Más aún; cada uno de nosotros estaba representado en Jesucristo cuando el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros. Estábamos todos allí en Jesucristo.
Todos estuvimos representados en Adán, según la carne; y al venir Cristo como el segundo Adán, anduvo hasta el lugar del primer Adán, de forma que todos estamos representados en Él. Cristo nos invita a entrar en la familia espiritual. Ha formado esa nueva familia, de la cual Él es la cabeza. Es el nuevo hombre. En Él tenemos la unión de lo divino con lo humano.
En esa nueva familia está representado cada uno de nosotros. "Y por decirlo así, el mismo Leví, que recibe los diezmos, pagó el diezmo por medio de Abrahán. Porque Leví aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro" (Heb. 7:9 y 10). Cuando Melquisedec dio la bienvenida a Abrahán, quien regresaba de una lucha victoriosa, éste le dio la décima parte de todo. Leví estaba aún en el seno de su padre Abrahán; pero dado que fue un descendiente de él, lo que Abrahán hizo, dice la Escritura que lo hizo Leví en Abrahán. Leví desciende de Abrahán según la carne. Aún no había nacido cuando Abrahán pagó el diezmo, pero puesto que Abrahán lo pagó, él lo pagó igualmente. En la familia espiritual sucede exactamente lo mismo. Lo que hizo Cristo como cabeza de esa nueva familia, lo hicimos nosotros en Él. Era nuestro representante; se hizo carne; se hizo nosotros. No se hizo simplemente un hombre, sino que se hizo carne, y cada uno que hubiera de nacer en su familia estaba representado en Jesucristo cuando Él vivió aquí en la carne. Veis pues que a cualquiera que se una a esa familia, todo cuanto hizo Cristo le es acreditado como habiéndolo hecho en Cristo. Cristo no era un representante ajeno, separado de él, sino que de igual forma en que Leví pagó el diezmo en Abrahán, todo el que naciera posteriormente en la familia espiritual de Cristo, hizo lo que Cristo hizo.
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