12/09/2010

LA JUSTICIA DE CRISTO

El pecador creyente esta firme ante Dios, no en su propia estimación la cual en realidad no es justicia, pero en la justicia de Jesucristo.

Jesús es absolutamente santo y sin pecado porque él es Dios. Él es inherentemente justo. Jesús siempre hizo lo que era agradable para el Padre (Juan 8:29b; 4:34; 5:30; 6:38). Nunca nadie pudo aprobarle culpable de injusticia (Juan 8:46a). Él es la única excepción en la historia; él era absolutamente sin pecado (Mateo 17:5; Juan 12:28; 1Pedro 2:22-23)

Por otra parte, Jesús es perfectamente justo por su obediencia a la ley de Dios. Él “cumple con toda justicia” (Mateo 3:14-15).

D. M. Lloyd-Jones observó: “él rindió una obediencia perfecta a la ley; él la mantuvo en pizca y en titulo. Él no falló en el respeto. Él cumplió la ley de Dios completamente, perfectamente y absolutamente. Y no solamente eso! Él trató con el castigo distribuido por la ley sobre todo pecado. Él tomó tu culpabilidad y la mía sobre él, y borró todo castigo. El castigo de la ley fue distribuido sobre él, y entonces ha honrado la ley completamente, positivamente, negativamente, activamente y pasivamente. No hay nada más allá de la ley que pueda exigir; Él lo ha satisfecho todo.”

Ahora esta es la verdadera justicia de Cristo que Dios da a los pecadores que se arrepienten y ponen su fe en Cristo. La cosa absolutamente grandiosa es que él la da gratuitamente, aparte de cualquier trabajo o meritos en nuestra parte. A causa de que somos pecadores, todo lo que nosotros tocamos es contaminado por nuestra depravación moral y espiritual. La justicia perfecta de Cristo permanece en contraste rígido a nuestra injusticia y esta nos condena a nosotros. Esta condena nuestras actitudes y acciones. Nosotros permanecemos condenados por su santa presencia. “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios” (Romanos 3:10-11). Nuestra propia justicia es sin valor y nos condena a nosotros. “No hay nadie que haga el bien, ni aun uno” es el juicio de Dios en contra el hombre pecador.

Las buenas nuevas de Dios son que él ha proveído la justicia de Jesucristo como un don para el creyente. La fe es el canal por el cual el pecador recibe la justicia de Cristo. El don de Dios es “la justicia que es por fe del principio al fin.” “Mas el justo por fe vivirá” (Romanos 1:17; Habacuc 2:4)

Dios atribuye la justicia de Jesucristo al pecador. Esa es la manera de cómo él hace la aplicación de la justicia de Cristo para nosotros. Spurgeon dijo que esto es como poner la capital moral infinita del Señor Jesús en nuestra cuenta vacía del banco. Dios toma las riquezas del deposito del cielo y las pone a nuestra disposición. La única manera que él lo hace disponible para nosotros es mediante la fe.

¿Qué es la fe? Esto es un descanso en Cristo y su trabajo salvador para nosotros. La fe no es un trabajo. La fe es ir a Dios con los brazos abiertos y poder recibir la justicia que Dios proporciona gratuitamente.

C. H. Spurgeon escribió en todo de la gracia, “la fe no es algo que no se mira; la fe empieza con el conocimiento. No es una cosa pensativa; por la fe se cree en los hechos de los cuales son ciertos. Esto no es impracticable, algo que se sueña; por la fe se cree, y es ganancia de su destino sobre la confianza de la revelación. La fe es el ojo con el cual se ve, es la mano con la cual se poseen las cosas, es la boca que se alimenta de Cristo.”

Esta simple confianza en Cristo es la que nos da a nosotros una permanencia justa en la presencia de un Dios santo y justo.

¿Permaneces tú en una relación perfecta con Dios? ¿Tienes paz en tu corazón porque tu sabes que estas en Cristo? ¿Estas confiando en tu propia justicia de buenas obras y cumplimientos o en la justicia de Cristo?

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