19/07/2010

CADA CREYENTE UN MINISTRO


Textos : Hechos 9:15 / 1 Ped. 2:9

Introducción: Dos principios en contraste: vocación única o universal

Tanto en el A.T., como en el N.T. pero de manera mucho más evidente en el N.T., encontramos dos principios aparentemente contradictorios que, sin embargo, son complementarios aunque hoy, considerados a muy larga distencia de cuando fueron expuestos, nos parezcan estar situados en contraste: el carácter único, singular, personal y colegiado del ministerio o sacerdocio en el pueblo de Dios y el ministerio o sacerdocio universal de todo el pueblo de Dios.

1. La vocación ministerial individualizada: el ministerio institución
Aunque al principio, en la época pratiarcal, no existía una casta o tribu sacerdotal sino que estaba establecido que el primogénito de cada familia fuera ofrecido al Señor como jefe espiritual o sacerdote de la misma para ofrecer los sacrificios, a partir del éxodo el Señor decidió excoger una de las doce tribus, la de Leví, y de ésta la familia de Aaron, para que se ocupara del culto en el santuario, quedando las otras familias de esa tribu, los levitas, al servicio de los menesteres del santuario. Así nació en Israel el sacerdocio y los levitas como institución, en ellos no había un llamamiento personal sino que era un ministerio hereditario que se ejercía en base a la pertenencia a una tribu y familia del pueblo (Ex. 28:1,2; Núm. 1:50-53)

En el N.T., la institución ministerial no se establece sobre la base de la pertenencia a una determinada familia, sino a la vocación individualizada que cada ministro recibe de Dios mismo y que es reconocida, más tarde, por la iglesia mediante la ordenación e imposición de manos (ministerio itinerante de los apóstoles, evangelistas y pastores) o bien mediante la elección, por parte de los fieles, de aquellas personas a las que se les confía el ministerio dentro de una comunidad local y que también son ordendas por la imposición de manos para el ejercicio de ese ministerio (ancianos, obispos, pastores locales).

En relación con el A.T. el ministerio en el N. se asemeja mucho más al profetismo que al sacerdocio por la naturaleza de su vocación y por la función, mucho menos implicada en los aspectos cultuales y mucho más en la proclamación del mensaje de Dios.

El carácter singular, único, personal, individualizado del ministerio cristiano, como vocación y como función, así como su condición de institución colegiada, de cuerpo de servidores dentro de la comunidad, son subrayados en infinidad de declaraciones de los escritores del N.T.:

a. Por su origen vocacional : (1 Cor. 1:1; Rom. 1:1; Gál. 1:15)

b. Por la intervención de la iglesia en su ordenación : (Hech. 13:23, 1 Tim. 4:14; 2 Tim. 1:6)

c. Por sus cualidades y especiales sufrimientos : (2 Cor. 6:3 ss)

d. Por la distinción con el resto de miembros de la iglesia : (1 Tim. 4:12; 4:6; 1 Ped. 5:1,2; Hech. 20:28; 2 Cor. 3:23)

2. El ministerio o sacerdocio universal de todos los creyentes

Pero al lado de este ministerio especial individualizado y colegiado, la Biblia nos presenta también, de manera explícita, el de todo el cuerpo de creyentes, el ministerio de todos los miembros del pueblo de Dios. Es un concepto bíblico reconocido como el sacerdocio universal de los creyentes. Esto es afirmado tanto por el A. como por el N.T.:

Ex. 19:5,6 “...Vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa”

Isa. 61:6 “Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros del Dios nuestros seréis dichos”

En el N.T.el término sacerdote, como el de rey son siempre términos colectivos, plurales, referidos a todo le cuerpo de creyentes:

1 Pedro 2:9 “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable”
Apoc. 1:5,6; 5:10; 20:6 “...Jesucristo ... nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre...”, “... antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo”.

3. ¿Se contradicen estos pasajes?

Debido a la situación de la iglesia en la actualidad y como resultado de la evolución histórica que estos conceptos han sufrido, en la que la institución colegiada, el cuerpo pastoral, se ha desarrollado de tal manera que ha anulado prácticamente al sacerdocio universal de la iglesia, veáse, por ejemplo, la noción hiperbólica católica de magisterio infalible de los obispos y primado del obispo de Roma, papado, o la más general, prácticamente incorporada en la mayoría de las iglesias cristianas, que establece, en el vocabulario eclesiástico y en la estructura de las comunidades, la distinción entre clero y laicado, a la luz de esta realidad tácita, la interpretación que muchos podrían dar hoy de estos conceptos ambivalentes, sería la de reconocer el carácter contradictorio de ambos.

Pero no es así, depurada la hipertrofia histórica del ministerio institucional, podremos llegar a demostrar que ambos conceptos del ministerio en la iglesia, lejos de contradecirse se complementan y son de igual modo biblicamente necesarios e interdependientes.

Pero las implicaciones que una restauración del ministerio universal de los creyentes puede tener sobre las estructuras, la mentalidad y los hábitos de las comunidades cristianas, debemos reconocerlo antes de abordarlo, representan una verdadera revolución, un cambio fundamental y radical de la situación presente, tanto en el cuerpo pastoral como en los fieles, revolución por otra parte absolutamente necesaria para reconvertir la iglesia en lo que fue en sus orígenes: el instrumento poderoso y eficaz de la proclamación del evangelio de Jesucristo. Dice a este respecto EGW:

“La obra de Dios en esta tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y las mujeres abarcados por le total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra y aunen sus esfuerzos con los pastores y dirigentes de las iglesias” (Servicio Cristiano, 87)

I. El ministerio universal un concepto teórico e irrelevante

1. Definiciones del término laico
La palabra “laico” tiene hoy un significado específico. Marca la diferencia entre quien tiene una estrecha relación de dependencia o servicio en la iglesia y quien no la tiene. El Diccionario de Simnónimos de Webster reune los términos secular, temporal, profano y laico como paralelos en oposición a los términos contrarios de espiritual, religioso y sagrado.

El Concilio Mundial de Iglesias, en un informe de la Comisión preparatoria de la ponencia The Laity.The Christian in His Vocation, New York, 1954, p. 1 definía al laicado:

“Por laicado entendemos el vasto cuerpo de miembros de iglesia que consagran sus vidas en aquello que llamamos una ocupación secular que absorve la mayor parte de su tiempo”.
Sin embargo, todos sabemos que el término laikós en la Biblia no designa a un grupo específico de los miembros de iglesia con respecto a otro, significa simplemente aquellos que pertenecen al laos, es decir al pueblo escogido de Dios en relación con los que no forman parte de él y, en este sentido, también los pastores son laikós.

El término clero y sus derivados, clérigo, clerecía, por su parte, están hoy asignados a aquellos que, por oposición a los laicos consagran, como hemos visto, su vida al servicio de la iglesia. Pero, de nuevo, la Palabra de Dios no señala aquí,con el término klerós, a un sector o grupo de la iglesia, sino a todos los llamados (kaleô) a formar parte del pueblo de Dios y, por consiguiente, incluye también a los que hoy denominamos laicos. La terminología ha sido, como vemos, objeto de una evolución de significados muy importante.

2. Laicos y ministros en la iglesia hoy
¿Cuál es la realidad sociológica que existe en la iglesia hoy? Digámoslo con claridad, una verdadera parodia de lo que fue la iglesia en el N.T.:

El pastor, la infantería, luchando solo su batalla por Dios, en vanguardia en la primera linea de fuego. Los miembros, la intendencia, desde la retaguardia, enviándole recursos para que pueda hacerlo con eficacia.

El pastor es el gerente de la empresa, hombre público que trabaja para Dios mientras que los laicos, desde el anonimato, son sus socios capitalistas que le sostienen con sus recursos pero sin sentirse directamente implicados en su trabajo.

Esta situación ha generado, en muchas iglesias, una actitud un tanto irresponsable de parte de los miembros en lo que respecta a la misión personal que ellos deberían asumir y de parte de los pastores, en general, una autosatisfacción de su especialización, de su prevalente situación de autoridad religiosa en el cuerpo de creyentes y de su prestigio y reconocimiento.

3. Pero en la iglesia primitiva no fue así
Los textos del libro de los Hechos son muy elocuentes (4:4; 5:42; 8:4). Harnack, el famoso historiador de la iglesia dice:

“Los más numerosos y prósperos misioneros de la religión cristiana no eran los predicadores regulares sino los mismos cristianos... De los primeros apenas sabemos nada de ellos ni de sus éxitos, pero sí de los últimos. Por encima de todo, cada martir era un misionero. No solamente confirmaban la fe de los que ya habían sido ganados, sino que añadían nuevos miembros a la iglesia por su testimonio y martirio” (Princeton Review, 1(1878), 458).

Edward Gibbon, el conocido historiador de la caida del imperio romano, reconoce por su parte que “llegó a ser un sagrado deber de cada nuevo creyente difundir entre sus amigos y vecinos las bendiciones que había recibido” (vol. I, 352).

4. Las consecuencias de esta situación
El miembro de iglesia se ha convertido, en una buena medida, en un espectador profesional no involucrado en lo que hace el pastor. El pastor, es el director de orquesta que con unos pocos miembros activos, la orquesta, realizan le trabajo, el resto de los miembros son espectadores. No olvidemos que vivimos en la cultura del espectador, que lo que atrae a las grandes multitudes que llenan los estadios no son los deportes de participación sino aquellos en los que se ve un espectáculo. Que existe una verdadera adicción a la TV, con una media, por ejemplo, en América, de más de seis horas diarias de dedicación a la pequeña pantalla. Que esto ha reducido considerablemente la capacidad de concentración y de participación de los telespectadores. Y, por analogía, en lo que respecta a la iglesia, el pastor ha llegado a ser un actor profesional del púlpito pagado por los laicos espectadores. La hermana White acusó ya en su tiempo este problema:

“Los miembros de iglesia se han acostumbrado a escuchar la predicación y a hacer muy poco por Cristo. Así, en lugar de producir frutos están incrementando el egoismo y la infidelidad. Tienen puesta su esperanza en el predicador y dependen de sus esfuerzos para mantener viva su débil fe” (MS, 151, 1897).

Pero los espectadores profesionales casi siempre se convierten en críticos profesionales de lo que hacen los otros. Es mucho más fácil criticar que involucrarse. La crítica genera un espíritu negativo, insolidario, produce desánimo en los que están trabajando en la iglesia y paraliza la actividad misionera.

Finalmente, aunque los reformadores, en particular Lutero, se preocuparon de corregir el concepto de ministerio en la iglesia, estableciendo el ministerio universal de los creyentes como uno de los principios de la reforma protestante, el análisis y corrección de esta falsa dicotomía clero-laicado y sus consecuencias, no está recibiendo hoy el tratamiento que merece en el seno mismo de las comunidades cristianas. A partir de la ponencia del Consejo Mundial de Iglesias de 1954, The Laity. The Christian in His Vocation, algunas denominaciones iniciaron estudios al respecto, pero no es una parte relevante de las inquietudes teológicas actuales ni hay comunidades que hayan realizado ensayos y experiencias sobre este particular. Teoricamente se acepta el principio del ministerio sacerdotal de todos los creyentes y así aparece en los manuales de teología, pero la realidad de las iglesias, lo desmiente. Hendrick Kraemer observa:

“El laicado o cuerpo de miembros laicos de la iglesia nunca ha gozado, en la historia de la iglesia, de la distinción de un tratamiento cuidadoso y detenido como una materia de importancia teológica específica y significativa” (A Theology of the Laity, Philadelphia, 1958, p. 9).


II. La base teológica y espiritual del sacerdocio universal
Puesto que ya lo hice en la introducción, no voy a repetir aquí los textos que presentan la base bíblica del sacerdocio universal de los creyentes. Vamos a señalar más bien los principios teológicos y espirituales sobre los que reposa.

La iglesia en general y el creyente en particular, somos los continuadores, en el tiempo y en el espacio, de la obra redentora de Cristo en el mundo. Cristo dijo: “Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo” (Juan 17:18; 20:21). El creyente está llamado a hacer la misma obra que Cristo hizo entre los hombres, en su identificación con el Salvador, cada miembro de iglesia es un agente de la redención.

1. ¿Cual fue el ministerio de Cristo en la tierra?
a. El ministerio de la identificación: encarnación

La obra redentora de Jesús se inicia en su encarnación. Cristo se hizo hombre, él asumió la humanidad con todas sus flaquezas y debilidades, él no vino a este mundo como Adán cuando salió de las manos del Creador, sino con una herencia de milenios de pecado y dolor: “Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado...” (Rom. 8:3). Él fue en todo semejante a nosotros, excepto en pecado, se acercó a nuestras miserias, se identificó con nuestros dolores y llevó nuestras cargas y pecados sobre sus hombros. La encarnación no es simplemente un milagro es un ministerio que la iglesia está llamada a imitar, el ministerio de la identificación con el mundo:

“El Salvador se mezcló con los hombres como quien deseaba su bien, les mostró su simpatía, les sirvió en sus necesidades y ganó su confianza...Tenemos necesidad de acercarnos a la gente por medio del esfuerzo personal. Podrían verse mayores resultados si se predicase menos y se dedicase más tiempo al ministerio personal. El pobre debe ser auxiliado, el enfermo cuidado, los tristes y abatidos confortados, los ignorantes instruidos, los que no tienen experiencia aconsejados” (E.G.W. El Ministerio de Curación, p. 143).

b. Un ministerio de amor y compasión

Cuando Cristo quiso presentar a sus conciudadanos su obra mesiánica, usó el texto de Isaias en el que se subraya su ministerio de amor y compasión por todos los que son víctimas, en este mundo, de las consecuencias del pecado: Luc. 4:18,19.

En otro episodio del Evangelio, el evangelista subraya la compasión de Cristo por las gentes desparramadas y esparcidas como ovejas sin pastor: Mat. 9:35,36.

Cristo se consideró un servidor de la humanidad: “Yo soy entre vosotros como el que sirve” (Luc. 22:27). “El Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 28:20). Del mismo modo reclama de sus discípulos que sean servidores, ministros: “El que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor” (Mat. 20:26).

Los miembros de iglesia, todos, son ministros (es el término griego diakonía, empleadofrecuentemente por el N.T.) han sido llamados a dar continuación al ministerio mesiánico de Jesús, deben tomar en sus manos la obra misma que Cristo hizo en la tierra (E.G.W. Testimonies, 6, 130).

c. Un ministerio de reconciliación y salvación

La cruz de Cristo es la expresión acabada de su ministerio por los hombres, aunque parezca extraño, en su muerte su ministerio manifestó su mayor profundidad y poder. La cruz es el emblema de nuestra reconciliación con Dios y de nuestra salvación.

Por ello, el ministerio esencial de la iglesia en el mundo, y por su medio de todos los creyentes, es el ministerio de la reconciliación del que Pablo dice que somos embajadores: 2 Cor. 5:18-20.

2. ¿Cuál es el resumen del ministerio de la iglesia y los creyentes?
Dos palabras claves son el resumen de la base teológica y espiritual del ministerio universal de los creyentes: testimonio y comunión :

a. Testimonio. Las últimas palabras de Jesús registradas en el N.T., son justamente la invocación y la orden del ministerio de la iglesia y los creyentes: Me seréis testigos. ¿Testigos de qué?

Testigos de la experiencia de la salvación. “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (Mar. 5:19), dijo Jesús al endemoniado gadareno.
Testigos del mensaje y la obra de Jesús. “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos...” (1 Juan 1:3), dice el apóstol San Juan.
Testigos del poder de la Palabra de Dios. (2 Tim. 3:16,17)
Testigos del amor de Dios y de su providencia. (Rom. 8:28)
Testigos de la fe, la esperanza y la caridad. (1Cor. 13:13)

b. Comunión. Pero la experiencia de los creyentes no es solamente el testimonio de una experiencia espiritual y religiosa con Dios, es además una experiencia de comunión con Cristo, de identificación con él y de imitación del Salvador.

No podemos llamarnos cristianos a menos que Cristo haya sido entronizado en nuestras vidas, haya pasado a ser le móvil de nuestra vida y de nuestro comportamiento. Pablo expresaba esto con la expresión estar en Cristo (2 Cor. 5:17), ¿qué significa estar en Cristo? Significa vivir con, por y para Cristo (Filip. 1:21), significa tener la mente de Cristo (1 Cor. 2:16), significa que Cristo viva en mí (Gál. 2:20).

Ser miembros de la iglesia, ser cristianos, significa ser testigos de Cristo, significa vivir en una perfecta comunión e identificación con Cristo, haciendo lo que El haría si estuviese en nuestro lugar. Por esto todos somos ministros de Cristo, por eso no podemos renunicar al compromiso misionero como algo que es privativo de profesionales.

III. Cómo, cuándo, dónde

Los frutos de una correcta comprensión del ministerio universal de los creyentes sólo serán posibles CUANDO :

1. Desterremos primero toda una serie de conceptos equivocados que representan verdaderas barreras tanto eclesiásticas, como sociológicas o psicológicas al ministerio universal de los creyentes :

a. La iglesia no tiene un ministerio es un ministerio. Donde el ministerio de la palabra y el del amor constituyen un sólo. Un ministerio en el que participan todos los fieles como miembros, como parte de la iglesia.

b. No es del pastor sino del laico de quien se espera que haga la mayor parte del trabajo que debe ser hecho en el mundo. En ninguna parte del N.T. se dice que la principal responsabilidad para la realización del propósito de Dios en el mundo es de los pastores. En el N.T. esta responsabilidad está sobre los hombros de los “llamados a ser santos”, es decir “el pueblo de Dios”. Al contrario pues que en las profesiones de la vida, en las que “el laico” es un profano no involucrado, en religión, “los laicos” son los responsables primeros de la tarea que debe hacerse en el mundo.

c. El campo no es la iglesia sino el mundo. Se ha acusado a la iglesia de encerrarse en su gheto, de vivir su experiencia religiosa en una isla, ajena a lo que pasa en el mundo, de levantar altos muros en torno a ella para protejerse del mundo, y llevar una vida contemplativa o una experiencia religiosa esotérica, se ha dicho que la iglesia es otro mundo en el que nada interesan las luchas, los problemas de los que están fuera de ella. Fundados en los principios de que la iglesia debe asumir únicamente los asuntos espirituales, que debe ser “apolítica”, que no debe ocuparse de los “negocios” del mundo, el centro de su acción religiosa principal es el templo y la comunidad y no la calle y la sociedad circundante.

d. El climax de la vida de la iglesia no son los servicios del sábado sino lo que se hace durante la semana. Ciertamente el servicio de culto y el estudio de la Biblia son importantes, pero la doctrina del ministerio universal de los creyentes indica que para los cristianos el climax es lo que se hace en el mundo, durante la semana. Lo que se hace el sábado debería ser la preparación de los fieles para su ministerio durante la semana.

e. La preparación para ser un ministro no debería ser exclusiva de los seminarios. La hermana White lo dice claramente:

“Es un peligroso error imaginar que a menos que un joven haya decidido consagrarse al ministerio, no es necesario darle una formación especial que le prepare para la obra de Dios...” (Fundamentals of Christian Education, 216,217)

La iglesia debería ser un gran seminario, una magnífica escuela de adiestramiento de todos nuestros miembros para el ministerio.

f. La responsabilidad misionera del miembro de iglesia no puede ser sustituida ni delegada mediante el pago del 10% a quien lo haga. De nuevo, una declaración de E.G.W. nos parece muy pertinente:

“A cada uno que llega a ser participante de su gracia, el Señor encomienda una obra por los demás... Como ministros de la Palabra, la enfermera misionera, , el médico cristiano, todo cristiano, tanto si es comerciante o granjero, profesional o mecánico, la responsabilidad es de todos” (The Ministry of Healing, p. 148).

g. Ampliar el concepto de vocación misionera. No podemos ignorar que hay una vocación individualizada, personal al ministerio que Dios dirige a aquellos que quiere que consagren toda su vida, sus talentos y tiempo, a su obra, a veces encomendándoles una labor específica. Pero no olvidemos que cada creyente recibe, en el momento de su bautismo, un llamamiento, la vocación a un ministerio que es el mismo de los pastores, que tiene la misma naturaleza (1 Pedro 2:9, “vosotros sois real sacerdocio... para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable) aunque parezca menos personal o específico. Así debemos comprender el ministerio universal de los creyentes a menos que no le demos más que un valor teórico.

h. No al exclusivismo ministerial. La tradición eclesiástica nos ha legado un concepto del ministerio elitista y asalariado a la vez, jerárquico y exclusivista. Desgraciadamente así es visto por los pastores y por los miembros. Pero el cuerpo pastoral, aunque tenga sus particularidades, sus necesidades y sus problemas, no debería jamás considerarse como una institución colegial cerrada, no debería ser excluyente, ni debería jamás asumir un orden jerárquico dentro de la iglesia, ni los fieles debieran ver a los pastores como algo aparte, obligados por el salario que la iglesia les da a hacer la labor que corresponde a todos.

i. No consiste en cambiar al pastor sino a la iglesia. Cuando una iglesia no está haciendo progresos satisfactorios, por lo general los miembros y la administración piensan que el momento ha llegado de cambiar al pastor. Debiéramos preguntarnos si lo que hay que cambiar, de manera radical, es la concepción que la congregación, incluido su pastor, tiene del ministerio universal de los creyentes.

2. El pastor se convierta en un ministro de los ministros
¿Cuál es entonces la relación entre el ministro oficial, el pastor, y los laicos ministros? Hay dos posiciones erróneas que debemos evitar, una por defecto y otra por exceso:

a. No hay diferencia. Solamente transferencia de funciones. El ministerio es compartido por todos los creyentes, por consiguiente no hay un estatus diferenciador entre el pastor y la congregación. La diferencia es únicamente de función. La congregación ha ordenado al pastor, delegando en él la administración de la Palabra y de los ritos de la iglesia, el pastor es un representante de la congregación, actua en nombre de los laicos. Esta es la posición congregacionalista.

b. La diferencia es esencial. El ministerio es una prerrogativa únicamente del clero. El clero, en un sentido especial, es la iglesia, los laicos meramente pertenecen a ella. Solamente el clero puede administrar los sacramentos y definir la doctrina, sólo el clero, como magisterio de la iglesia, es infalible. Solamente el papa es el representante, vicario de Cristo, en la tierra. Es la posición católica y episcopal.

c. La relación pastor-laicos se expresa en la diferenciación de funciones y no en la naturaleza del ministerio. El pastor es un ministro de la iglesia que ha sido llamado para confiarle un oficio, una función específica para la cual se le ha preparado convenientemente y el Espíritu Santo le ha ungido personalmente (1 Cor. 12, Rom. 12, Efe. 4), pero no es ministro por delegación del ministerio de los laicos, nunca encontramos tal concepto en los escritos del N.T.

d. El pastor ministra a los ministros (Luc. 22:24-27), siervo de siervos.
En el trabajo del pastor debería ponerse más énfasis en la enseñanza, el adiestramiento y la motivación de los laicos, esta es su principal función. Le éxito de su trabajo debiera ser evaluado no por el número de miembros que asisten a la iglesia el sábado sino por el trabajo misionero que hacen durante la semana los que asisten el sábado a la iglesia. Para ello debe reconvertir su ministerio :

“Cada iglesia debería ser una escuela de formación para los obreros cristianos. Sus miembros debieran ser enseñados cómo trabajar por los inconversos” (EGW, The Ministry of Healing, 149)

“Posiblemente estamos teniendo una nueva comprensión de la naturaleza de la iglesia como una institución, un cuerpo (de creyentes) que sirve (ministra) a las necesidades del mundo a través de todos sus miembros. El pastor es el lider, una fuente de inspiración, un organizador y administrador, pero no puede sólo o con un equipo, llevar adelante el ministerio que es vocación de toda la iglesia” (Robert Michaelson, The Ministry in Historical Perspectives, 266)

“Los ministros cristianos... tienen una obra más amplia que la que algunos reconocen. No deben solamente ministrar (servir) al pueblo, sino enseñarles a ministrar. Deberían no solamente dar instrucción sobre los principios rectos, sino educar a sus oyentes a impartir esos principios... Cada miembro de iglesia debería estar involucrado en alguna linea de servicio por el Maestro” (EGW, The Ministry of Healing, ibid.)

3. El ministerio de los laicos
a. Tan importante como el del pastor. Ambos tienen que predicar el mismo mensaje y dar el mismo testimonio. Sin la ayuda del pastor, los laicos no sabrían como actuar eficazmente en algunas ocasiones, algunos tendrían dificultades para explicar la doctrina. Sin los laicos, el pastor difícilmente podría abarcar todo lo que la evangelización implica. Ambos ministerios se complementan y son interdependientes.

b. Más difícil que el de los pastores. La tarea de los laicos es mucho más difícil que la de los pastores. Los laicos trabajan en la vanguardia, allí donde la iglesia se encuentra con el mundo. El ministerio de la identificación y reconciliación dificilmente se puede ejercer desde la posición de un teólogo o de un experto, sino desde la posición de uno que está situado a la misma altura.

c. Vivir con los que están fuera de la iglesia dándoles testimonio y ejemplo. El ministerio que Dios espera de los laicos, no es un ministerio especializado como el de los pastores, lo cual no quiere decir que sea menos importante o más fácil, es el ministerio de la identificación con aquellos que están fuera de la iglesia y con los cuales conviven: en el trabajo o la empresa, en el vecindario, en la familia, en los círculos de amistad, en las asociaciones profesionales, con los clientes o con los proveedores etc. por todos ellos deben interesarse para darles testimonio y ejemplo. De persona a persona, pensando permanentemente en ello, aprovechando cada ocasión que se les presente.
. Conclusión

La hermana White dice que “la obra de Dios está siendo retrasada por la criminal falta de fe (de la Iglesia) en su poder de usar al común del pueblo para llevar adelante su obra con éxito” (Review and Herald, 16, julio, 1895).

¿Cuándo comenzaremos a tomar en serio y llevar a consecuencias prácticas determinantes la concepción bíblica del ministerio universal de los creyentes? ¿Cuándo seremos fieles a Dios en esto? ¿Cuándo recuperaremos la confianza en la capacidad y el poder de hacer evangelización de nuestros laicos? ¿Cuándo entenderemos que no mantenemos pastores para que nos sustituyan en nuestros deberes misioneros? ¿Cuándo responderemos, como hacen los pastores, al llamamiento divino haciendo de la predicación del evangelio, un ministerio y vocación diarios en nuestros trabajos y ocupaciones seculares? Tal vez ha llegado el momento de empezar. Oremos.

BIBLIOGRAFÍA SUCINTA

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