paz y la seguridad que necesitamos para ir adelante en la vida. Dice el evangelio: "El que escucha mis palabras es como un hombre prudente que construye su casa sobre roca" (Mt 7,24), pues bien, esa Roca es Cristo que garantiza la firmeza necesaria parta levantar una sólida construcción que resista a los terremotos e inclemencias del tiempo.
"Rechazar el Señorío de Jesús en nuestra vida equivale a envilecerse, amargarse y perderse" (Czo.902).

Tener a Cristo como Señor significa: "Ordenar todas las cosas en El" (Col 1,15-16)

"El es la imagen del Dios que no se puede ver, el Primogénito de toda la creación, ya que en El fueron hechas todas las cosas; las del cielo y las de la tierra; lo visible y también lo invisible.
Gobiernos, autoridades, poderes y fuerzas sobrenaturales.
Todo fue hecho por medio de El y para El".
Ante las constantes dudas y tentaciones de la vida, es fácil, desconfiar de Cristo y buscar "otros caminos" de felicidad. En este texto, San Pablo nos presenta, con mucha fuerza y claridad, quien es Cristo. En otras palabras, Cristo es verdaderamente el único Salvador, pues El mismo es el mediador de la creación. Por El Dios creo todo y por El Dios lo salva todo. Todo esta ordenado en El y todo pertenece a El, incluso los ángeles y las fuerzas invisibles.
Por ello, nunca puede considerarse a Cristo a la altura de otros fundadores de religiones por más santos que estos sean, por ejemplo, Buda, Mahoma, Confucio. Ni menos aun con personajes lideres como Gandhi o el Ché Guevara. Cristo el primero en todo, entre todas las criaturas, pues solo Él nos salva de la muerte.
Ordenar nuestra vida en Cristo significa aceptarlo como Señor y hacer la opción por su Evangelio que me anima a descubrir en concreto ¿cuál es el plan de Dios para mí? ¿Cómo respondo al amor de Jesucristo? ¿Cuál es mi misión? Y una vez que la voy descubriendo, ponerme en marcha con disponibilidad y mucha generosidad.

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