Jesucristo se unió de tal manera con la familia humana, que puede estar con nosotros estando en nosotros, de la misma forma en que Dios estuvo con Él estando en Él. El propósito mismo de su obra fue el poder habitar en nosotros, y hacer que –representando al Padre–, los hijos, el Padre y el Hermano mayor resultasen unidos en Él.
Veamos cuál fue su mente en aquella postrera oración: "Para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti. Que también ellos sean uno en nosotros". "Yo les di la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí. Que lleguen a ser perfectamente unidos, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los amaste a ellos, así como me amaste a mí. Padre, que aquellos que me has dado, estén conmigo donde yo esté, para que vean mi gloria, la que me has dado. Por cuanto me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, aunque el mundo no te ha conocido, yo te he conocido; y ellos han conocido que tú me enviaste. Yo les di a conocer tu Nombre, y seguiré dándolo a conocer". Y las últimas palabras de su oración fueron: "para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos". (Juan 17:21-26). Al ascender, éstas fueron sus últimas palabras dirigidas a sus discípulos: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mat. 28:20).
Estando en nosotros, está con nosotros por siempre. Con el fin de hacer eso posible, a fin de poder morar en nosotros, vino y tomó nuestra carne.
Esa es también la forma en la que opera la santidad de Jesús. Él poseía una santidad que le permitió venir y morar en carne pecaminosa, y glorificarla mediante su presencia en ella; y eso es lo que hizo, de manera que al resucitar de los muertos fue glorificado. Su propósito era que, habiendo purificado la carne pecaminosa mediante la morada de su presencia, pudiese venir ahora y purificar la carne pecaminosa en nosotros, y glorificarla en nosotros. "Transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para que sea semejante a su cuerpo de gloria, por el poder que tiene de sujetar todas las cosas a sí" (Fil. 3:21). "Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a que fuesen modelados a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos" (Rom. 8:29).
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